Desarrollo rural
El pueblo de 150 vecinos entre viñedos que rinde culto al tomate y cultiva más de 1.100 variedades
Este pequeño municipio vinícola y frutícola se ha convertido en ejemplo de reforestación, compromiso social y desarrollo rural en la España vaciada de la mano de la Asociación El Prao de Luyas
Este fin de semana es especial en la pequeña localidad vallisoletana de Piñel de Abajo. Un municipio de apenas 150 vecinos y ubicado entre numerosos viñedos en la comarca de Campos de Peñafiel, con fama vinícola y frutícola a lo largo de la historia. De hecho está considerado como el pueblo de los mil almendros, los mil cerezos y los mil ciruelos según el catastro del Marqués de la Ensenada del año 1752.
Y un pueblo que entre hoy y mañana domingo celebra uno de esos eventos marcados en rojo en el calendario: la Feria Ibérica del Tomate, que este año celebra su edición número 18. Un evento que reúne a más de dos mil personas y en el que, además, se lleva a cabo un Concurso Nacional e Internacional de Tomates, así como una singular, sabrosa y colorida exposición de tomates, uvas de mesa y frutales tradicionales y que se completa con talleres, catas y mucha diversión.
Esta cita estaba prevista hace dos semanas pero que las inclemencias del tiempo obligó a aplazar a una mejor ocasión, que ha llegado ahora llenando de visitantes el municipio, amantes y ávidos todos ellos de conocimiento de esta fruta, que tiene a Piñel de Abajo uno de sus mejores embajadores gracias a la labor de Eduardo Perote, técnico medioambiental, hortofruticultor, entre otras muchas cosas. También a El Prao de Luyas, la Asociación que preside este joven todoterreno desde hace16 años y de la que forman parte 150 socios con ganas de hacer cosas, y a los que les une su amor por esta tierra así como ayudar a quienes lo necesitan además de recuperar las tradiciones y señas de identidad del pueblo.
"Queremos mantener nuestra identidad y poner en valor el territorio y lo que somos, ya que si lo perdemos por desidia o por desconocimiento nos estaríamos pegando un tiro en el pie", asegura Perote a LA RAZÓN.
Una Asociación de tinte ecologista y solidaria que ha puesto en marcha numerosos proyectos sociales y comunales, como rehabilitación de antiguas viviendas que han comprado y están restaurando para alquilar a familias que quieran asentarse en la localidad y ayudar a fijar población, además de reforestaciones de árboles autóctonos de la zona como ciruelos, cerezos, encinas, robles u olmos.
Tal es así, que desde que se pusiera en marcha esta asociación han buscado alternativas al cultivo de secano aprovechando terrenos abandonados y perdidos en la zona, con cultivos como la trufa de verano y el pistacho, que son productos de un alto valor añadido, y han plantado más de 50.000 árboles, siete mil de ellos el último año. Además, en estos momentos desde El Prao de Luyas invierten en el pueblo más de 40.000 euros al año.
Un dinero que consiguen gracias a las distintas actividades y campañas que promueven, como la de Planta un Árbol y pon una teja, en la que el participante dona 4 o 5 euros para plantar un árbol, o colaborando como ya han hecho en el municipio vallisoletano de Villalar de los Comuneros durante la fiesta de la Comunidad el 23 de abril regalando una planta de tomate a todo aquél que reciclara un vaso de plástico.
Y con lo recaudado se sufragan gastos para material, como una máquina para hacer hoyos o para restaurar las dos viviendas que acaban de comprar o el último lagar del pueblo, que quieren recuperar y poner en marcha un Banco de Germosplama del Tomate para guardar allí y conservar las más de 1.150 variedades de tomate que cultivan en el pueblo y que venden también.
"Queremos guardar todas las variedades porque en el el futuro no sabes lo que te puedes encontrar", apunta Perote, quien recuerda que según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el 95 por ciento de las variedades tradicionales han desaparecido.
Respecto al tomate, señala que es un producto de alto valor añadido y ofrece un sin fin de posibilidades, ya que se puede utilizar para embotar, para salsa, para colgar o para disfrutar en una ensalada, pero también es fácil de manejar y cuidar ya que al ser una planta autógama ella misma se autopoliniza y permite el cultivo en numerosas variedades y en un pequeño espacio.
