Paleoantropología

Científicos españoles descubren que tallábamos huesos un millón de años antes de lo que pensábamos

Un nuevo Nature liderado por el español Ignacio de la Torre ha encontrado herramientas óseas de 1,5 millones de años de antigüedad

 Herramienta de hueso tallada sobre un húmero de elefante de hace 1,5 millones de años.
Herramienta de hueso tallada sobre un húmero de elefante de hace 1,5 millones de años.CSICCSIC

Reconstruir el pasado de nuestra especie es como resolver un crimen especialmente complejo del que solo conocemos un pequeño puñado de piezas. Nos separan casi 300.000 años del nacimiento de los primeros Homo sapiens, unos 6 millones de años de nuestro antepasado común con los chimpancés y 2,7 millones del origen de la industria lítica. Ya éramos homininos cuando empezamos a tallar piedras para producir armas que suplieran nuestras endebles garras y nuestros ridículos caninos, pero tardamos mucho más en empezar a experimentar con el hueso. Las herramientas hechas con fragmentos óseos más antiguas encontradas se remontaban a hace apenas medio millón de años, al menos hasta ahora.

Un estudio internacional liderado por el investigador español Ignacio de la Torre acaba de publicar en Nature los resultados de una investigación que promete cambiar la (pre)historia de nuestra tecnología. Los expertos han identificado una herramienta ósea tallada mucho más antigua que las que ya conocíamos. Concretamente, un millón de años anterior, esto es: tres veces más antigua. En palabras de Ignacio de la Torre, investigador del CSIC en el Instituto de Historia y responsable del Laboratorio de Arqueología del Pleistoceno, “este descubrimiento nos hace suponer que los primeros humanos ampliaron de manera significativa sus opciones tecnológicas, que hasta ese momento estaban limitadas a la producción de útiles de piedra y ahora permitían incorporar nuevas materias primas al repertorio de artefactos potenciales”.

La técnica se emancipa

La industria lítica fue, durante mucho tiempo, la punta de lanza de la humanidad (tanto en sentido literal como figurado). Si recapitulamos sucintamente lo que los paleontólogos han logrado desentrañar: hace unos 2,7 millones de años surgió la cultura Olduvayense, en África oriental. Allí (concretamente en la Garganta de Olduvai) encontramos los indicios más antiguos de herramientas utilizadas por miembros del género Homo, al que pertenecemos. Por aquel entonces la técnica era muy básica y las herramientas consitían apenas en lascas de piedra, frágiles pero cortantes, obtenidas a través de una rudimentaria percusión de piedra sobre piedra.

Sin embargo, hace 1,7 millones de años, el procedimiento empezó a cambiar y surgió la llamada cultura Achelense, que duraría hasta hace 150.000 años. Durante este periodo, las débiles lascas dieron paso hachas con forma de lágrima, obtenidas a través de una percusión más metódica y estudiada de la piedra. Eran grandes, eran resistentes y eran muy penetrantes, pero, sobre todo: eran rocosos. Según indica Ignacio de la Torre: “Hasta nuestro descubrimiento, la transición de la cultura olduvayense a la achelense se conocía casi exclusivamente a través de los artefactos de piedra”. Por eso es tan interesante ver cómo la técnica achelense, obtenida a través de un milenario ensayo y error, se emancipa para adaptarse a otros materiales con propiedades mecánicas diferentes, como puede ser el hueso. “Al producir herramientas óseas tecnológica y morfológicamente estandarizadas, los primeros talladores achelenses desarrollaron repertorios tecnológicos que antes se pensaba que habían aparecido de forma rutinaria más de 1 millón de años más tarde”, aclara Ignacio de la Torre.

Subestimando a nuestros antepasados

Es aquí donde los legos solemos caer en el clásico error. Suponemos que todo en la prehistoria pasó tarde y con torpeza, como si nuestros ancestros fueran aprendices poco hábiles en lugar de supervivientes natos. Nos cuesta aceptar que, si hace 1,5 millones de años estaban fabricando herramientas de hueso con un nivel de sistematización evidente, es perfectamente plausible que llevaran siglos, si no milenios, experimentando con ello (y no afirmamos que así sea). Pero el registro arqueológico es traicionero: conserva las rocas mejor que los huesos, y es sobre él que construimos nuestras certezas.

Nos gusta pensar que sabemos cuándo brotó cada innovación, pero la verdad es que lo que creemos saber está condicionado por lo que encontramos, no por lo que realmente pasó. Adentrarse en el mundo de la paleontología es abrazar que las fechas que esgrimimos hoy se marchitarán mañana y que los récords son flor de un día. Si una herramienta de hueso ha sobrevivido hasta hoy, ¿cuántas más se descompusieron en el suelo sin dejar rastro? Si con este hallazgo ya hemos tenido que adelantar en un millón de años el inicio de esta tecnología, ¿de verdad podemos asegurar que no empezó antes? La evidencia nos obliga a corregir nuestra cronología constantemente. Quizás ya es hora de corregir también nuestra condescendencia.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Creemos saber cuándo empezamos a fabricar herramientas, pero la realidad es que solo datar las que encontramos. Es posible que cometamos errores en ambas direcciones, por ejemplo, en 2022 descubrimos que algunas piedras talladas en el registro fósil ni siquiera eran obra de homininos, sino de burros o caballos, lo que deja claro que nuestras estimaciones están sesgadas por lo poco que encontramos. Así que cuando alguien te diga “los humanos empezaron a hacer esto hace X años”, recuerda: esa no es la fecha real, es solo la más antigua que hemos podido comprobar… por ahora.

REFERENCIAS (MLA):

  • De la Torre, Ignacio, et al. "Systematic Bone Tool Production at 1.5 Million Years Ago." Nature, 2025, DOI: 10.1038/s41586-025-08652-5.