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John F. Kennedy

El Che Guevara a Kennedy: “La revolución cubana es irreversible”

Un emisario del presidente estadounidense se reunió con el líder revolucionario, según un memorándum secreto

Una fotografía de Ernesto "Che" Guevara, en una exposición KORDAEFE

En agosto de 1961, las cosas no iban bien para John F. Kennedy al frente de la Casa Blanca. Hacía unos ocho meses que había asumido el cargo de presidente y los problemas se acumulaban. En su agenda internacional, Cuba se había convertido en una especie de pesadilla. A mediados de abril de ese año se había visto inmerso en un gran problema con la isla, dando luz verde a una invasión que había heredado de la anterior administración, la de Eisenhower, a partir del apoyo de la CIA. Fue el desastre de bahía de Cochinos y que supuso el arresto de numerosos soldados estadounidenses al pisar suelo cubano. Kennedy se enfadó muchísimo: pese a reconocer públicamente que él era el único responsable, en privado señaló a la Agencia como culpables de aquel fracaso.

Muchos han querido ver, sobre todo a raíz de la crisis de los misiles en 1962, una política belicosa entre Washington y La Habana en esos primeros años de la década de los 60. Sin embargo, hay documentos y testimonios que las dos administraciones trataron de limar asperezas y acercarse. Buena prueba de ello es la reunión que, auspiciada por Kennedy, tuvo lugar entre uno de los colaboradores del presidente y Ernesto Che Guevara en 1961. En la John F. Kennedy Library hemos localizado los documentos de aquel encuentro, uno de los primeros intentos por frenar la tensión que estaba generando la Guerra Fría en esos momentos. A ello se le suma el hecho de que el episodio ha sido estudiado por los periodistas Jon Lee Anderson y David Talbot en sus trabajos “Che Guevara. Una vida revolucionaria” y “La conspiración. La historia secreta de John y Robert Kennedy”. Aquí seguiremos el testimonio de un testigo directo.

Entre los papeles presidenciales, guardados en la biblioteca que lleva su nombre en Boston, existe un interesante memorándum redactado por Richard Goodwin, un joven ayudante de JFK, redactor de algunos discursos y que compartía con esa Casa Blanca la idea de cierta reforma de América Latina. Liberal declarado, era la persona idónea para cumplir una misión secreta, lejos de los ojos de los halcones del Pentágono: reunirse con el célebre ministro de Economía cubano. La reunión tuvo lugar en Montevideo, como ciudad neutral. Guevara buscaba a Goodwin y Goodwin estaba fascinado con la posibilidad de poner hablar con alguien tan carismático.

En su informe para Kennedy, el consejero explicaba que “la conversación tuvo lugar la noche del 17 de agosto a las 2 de la madrugada. Algunos miembros de las delegaciones brasileñas y argentinas habían hecho esfuerzos, a través de la Conferencia de Punta del Este para arreglar un encuentro entre el Che y yo. Ocurrió con la indudable aprobación del Che”. Goodwin llega a describir el uniforme verde del comandante y el aspecto de su barba, además de reconocer que le gustó su sentido del humor, admitiendo que hubo algunas bromas durante la entrevista. “Parecía muy incómodo cuando comenzamos a hablar, pero pronto se relajó y habló libremente. Aunque no dejó ninguna duda de su intensa y personal devoción hacia el comunismo, su conversación permaneció libre de propaganda y grandilocuencia. Hablaba con calma, de manera directa y con apariencia de desapego y objetividad. No dejó ninguna duda, en todo momento, de que se sentía completamente libre para hablar en nombre de su gobierno y rara vez distinguía entre sus observaciones personales y la posición oficial del gobierno cubano”, dice en el informe.

Goodwin admitió que no sabía si todo lo que iba a decir contaba con el visto bueno de su jefe, aunque él era un representante del gobierno estadounidense. Guevara le dijo que no se preocupara y entraron en el tema. Al Che le preocupaba especialmente que en Estados Unidos no se entendiera lo que Castro y sus compañeros estaban haciendo en Cuba. “[Los cubanos] tienen la intención de construir un estado socialista, y la revolución que han comenzado es irreversible. Ahora también están fuera de la esfera de influencia de Estados Unidos, y eso también es irreversible. Establecerán un sistema de partido único con Fidel como secretario general del partido”. Goodwin quiso también saber por qué buscaban el apoyo de la Unión Soviética. Tuvo su respuesta: “Provienen de simpatías naturales y creencias comunes en la estructura adecuada del orden social. Sienten que tienen el apoyo de las masas para su revolución y que ese apoyo crecerá con el paso del tiempo”.

Al Che le inquietaba que Estados Unidos tuviera ideas equivocadas sobre Cuba y que pensara que en el futuro podría intervenir. Estando tan cerca el fracaso de bahía de Cochinos, Guevara aseguró que “Estados Unidos no debe actuar sobre las suposiciones falsas de que a) podemos rescatar a Cuba de las garras del comunismo (quiso decir con otra acción que no sea una acción militar directa); b) que Fidel es un moderado rodeado de un puñado de hombres fanáticos y agresivos, y podría ser trasladado al lado occidental; c) que la revolución cubana puede ser derrocada desde dentro; hay, dijo, un apoyo cada vez menor para tal esfuerzo y nunca será lo suficientemente fuerte”.

Además de conversar sobre otros países de América Latina y de algún episodio controvertido, como el del robo de aviones, los dos hombres también analizaron cuáles eran los enemigos que tenía Cuba, además de los problemas más inmediatos dentro de la isla. Entre esos puntos el revolucionario valoró que “la pequeña burguesía era hostil a la revolución o, en el mejor de los casos, era tibia. La Iglesia Católica (aquí meneó la cabeza consternado). Sus fábricas miraban naturalmente hacia los Estados Unidos en busca de recursos, especialmente repuestos y, en ocasiones, la escasez de estos recursos hizo que las cosas fueran muy críticas. Habían acelerado el proceso de desarrollo con demasiada rapidez y sus reservas de divisas eran muy bajas. Por lo tanto, no pudieron importar bienes de consumo y satisfacer las necesidades básicas de la gente”.

Estados Unidos, según el Che, debía empezar a hacerse a la idea de que no habría nunca un entendimiento, añadiendo que “no devolverían las propiedades expropiadas, las fábricas y los bancos”. Sí, habría elecciones, pero con un partido único. Por otra parte, existía el compromiso de no atacar Guantánamo. Y eso que se venía del lío de bahía de Cochinos, algo que divertía a Guevara que “continuó diciendo que quería agradecernos mucho la invasión, que había sido una gran victoria política para ellos, les permitió consolidarse, y los transformó de un pequeño país agraviado a un igual”.

El diálogo continuó con el deseo de seguir conversando de manera “más seria”. Los dos hombres se comprometieron a no comentar públicamente el encuentro, salvo a sus respectivos jefes.

Al día siguiente de la reunión, el delegado argentino llamó a Goodwin para decirle que el Che estaba contento por aquella entrevista, sobre todo porque le parecía más fácil poder conversar con alguien de “la nueva generación”.

John F. Kennedy no comentó el encuentro, pero en noviembre de 1963 envió un emisario para entrevistarse con Fidel Castro en La Habana. El mismo día de la reunión, Kennedy era asesinado en Dallas.