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Espacio

Los planetas que vagan por el espacio sin estrellas

No todos los planetas tienen la fortuna de orbitar alrededor de una estrella

Recreación artística de un planeta interestelar. NASA/JPL-Caltech/R. Hurt (Caltech-IPAC)

En los últimos años se han detectado varios eventos que podrían indicar que la galaxia está llena de planetas que vagan por el espacio en solitario, sin orbitar ninguna estrella. Este dato nos puede resultar extraño porque nuestro sistema solar posee ocho planetas y la inmensa mayoría de los exoplanetas que hemos descubierto también dan vueltas alrededor de otros astros. Sin embargo, cada vez son más las evidencias que apuntan hacia la existencia de estos mundos fríos y sumidos en la más completa oscuridad.

Planetas interestelares

Detectar un planeta que orbita alrededor de otra estrella es relativamente sencillo gracias a las interacciones mutuas que se dan entre estos cuerpos celestes. Por ejemplo, los exoplanetas bloquean parte de la luz de sus astros cada que pasan por delante de ellos, así que, desde la Tierra, es posible deducir la presencia de mundos alrededor de una estrella a partir de los cambios de brillo que experimenta de manera periódica. La masa de los exoplanetas también puede provocar sutiles anomalías en el movimiento de sus estrellas que se pueden detectar desde grandes distancias, y, en algunos casos, los telescopios más potentes del mundo pueden captar de manera directa la luz estelar reflejada por el exoplaneta.

Ahora bien, en los últimos años se han detectado varias instancias en las que el brillo de una estrella ha disminuido de la manera que cabría esperar si fuese eclipsada por un planeta, pero no existen indicios de planetas dando vueltas a su alrededor. Además, la magnitud de estos eclipses anómalos y el hecho de que no se repitan indica que nos encontramos ante un escenario distinto: la luz de estos astros no ha sido interrumpida por un planeta que las orbita, sino por el paso casual de un mundo que deambula en solitario alrededor del centro de la galaxia.

Estos planetas interestelares tienen dos posibles orígenes. Algunos habrían nacido como planetas «corrientes» alrededor de otras estrellas y habrían sido expulsados al espacio interestelar a causa de sus interacciones con otros cuerpos celestes de sus sistemas solares. De hecho, es probable que, durante su infancia, nuestro propio sistema solar perdiese algunos mundos de esta manera. La otra opción es que algunos planetas interestelares se formen directamente en el espacio a partir del colapso del gas y el polvo contenido en las densas nubes en las que se forman las estrellas.

Encontrar estos planetas interestelares es difícil porque, al no emitir luz propia y estar alejados de cualquier de cualquier estrella, ni reflejan luz visible y ni emiten una cantidad sustancial de radiación infrarroja. Aun así, se estima que el número de planetas interestelares que hay en nuestra galaxia podría ser hasta miles de veces superior al número de estrellas. Por suerte, las estrellas de la Vía Láctea están separadas por distancias tan inmensas que la probabilidad de que alguno de estos mundos solitarios se cruce con nuestro sistema solar son minúsculas.

¿Soledad habitable?

Dado que los planetas interestelares no cuentan con una estrella que proporcione energía a su superficie, podría parecer que no existe ninguna posibilidad de que este tipo de mundos fríos y oscuros puedan albergar vida. Sin embargo, existen otros mecanismos que podrían sostener ecosistemas en estos mundos huérfanos de estrella.

Uno de ellos es la radiación nuclear. Durante su formación, los planetas acaban incorporando grandes cantidades de isótopos altamente inestables (como el aluminio-26) cuya desintegración radiactiva produce muchísimo calor. Y, aunque la mayor parte de este material «desaparece» en cuestión de millones de años, otros isótopos más longevos (como el uranio-238 y el torio-232) son capaces de mantener caliente el interior de un planeta durante miles de millones de años y conservar su actividad geológica a largo plazo. De hecho, aunque han pasado 4 600 millones de años desde que la Tierra se formó, los elementos radiactivos que contiene siguen generando alrededor de la mitad del calor interno de nuestro planeta.

Por tanto, aunque, en principio, la superficie de un planeta interestelar debería estar tremendamente fría, estos mundos podrían estar lo bastante activos como para poseer actividad volcánica y océanos subterráneos. De ser así, el fondo de estos océanos ocultos podría llegar a albergar chimeneas hidrotermales que expulsarían minerales y otras sustancias que unos hipotéticos organismos extraterrestres serían capaces de usar como fuente de nutrientes y energía. Al fin y al cabo, este tipo de ecosistemas no sólo son una realidad en nuestro propio planeta, sino que incluso se ha llegado a plantear que la vida terrícola pudo surgir alrededor de estas chimeneas submarinas.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • De vez en cuando aparecen bulos apocalípticos en los que se predice que un planeta apodado Nibiru se acercará al sistema solar y desatará el caos en la Tierra. Estos bulos no tienen ningún fundamento y la existencia de planetas interestelares no valida de ninguna manera sus ideas apocalípticas.

REFERENCIAS (MLA):