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Manuel Jabois reflexiona sobre las heridas de los crímenes sin resolver en «Miss Marte»

El escritor asegura que “los reporteros se tropiezan con historias que muchas veces van a perjudicar las verdades” que tenemos.
Descripción de la imagenALFREDO ARIAS HORASALFREDO ARIAS HORAS

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Manuel Jabois traslada el poso periodístico que le ha dado su carrera como reportero a una trama novelesca. La desaparición de una niña durante una boda dará pie, veinticinco años después, a un documental para intentar comprender qué ha ocurrido. «En el momento de máxima felicidad y celebración, de repente desaparece lo único que no puede: un niño. La fundición de estas dos temperaturas tan extremas es lo que me motivó escribir. Gana la peor parte, algo que derriba la alegría más grande». Con estos cabos, el escritor da aliento una trama de mucho nervio que está contada desde múltiples puntos de vista. «Miss Marte» (Alfaguara), que discurre en Galicia y que también tiene una infancia como protagonista, dos temas recurrentes en el escritor, comienza en 1993, con la llegada de Mai a un pueblo de costa; tiene su punto axial en 1994, cuando sobreviene la tragedia, y discurre después en 2019, cuando una periodista, Berta Soneira, un personaje que le brinda al novelista la oportunidad de reflexionar sobre el periodismo, aspira a reunir las diferentes piezas dispersas para resolver el puzle de lo acontecido y tratar de zanjar un enigma que ha durado demasiados daños.
-¿Un día es suficiente para marcar tantas vidas?
-Más que ese día es todo lo que sobreviene después. El hecho de que una desaparición perfecta, como la de Madeleine McCann, no se resuelva y que no haya una investigación exhaustiva es, por encima de otros aspectos, lo que más marca. Eso sumado al impacto que produce en una pandilla de chicos que empiezan en convertirse en adultos la irrupción en su pueblo de una mujer como la que describo en mi libro. La presencia de esta chica provoca toda la fascinación de lo nuevo. Pero, de repente, sobreviene este suceso que avejenta ese momento con algo tan doloroso como una desaparición. La atención pública que desencadena y la falta de seguimiento en la investigación hacen que esos chicos se queden creyendo que hubo algo más. Entonces, un verano que pudo haber sido uno de los mejores de sus vidas queda manchado.
-¿Su novela es sobre qué ocurre cuando un caso se queda sin resolver?
-Lo que sucede y las secuelas que deja en la gente, en el entorno. Un asesinato siempre provoca una herida. Eso tiene una relación muy delicada y sensible con la verdad. No poder acceder a la verdad desencadena un trauma, unido a que se desea conocer qué ha ocurrido. Tenemos casos mediáticos recientes sobre eso. Gente que ha desaparecido y que se intuye que ha muerto, pero no se tiene la certeza. Las personas desean saber qué ha pasado. Es normal.
-¿Es uno de los temas que aborda?
-Justo, la huella de no saber la verdad. Es algo que destruye las relaciones personales. Genera unos conflictos que pueden desembocar en rupturas entre buenos amigos. Desconocer lo que ha pasado revienta la amistad y afecta a quien esté en sus inmediaciones. Todos los protagonistas de mi narración empiezan a elucubrar. No saber verdad, que haya muchas sospechas y dudas, arruina los lazos con las personas cercanas. Este es un momento, el de la juventud, en que todavía tienes un amigo contigo, pero las cosas pueden cambiar. Y sin saber el motivo. Simplemente, dos personas se dejan de hablar o no hablan con claridad entre ellas, y ese vínculo va muriendo. Se habla del hundimiento de las relaciones amorosas, pero con la amistad ocurre mismos. A veces por un motivo estúpido, leve. Se separan las citas, se llama solo para no quedar, hasta que acaba muriendo. Y no se sabe por qué.
-La verdad depende de lo que se haga con ella?
-El libro gira precisamente sobre ese asunto. Es uno de sus ejes. Una verdad por la mañana puede ser una mentira por la tarde. Depende de su contexto o de su descontextualización y tergiversación. Sin que cambie un hecho, algo puede ser verdad al levantarte y mentira al acostarte. Es en lo que he querido ahondar.
-Porque le pilla cerca.
