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Gucci, un asesinato de cine

El director Ridley Ccott estrenará un filme inspirado en este crimen que instigó la ex mujer del empresario y ejecutó un sicario
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La Razón
  • Virginia Iriarte

    Virginia Iriarte

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El rodaje de la película «House of Gucci» ha resucitado el interés por uno de los crímenes más fascinantes. El filme, dirigido por Ridley Scott, cuenta con Adam Driver como Maurizio Gucci y Lady Gaga como la que fuera su esposa y dueña de su vida: el empresario italiano fue ejecutado por un sicario contratado por Patrizia Reggiani. Fue la mañana del 27 de marzo de 1995 y cualquier director de cine negro hubiese deseado filmar la escena. Salvo que en esta ocasión, el crimen fue real. Maurizio Gucci salió de su domicilio, en el edificio Corso Venezia de Milán, en dirección a su oficina de Via Palestra. En cuanto franqueó el portal, un hombre impecablemente vestido le descerrajó tres disparos: dos en la espalda y uno a la altura de la nalga derecha. A continuación se acercó y lo remató con un cuarto y definitivo tiro en la sien. El portero del edificio lo vio todo y recibió dos disparos durante la huida, a bordo de un Renault Clio.
Las primeras investigaciones se centraron en el negocio de la víctima. A finales de los 80 Gucci vendió el 47,8 de la firma al fondo Investcorp y en 1993, todas sus acciones al mismo grupo por 140 millones de euros al cambio actual. Desde entonces mantenía un puesto como asesor de Nemir Kirdar, presidente de Investcorp, y se dedicaba a pequeñas inversiones a través de la recién creada sociedad Viersee. Así se pronunciaba al principio Carlo Noerino, el fiscal asignado al caso: «Aún no se tiene una pista precisa aunque lo relativo a las últimas operaciones financieras concluidas por la víctima parecen la más fiable». Todas las gestiones económicas realizadas por Gucci a lo largo de una década fueron examinadas al detalle, entre ellas, la temporada que pasó en Suiza cuando fue sometido a una investigación por fraude y creación de sociedades opacas. Volvió a salir a la luz pública la guerra abierta que mantuvo con su tío Aldo y sus primos por el control total de la empresa familiar fundada por el abuelo Guccio tras la muerte de su padre, Rodolfo Gucci, en mayo de 1983. Se interrogó a su exmujer, Patrizia Reggiani; a su pareja, Paola Franchini; a sus hijas, Alessandra y Allegra; a todos sus parientes vivos… Durante dos años, todas las pesquisas se mostraron estériles. No había más personas a quienes preguntar, hilos de los que tirar y el responsable continuaba oculto entre las sombras. Hasta una fría noche de enero de 1997.
La oficina de la Criminalpol recibió una llamada de teléfono de un tal Gabriele Carpanese que aseguraba tener información valiosa sobre el asesinato de Maurizio Gucci. Era la primera vez que alguien señalaba directamente a Patrizia Reggiani. Según el confidente, la viuda pidió a una amiga que le buscase un sicario. Un mediador llevó a otro y, finalmente, a Benedetto Ceraulo y Orazio Cicala, asesino y cómplice. Carpanese se enteró de los tratos y decidió confesar. El plan le costó a «la viuda negra», como fue denominada, 600 millones de liras, 310.000 euros al cambio actual. El 3 de noviembre de 1998, un tribunal de Milán condenó a Reggiani y otras cuatro personas a distintas penas de prisión. Ella mereció 29 años como instigadora del asesinato y salió al cabo de 18.

Una charla con la «viuda negra»

En marzo de este mismo año, el rodaje de «House of Gucci» motivó a Patrizia Reggiani a conceder la entrevista más deseada en años. Fue al diario “Il Corriere della Sera”. En la charla, «la viuda negra» explica cómo conoció a su marido y cómo se enamoraron. También que los amigos de él se interpusieron y acabaron alejándolos. Él se fue con otra mientras ella estaba enferma, relata. Sin embargo, nunca llegó a odiarlo aunque ordenase su muerte. Fue la fría ira de ver cómo malgastando la fortuna familiar de sus hijas se les negaría el futuro que merecían. Paola Franchini, pareja de Gucci cuando fue asesinado, ya había explicado a la Policía que Reggiani llamaba a casa presa de la cólera para insultar a Maurizio por ese motivo. Todo encajaba. No solo por sus hijas. Patrizia estaba enfadada por sí misma: «Prefiero llorar en un Rolls-Royce que ser feliz en una bicicleta», dijo una vez. Separada del millonario, su futuro se diluía. «No odiaba a Maurizio. Nunca lo he odiado. Era un estigma, el mío. Me irritó y pregunté si alguien conocía a alguien que matara gente». La indiferencia de Reggiani, de 72 años, resulta pasmosa. No hay atisbo de arrepentimiento por lo sucedido a lo largo de una entrevista que finaliza reconociendo que la elección de Lady Gaga como su alter ego en la ficción le parece un acierto.