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“Las profecías” de Nostradamus, o cómo la ciencia venció al oráculo

Sus anticipaciones han convertido este libro en un oráculo para aquellos que desean saber cuándo va a sobrevenir el fin de la humanidad
larazonLa Razon

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La ciencia ha sustituido a los viejos alquimistas, mesías errantes, vagabundos adivinadores, echadoras de cartas, médiums de variado pelaje y viudas gitanas dotadas con el don maravilloso del mal de ojo, con lo que estos personajes animaban antes las plazas públicas, los mercadillos de los jueves y las ferias ambulantes de los pueblos. Ahora la lógica matemática, el razonamiento químico, la física comprobada y corroborada por la teoría, los hechos y el laboratorio le han levantado el misterio al mundo y dado un pragmatismo desolador. Ahora son los científicos los que van dibujándonos oscuros horizontes de extinciones de especies y posibles agonías futuras. Vienen con argumentaciones casi irrefutables, que si el cambio climático, la muerte del Amazonas, la desaparición de la barrera de coral, la desertización de los mares y la desecación de los ríos, y uno se deprime, claro. Y no hay nada que reprocharles, excepto por una salvedad: nunca la muerte resultó tan aburrida.
Antes, cuando se pensaba en el Apocalipsis nunca se ligaba a la desaparición de las morsas, pobrecitas, ni al deshielo de los polos, un horror. Uno se lo imaginaba con un poquito más de épica, en plan como lo describía San Juan, con batallas homéricas entre ángeles y demonios, luchas crueles contra bestias de seis o siete cabezas y langostas gigantes batiendo el cielo. Si hay que morir, uno al menos esperaba hacerlo en plan «El señor de los anillos» o «Juego de tronos», que es como vale la pena. No por la contaminación del diésel. Nostradamus, para unos un profeta, para otros un boticario (hay gente con ganas de arruinarle las ilusiones a cualquiera), le metió enjundia a esto de irnos al garete con un libro que disfrutó de fama y que durante siglos resultó casi de consulta obligada si se deseaba conocer cuánto le quedaba al reino de los hombres.
Un libro que ha dado juego
Es consolador que a estas alturas algunas gentes de universidades hayan negado que Nostradamus disfrutara de dotes proféticas (qué haríamos sin los académicos, ¿verdad?). Pero lo cierto es que su obra «Las profecías» ha dado más juego que el «Monopoly». Cuando no existía el parchís, había quien acudía a este nuevo oráculo de Delfos para tratar de averiguar cuánto le quedaba al monarca de turno o qué guerra iba a dar al traste con la humanidad. Porque cuando se trata de poner negro sobre blanco el futuro, nunca se hace de una manera comprensible. Nostradamus usó frases enigmáticas, oscuras, muy metafóricas. ¿Por qué no lo dicen a las bravas? El 7 de mayo de 2060, despídanse de sus allegados, por ejemplo. Para entretenernos, supongo. A pesar de eso, muchos alegan que él predijo el fallecimiento de reyes, la llegada de Hitler y la Segunda Guerra Mundial. Casi nada. Eso sí, lo han deducido a posteriori, cuando el suceso había ocurrido. Nunca antes. Y uno se pregunta: ¿para qué quieres saber el futuro si solo eres capaz de reconocerlo cuando ya es pasado?