¡Qué viene el Rey!

De La Zarzuela a El Campello, en Alicante, sin que esta vez la zona cero de la dana Valencia sea la razón de la presencia de Felipe VI en la Comunidad Valenciana. Pero el 29O -esa cifra con una letra adosada, que marca el antes y el después en la historia de la región- sigue entre nosotros por sus devastadoras consecuencias tangibles e intangibles. Y es en el terreno de lo intangible, ese en el que uno siente y padece, en el que un desastre natural como la dana de Valencia ha sido y es un tsunami emocional.

Imposible borrar de nuestras mentes la imagen de los reyes Felipe y Letizia en Paiporta el día 3 de noviembre. A veces un grito desgarrador o una cara descompuesta valen más que mil palabras. Imposible también que el lodo y el barro que lanzaron los ciudadanos a los monarcas no siga enturbiando nuestras vidas.

Me pregunto si tanto sufrimiento era evitable e intento consolarme pensando, y vuelvo a lo intangible, que los monarcas abrazaron, en sentido figurado, a esas personas que se vieron navegando en la nada, con demasiadas preguntas en el aire; todas ellas sin resolver.

Que ahora regrese Felipe VI a nuestra tierra para presidir los actos por la inhumación de Rafael Altamira tiene gran carga simbólica.

Obligado a exiliarse a México tras la Guerra Civil, todo lo que representa Altamira es aquello de lo que adolece hoy en día nuestra sociedad. Me refiero a valores como la educación, el diálogo o los derechos humanos; esos que él defendió. Y han pasado 73 años desde su fallecimiento en México hasta su vuelta a la patria.

Pues eso, que la presencia de Rey Felipe VI el lunes en El Campello da relevancia y trascendencia a un alicantino ilustre que tenía el diálogo y la justicia como banderas. Y por unos instantes nos olvidamos de la dana.