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María Dueñas: «Nunca he tratado de crear superheroínas como esas de película»

La escritora nos adentra con su nueva trama en los inicios de la Guerra Fría

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Espías, atentados terroristas, la España de Franco, el Marruecos internacional, una joven Eva Perón y la norteamericana Bárbara Hutton, socialité que marcó la época con su multimillonaria presencia. María Dueñas retoma a Sira, la protagonista de «El tiempo entre costuras», en una novela que ha titulado con el nombre de su personaje. La había dejado en Madrid, tras la Segunda Guerra Mundial, y, después de una oportuna separación para tomar aire, la escritora ha vuelto a su lado para recorrer con ella el mundo en reconstrucción que se abre a partir de 1945. Israel, Marruecos o una Inglaterra con los edificios en escombros y todavía dañados por los bombardeos alemanes formarán parte de un telón de fondo donde quedarán reflejadas las tensiones de la Guerra Fría y la violencia de una época que, no por vivir en paz, resulta más tranquila y menos dolorosa. Sira presenciará el ataque palestino contra el Hotel King David en Jerusalén y volverá a entrar en contacto con unos servicios secretos que requerirán de ella una nueva misión que pondrá su vida en un filo.
–¿Ha pesado en este libro el éxito de «Tiempo entre costuras» y su posterior adaptación televisiva?
–No. Ni siquiera he vuelto a leer ese libro ni tampoco he revisitado la serie. Retomé a Sira justo donde la dejé. No ha repercutido para nada el éxito que he tenido alrededor. Regreso a la mujer que construí, con sus fortalezas y flaquezas; sus debilidades, glorias y miserias. He escrito la historia como si partiera de cero. No tuve condicionantes. Ni pensé: voy a hacer esto porque a lo mejor va a gustar más a los lectores o conseguirá más ventas y traducciones. Solo me encerré con el texto y escribí.
–¿Entonces no piensa en los lectores cuando escribe?
–Cada uno funciona con sus propias herramientas. Lo que intentamos todos nosotros es encontrar una voz y una forma de trabajar que se acomoden a nuestras maneras de ser para sacar una novela adelante. En mi caso, dejo a los lectores al margen. Ya entrarán después. Hay autores que dialogan con ellos y estos le hacen sugerencias. En mi caso, nadie interviene. El trabajo es una fase de introspección.
–¿Por qué sus historias conectan tanto con el público?
–Mi esfuerzo como escritora es que mis protagonistas sean iguales a los demás. Todos nosotros nos caemos, sufrimos y gozamos cuando toca. Yo intento encontrar personajes, no trato de crear superheroínas de esas de las películas que son perfectas y a las que todo les sale bien al final. Tampoco les doy unas vidas atroces o de un exagerado dramatismo. Pero, en cambio, poseen enormes cargas de humanidad. Eso hace que los lectores desarrollen empatía hacia ellas.
–¿Nada más?
–Es cierto que procuro contar a los lectores cosas que les abran los ojos al mundo, por ejemplo, en esta obra, al Tánger internacional. Introduzco elementos con los que puedan aprender. Me he encontrado con personas que me reconocen que no tenían ni idea de algunos temas que he tocado en mi obra y que les gustó aprenderlo. Ese punto de enseñar algo nuevo es esencial. También mi iniciativa de escribir con un estilo propio, pero que sea asequible, aunque sin ser simple. Al final se trata de contar una historia dinámica, ágil, que mezcle tensión y ofrezca diversos escenarios.
–¿Y qué valores tiene Sira para que haya sido tan bien aceptada?
–Intento que sea una mujer de su tiempo, pero que también posea algo de las del siglo XXI. Tiene la fortaleza y el aguante de las de antes, pero también la iniciativa propia de las actuales para diseñar y trazar su camino personal con sus ambiciones legítimas. Sira no se conforma con lo que viene. Existe otro aspecto. Las mujeres y los hombres tenían entonces dos espacios vitales que difícilmente se solapaban. Y había, además, cierta supeditación de la mujer al varón y una falta clara de presencia de ellas en la esfera pública. En este sentido, Sira es un ejemplo.