Cuenta que venden sus tomates a restaurantes de la zona y que han llegado a seis Estrellas Michelin e incluso a una empresa en internet de productos Gourmet, como es Tetramona. Y por cada caja que vende, un euro se destina a la reforestación.
Y es más, presume de haber ganado varios premios, trece en concreto, tanto a nivel nacional, regional y provincial, tres de ellos de manera consecutiva en la Diputación de Valladolid, gracias a otros tantos proyectos de investigación relacionados con el tomate y la fruticultura.
Pero además de recuperar las señas de identidad del pueblo, desde esta asociación se investiga mucho y se buscan sinergias con otras entidades, coleccionistas, restauradores, investigadores y expertos como con los cultivadores de cerezas en el Valle del Jerte con los que mantienen una relación muy estrecha, para seguir aprendiendo y mejorar, pero también aprovechar esos conocimientos adquiridos para divulgarlos también.
"Nos hemos dado cuenta de que podemos hacer las cosas cometiendo errores pero aprendiendo de los que saben y nos hemos hecho invencibles ante muchos problemas a los que ahora sí que sabemos hacer frente", apunta el presidente de El Prao de Luyas, quien recuerda que hace siete años pusieron en marcha la Feria de Fruticultura en la que enseñan a podar a injertar y a cuidar los frutales. "Este es el espíritu de lo que hacemos, además de intentar dar vida al municipio", relata.
Biodiversidad
Una de las cuestiones que más le preocupa es la pérdida de biodiversidad en el medio rural y de ahí su compromiso con la agricultura ecológica. Considera que esta biodiversidad está en grave riesgo. En este sentido, es muy crítico con las concentraciones parcelarias que se están llevando a cabo por toda Castilla y León así como con la PAC que en su opinión está provocando que la gente se marche de los pueblos.
"El problema es que esta concentración parcelaria está simplificando los cultivos y provocando que los agricultores compitan entre ellos y la agroindustria se está beneficiando pagando los productos a un menor precio que luego compensa con las subvenciones", advierte Perote, para quien el planteamiento debería ser distinto y habría que promover la entrada de productos de más valor añadido, diversificar y transformar mediante iniciativas locales que pongan en valor el patrimonio natural y recupera las variedades locales agrícolas y forestales.
"En la asociación es lo que pretendemos y tratamos de ser una empresa de agricultura social ya que los beneficios que obtenemos de lo que cultivamos y vendemos se destina a la cultura o a vivienda", destaca Perote, mientras recuerda que la primera casa que compraron entre 37 personas de la asociación por 18.000 euros sin subvención, tras restaurarla ahora la alquilan por 160 euros al mes a una familia que llegado al municipio a vivir.
También llevan a cabo otras actividades que suelen realizar los sábados, que es el día en el que pueden juntarse más voluntarios, como colocaciones de riego; desbroce de fuentes y plantaciones; colocación de mallas de hierro protectora en frutales contra el corzo; colocación de protectores asombradores en reforestaciones e incluso correcciones hidrográficas en los alrededores del municipio mediante diques por las zonas de las cárcavas y las vaguadas con el objetivo de evitar arrastres cuando hay tormentas, como la última que se produjo este verano en la que cayeron más de 50 litros por metro cuadrado en una hora, así como una forma de poder almacenar agua para cuando vienen mal dadas y hay sequía.
Iniciativas que tienen también como objetivo ahorrar agua y aprovechar el que hay al máximo para poder cultivar y plantar todas las variedades de frutas, hortalizas y árboles que llevan a cabo. "Conservar el agua de la lluvia allí donde se genera es siempre fuente de riqueza y vergel", apunta Perote, firme defensor de llevar a cabo sencillas infraestructuras como balsas para almacenar el agua de escorrentía, zanjas de infiltración o rehabilitación de manantiales para aumentar la humedad, fertilidad, biodiversidad y calidad del suelo y, por ende, del propio territorio.
El Lagar de las Semillas
Como decíamos al principio, Piñel de Abajo es un pueblo históricamente vitivinícola y que ama el vino. Lo cuenta bien el historiador piñelano Miguel Ángel Aguado en su libro "Piñel de Abajo, historia de un pueblo y sus gentes", donde cita que en este municipio llegó a haber en el siglo XIX hasta 17 lagares de vino en los que se canalizaban más de 330 obradas de viñedo. Lagares que han desaparecido con el paso del tiempo salvo uno, el último que queda en pie en la zona de bodegas subterráneas de la localidad y que se conserva perfectamente en su estado original, con su viga, su huso, la pila, la piedra o la prensa.