-Esta es la historia de una comunidad inventada, pero en el libro se habla de mucho de periodismo, de la relación con las noticias, de las «Fake News», de lo que nos interesa creer y qué no nos interesa saber otras cosas. Eso que nos encantaría conocer, pero sobre lo que no nos hacemos demasiadas preguntas. Mai Lavinia le encanta a la gente por su punto de locura. Tiene juventud. Y luego, encima, conoce a esta pandilla de colegas. Es la edad en la que todo debe ser fantástico y nadie se plantea muchas cosas. Pero hay cosas ahí... ella viene con una niña y es muy joven y parece que detrás de ella hay algo más... Todo eso lo investigará una periodista. Los reporteros se tropiezan con historias que muchas veces van a perjudicar tu verdad. Lo que sucede ahora es que relajamos los mecanismos de verificación.
-¿Qué piensa de los diarios?
-Los diarios son entes de discusión, de discrepancia. Es una comunidad de lectores, periodistas, opinadores que discuten entre ellos, que observan la realidad desde prismas diferentes, con un espíritu libre, independiente, con un punto de fricción intelectual. Al diario sobre todo se tiene que ir a discutir. Ahora lo que ocurre es que el lector compra el diario para que le reafirmen en su verdad. Y si dice algo que no le gusta, se da de baja de la suscripción. Los diarios tienen que ser un espacio de debate público por encima de cualquier otra cosa. Un espacio donde se informe con rigor y con jerarquía. A partir de ahí se puede abrir el espacio de debate que se quiera y que se introduzcan firmas, editoriales... Hay lectores muy ruidosos, que son los que gritan y a los que prestamos atención. Pero la mayoría de los lectores de nuestros diarios no gritan y no tienen redes sociales. El diario es un lugar donde se puede discrepar y al que puedes escribir una carta dirigida al director. Pero hay otros que solo compran el diario para leer lo que él piensa y usarlo como arma arrojadiza.
-¿Se manipula mucho en nuestras sociedades?
No sé si más que antes. Hoy es muy fácil. Cualquiera puede. Pero sí que existe esa tentación de la manipulación. Es un problema de orden público y una cuestión para el debate político. Ahora ocurre que muchas veces perdemos demasiado tiempo discutiendo cosas que no son ciertas. Estamos derrochando energía en algo que no es verdad. Ahí están los negacionistas, los antivacunas...
-¿La consecuencia?
-Perdemos la capacidad para llegar a la verdad. Estamos dando pasos hacia atrás. Ahora tiene que haber comprobadores de la verdad. Cuando se publica una noticia en un diario es porque es verdad. Es un principio. Una sociedad que necesita corroborar constantemente que algo es verdad es que tiene el periodismo maltrecho.
-¿Periodismo igual a verdad?
-La verdad depende de que la gente la quiera escuchar. Si no la quieres escuchar, existirá, pero no para ti. Lo último que he observado es que un periodista hace una entrevista a una persona y los lectores culpan al periodista de lo que dice ese señor o señora. No vale ni siquiera que la frase esté entrecomillada. Lo cierto es que si yo, como periodista, te cuento algo, en principio debes creerme. Te estoy diciendo todo lo que es verdad hasta donde se sabe. Y hay que tener en cuenta que en muchos asuntos es muy difícil saber todo al completo. Ahora hay pacto comercial. Un lector paga y el periodista te cuenta a cambio la información de la que dispone. Con la mayor honestidad. Esto es lo que es el periodismo. Afortunadamente en la sociedad hay gente crítica, que discute y no toleras ciertas cosas.
-Otro factor de su libro es la memoria.
-La memoria miente continuamente. Si te sientan en un cine y te ponen toda tu vida y luego lo que pasaba por tu cabeza verás que hay enormes diferencias. Creo que no existe mayor infierno que contar a la gente lo que tú recordabas y lo que en realidad sucedió. La memoria te traiciona en numerosas ocasiones. La memoria miente y la relación con ella en algunas ocasiones es un fracaso. No tendemos a idealizar todo, sino a idealizarnos a nosotros. En el pasado siempre pareces que eres un ser de luz. Eso es porque te quedas con los momentos buenos. Los demás los has borrado. El pasado te idealiza. Y es normal. Tampoco vas a estar llorando por unos cuernos y tampoco nadie puede vivir acarreando con los pecados del pasado.
-¿Cómo eres como escritor?
-Soy un escritor instintivo. No dependo de la cultura que no tengo, dependo de lo que veo alrededor. Salgo a pasear, a la calle, pongo la oreja. De ahí salen gran parte de mis columnas y artículos, de las conversaciones y las ideas ajenas. Escucho la calle y recojo temas, reflexiones de una conversación... Eso me da ganas de escribir. Funciono en base a la intuición y a lo que escucho.