El artista que indigna a Camboya por retocar retratos de víctimas de los jemeres rojos
Durante el periodo de esta dictadura comunista murieron entre uno y tres millones de camboyanos
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Madrid acogió hace años una exposición insólita. Reunió, en una iniciativa sin precedentes, las fotografías que la policía soviética tomaba a los detenidos después de haberlos arrestado y haberlos trasladado a comisaría. Esas imágenes, de frente y de perfil, completaban los informes que se utilizarían posteriormente en juicios sumarísimos. Por supuesto, todos ellos eran peligrosos enemigos de la sociedad: profesores, científicos, escritores, intelectuales. Ayer y hoy, pensar siempre ha supuesto una amenaza para los necios. En estos retratos, algunos de esos hombres y mujeres aparecían riéndose o con una leve sonrisa. Era un gesto involuntario en una sociedad donde una cámara todavía era un objeto extraño y un daguerrotipo, probablemente, apelaba a momentos de conciliación familiar y felicidad. Aunque existen bastantes probabilidades de que se debiera al nerviosismo. Casi todos esos ciudadanos acabaron en el gulag y muchos de ellos acabarían falleciendo. Ahora, también algunos camboyanos represaliados por los jémeres rojos durante la dictadura dirigida por Pol Pot también cuentan con una sonrisa. Pero esta vez no es voluntaria ni accidental ni se debe a un acto reflejo. El artista irlandés Matt Loughrey, como informa la BBC, decidió emprender una acción para tratar de humanizar a aquellas personas que habían perdido la vida durante los años que duró este gobierno comunista, uno de los peores no solo del sudeste asiático, sino de todo el mundo. También aquí, por lo visto, el conocimiento era un enemigo y una causa que jugaba en contra, y hablar francés o tener conocimientos de medicina, agricultura o ingeniería era considerado una afrenta y una traición a la bandera y los ideales. Para su trabajo Matt Loughrey no tuvo mayor ocurrencia que tomar las fotos de las víctimas que se conservan de la exposición permanente de la antigua prisión de Tuol Sleng, hoy conocida como el Museo de los Crímenes Genocidas de Tuol Sleng. En sus paredes penden las imágenes en blanco y negro de las personas que fueron internadas allí. Muchas acabarían perdiendo su vida posteriormente. Lo primero que hizo fue introducir color en ellas con la intención de aproximarlas al espectador. Pero, como informa «Le Figaro», después dio un paso más allá y sirviéndose de tecnología digital las hizo sonreír. La polémica ha saltado inmediatamente. Sobre todo, en Camboya, un país que no ha olvidado que entre 1975 y 1979, el país perdió entre uno y tres millones de individuos en los llamados «campos de la muerte». ¿Arte? ¿Oportunismo? ¿Escándalo gratuito? La duda queda ahí.