5 poemas de Francisco Brines
Ganó el Premio Cervantes 2020 y ha fallecido a los 89 años, tras problemas derivados de una operación
A sus 88 años, el poeta valenciano Francisco Brines se alzó con el Premio Cervantes 2020, galardón que se suma a una importante lista de reconocimientos. Ahora, el valenciano ha fallecido con 89. También ha sido ganador del Premio Nacional de las Letras (1999) y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2010). Ahora, los medios de comunicación y redes sociales se llenan de sus palabras, un poemario que parte del reflexivo Luis Cernuda para ofrecer al lector todo un catálogo de sentimientos. Unos versos que abordan el amor, la soledad, la vejez, la muerte, la infancia y la exaltación de la vida, entre otros aspectos.
1. Con quién haré el amorEn este vaso de ginebra bebolos tapiados minutos de la noche,la aridez de la música, y el ácidodeseo de la carne. Sólo existe,donde el hielo se ausenta, cristalinolicor y miedo de la soledad.Esta noche no habrá la mercenariacompañía, ni gestos de aparentecalor en un tibio deseo. Lejosestá mi casa hoy, llegaré a ellaen la desierta luz de madrugada,desnudaré mi cuerpo, y en las sombrashe de yacer con el estéril tiempo.Vuelve la hora feliz. Y es que no hay nadasino la luz que cae en la ciudadantes de irse la tarde,el silencio en la casa y, sin pasadoni tampoco futuro, yo.Mi carne, que ha vivido en el tiempoy lo sabe en cenizas, no ha ardido aúnhasta la consunción de la propia ceniza,y estoy en paz con todo lo que olvidoy agradezco olvidar.En paz también con todo lo que améy que quiero olvidado.Volvió la hora feliz.Que arribe al menosal puerto iluminado de la noche.
2. Aquel verano de mi juventudY qué es lo que quedó de aquel viejo veranoen las costas de Grecia?¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?Si pudiera elegir de todo lo vividoalgún lugar, y el tiempo que lo ata,su milagrosa compañía me arrastra allí,en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;no queda ya el recuerdo de días sucesivosen esta sucesión mediocre de los años.Hoy vivo esta carencia,y apuro del engaño algún rescateque me permita aún mirar el mundocon amor necesario;y así saberme digno del sueño de la vida.De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,saqueo avaramentesiempre una misma imagen:sus cabellos movidos por el aire,y la mirada fija dentro del mar.Tan sólo ese momento indiferente.Sellada en él, la vida.
3. Cuando yo aún soy la vidaLa vida me rodea, como en aquellos añosya perdidos, con el mismo esplendorde un mundo eterno. La rosa cuchilladade la mar, las derribadas lucesde los huertos, fragor de las palomasen el aire, la vida en torno a mí,cuando yo aún soy la vida.Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos,y un amor fatigado.¿Cuál será la esperanza? Vivir aún;y amar, mientras se agota el corazón,un mundo fiel, aunque perecedero.Amar el sueño roto de la viday, aunque no pudo ser, no maldeciraquel antiguo engaño de lo eterno.Y el pecho se consuela, porque sabeque el mundo pudo ser una bella verdad.
4. El mendigoExtraño en esta noche, he recordadouna borrada imagen. El mendigode mi niñez, de rostro hirsuto, tornadesde otro mundo su mirada dura.Llegaba al mediodía, y un gruñidode animal viejo le anunciaba. (Todala casa estaba abierta, y el veranollegaba de la mar). Andaba el niñocon temor a la puerta, y en su manodepositaba una moneda. Erahosca la voz, los ojos fríos de odio,y sentía un gran miedo al acercarme,la piedad disipada. Violentala muerte me rondaba con su sombra.Sólo después, al ver a los mayoreshablar indiferentes, ya de vuelta,se serenaba el pecho. Me quedabacerca de la ventana, y frente al marrecordaba las sombrías historias.Esta noche, pasado tanto tiempo,su presencia terrible y misteriosa.me ha desvelado el sueño. Ningún dañohe sufrido de aquella voluntad,y el hombre ya habrá muerto, miserablecomo vivió. Aquellos años, otrosmuchos mendigos iban por las casasdel pueblo. Todos, sin venganza, yacen.Los extinguió el olvido. Vagas, rotas,surgen sus sombras; la memoria turbaun reino frío y solitario y vasto.Poderosos, ahora me devuelvenla mísera limosna: la piedadque el hombre, cada día, necesitapara seguir viviendo. Y aquel miedoque de niño sentí, remuerde ahora mivida, su fracaso: un ancianome miraba con ojos inocentes.
5. Conversación con un amigoSe me ha quemado el pecho, como un hornoPor el dolor de tus palabrasY también de las mías.Hablamos del mundo, y desde el cieloDescendía su paz a nuestros ojos.Hay momentos del hombre en que le dueleAmar, pensar, mirar, sentirse vivo,Y se sabe en la tierra por azarSolo, inútilmente en ella.Como si se tratase de algo ajenoHablamos de nosotrosY nos vimos inciertos, unas sombras.Con poca fe, con las creencias rotasCon un madero en la marea,Con toda la esperanza naufragandoPorque no es la que llega a nuestra barca,Sólo la caridad nos redimíaDel mal nuestro de ser.Mirábamos la calle, rodeadosDe luz, de tiempo, de palabras, de hombres.