–¿Por?
–Quiero que sea un personaje creíble. Siempre ha habido mujeres que rompieron las normas. Me gustaría que ella perteneciera a esa estirpe. Pero no quiero moralizar, porque esa no es mi prioridad. Solo intento construir personajes y contar historias con unos principios claros. No livianos ni tampoco frívolos. Pretendo que los personajes tengan humanidad. No deseo ser doctrinal. No hay un papel único para la literatura. Hay quien prefiere argumentos épicos, otros, mínimos, y quien aspira a que desarrollemos afecto por los personajes o lo contrario. La literatura debe ayudarnos a desprendernos de la realidad y adentrarnos en mundos distintos, que tampoco tienen que ser exóticos.
–¿Es lo que hizo durante la pandemia, escribir?
–Lo que se vio durante este año es que la literatura ha sido un gran compañero. Antes se leía menos, pero ahora la gente se ha volcado en los libros. Los ven como un medio de entretenimiento. La literatura ha estado presente durante estos meses y la prueba es que el sector editorial, a pesar del cierre momentáneo de las librerías y de tener libros impresos en los almacenes, se ha recuperado bien, ha cerrado un excelente año y este también lo está siendo. Los libros nos ayudan a salir de las miserias y a vislumbrar aspectos que nos hacen sobrellevar mejor estos momentos tan duros. Y hubo toda la oferta que los lectores necesitaron, desde los libros que ofrecían evasión hasta otros que nos invitaban a la reflexión para los que necesitaban pensar en estas semanas tan duras.
–Sitúa «Sira» después de la Segunda Guerra Mundial.
– Es un mundo que se está lamiendo las heridas. Nosotros tuvimos la Guerra Civil y el resto, esa contienda. Casi ningún rincón del globo se vio ajeno a este conflicto. Ahora testamos en esta época de aparente calma. Aparente, digo, porque existen dos grandes facciones ideológicas: EE UU y Rusia, que está amasando su poder, que se consolida. Me interesa explorar cómo funciona el planeta. Y vemos que cuando debería venir la conciliación, sigue habiendo aguas subterráneas en las que se mueven muchos intereses.
–Y entonces tropezamos con la misma piedra de siempre.
–Los humanos no aprendemos de nuestros errores. No conseguimos mantener la paz ni nos conformarnos con ella. No aprendemos la lección. Por mucho horror y dolor que hayamos causado, volvemos a entrar en el terreno pantanoso. Es como si no lográramos salir de ahí o no tuviéramos intención de alcanzar una paz prolongada. Es algo casi consustancial al ser humano. Da igual quiénes intervengan. Los conflictos van a estar ahí porque no hacemos nada para que calen en la conciencia. El dolor pasa pronto y enseguida metemos de nuevo los pies en el charco.
–De hecho, su libro arranca con el ataque al hotel King David, que abre una etapa del terrorismo.
–Al documentarme me di cuenta de que en su momento fue el equivalente al atentado a las Torres Gemelas. Supuso una conmoción. Consulté la Prensa de la época. Vi cómo quedó. Fue un acontecimiento que marcó por su violencia, agresividad, modus operandi nuevo y esa fuerza descomunal dirigida a un objetivo preciso. Supuso un antes y un después. Está en el arranque del nacimiento del Estado de Israel y su relación con el mundo. Lo que hablábamos: parecía todo en calma, pero sigue habiendo acontecimientos de este tipo, incidentes que salpican y que, de una forma o de otra, evitan la paz mundial.
Eva perón, la estrella de la posguerra española
Joven, sin experiencia política, pero con empuje. Así retrata María Dueñas a Eva Perón. A través de ella nos asomamos a la realidad social de nuestro país. «España está aislada, nadie nos ayuda, no tiene nada, ni siquiera ayuda internacional. Ahí es cuando Argentina nos echa una mano». La escritora retrata su visita a nuestro país y cómo su espontaneidad hizo que muchos se volcaran con ella. «Tenía 27 o 28 años y no se esperaba el recibimiento que le brindamos».