Una bodega y un lagar que la asociación ha adquirido y que van a restaurar con el objetivo de ubicar allí el banco de germoplasma que ya tiene hasta nombre "El lagar de las semillas", para guardar las variedades de tomates y otras frutas que cultivan. "En una casa que se hunde y no se hace nada en ella se pierde una gran oportunidad", apunta Perote, mientras enumera algunos de los numerosos inmuebles que hay en el pueblo como bodegas, palomares, molinos e incluso un antiguo cuartel que se puedan recuperar y aprovecharlos para darles un nuevo uso, ya sea como vivienda, como lugar de exposiciones, Museo Etnográfico o por qué no, para acoger una escuela de pastores que cree que es necesaria en una zona como esta, cercana al Valle del Esgueva también donde siempre ha habido y hay ovejas y corderos.
"Hace poco me reuní con el presidente de la Diputación de Valladolid, Conrado Íscar y le comenté que se podría crear una partida económica para que los ayuntamientos de los pueblos puedan comprar este tipo de inmuebles identitarios y darles un nuevo uso cultural o social que sirva para dinamizar la zona", señala este joven piñelano quien advierte de que las instituciones muchas veces se lían a construir polideportivos mientras se olvidan de este tipo de edificios históricos.
El lagar se encuentra en el mismo centro de la calle de las bodegas y da, a su vez, entrada a la bodega más larga del pueblo que atraviesa por completo la ladera donde se asienta la iglesia de Piñel de Abajo, según cuenta Perote a este periódico, para quien si se perdiera este lagar sería algo "imperdonable" e "irremplazable" en el patrimonio histórico y cultural de la localidad.
Un lugar que, según avanza este piñelano, se convertirá cuando terminen de restaurarlo, en el primer museo del pueblo pero también en el primer espacio museístico relacionado con las semillas y la biodiversidad agrícola cultivada. "Favorecerá a los pequeños agricultores extensivos y ecológicos a la hora de incorporar variedades singulares y autóctonas de mayor valor añadido, pero también a coleccionistas, investigadores y aficionados a la horticultura además de promover la importancia de conservar las variedades tradicionales de nuestras semillas", asegura.
Colmenares y mariposas
Por otro lado, desdela Asociación El Prao de Luyas han impulsado también la rehabilitación de colmenas como elemento esencial para recuperar los frutales y realizan talleres de extracción natural de la miel de forma artesanal. Igualmente, cuentan con una reserva de mariposas y han recuperado población de ranas e incluso tritones al crear en la zona tres charcas naturales. Y, por si fuera poco, también trabajan con cajas nido para aves rapaces, sobre todo cernícalos, con las que hacen frente a las plagas de topillos habituales en el campo cada año.
"Tenemos una tasa de ocupación en estas cajas nido del 75 por ciento con entre 30 y 40 ejemplares entre pollos y huevos al año de cernícalos", señala Perote, mientras apunta que una familia de esta ave se come al año unos 700 topillos, a los que hay que sumar culebras, zorros y otras aves como aguiluchos o gavilanes que coexisten en la zona.
Insiste en que uno de los objetivos que persiguen es naturalizar el paisaje, enseñar y reivindicar lo que tienen, que es mucho, como por ejemplo también las hortalizas de invierno que cultivan como el guisante, el puerro, la berza o la lechuga oreja de mulo, de la que presume de haber recuperado hasta 25 variedades.
Un pueblo con mucho arte
También persiguen revitalizar la vida del pueblo y evitar que se muera de despoblación. Y para ello también se apoyan en la cultura y en el arte. De hecho, las calles de Piñel de Abajo están llenas de murales, en concreto hay una quincena de ellos repartidos por el centro del municipio realizados por el artista Manuel Frías, que muestran la historia y singularidades del pueblo, además de tradiciones y oficios. Así, hay murales de un grupo de mujeres que representan a la fiesta de las águedas o el de un pastor con sus ovejas en el campo y un grupo de lobos acechando.
Y junto a la zona de bodegas hay varias esculturas de madera realizadas por Vicente Ávila que también representan tradiciones del pueblo, como una que representa al último matarife de Piñel de Abajo que aparece con su cuchillo y el cerdo al que está a punto de sacrificar.
Un municipio activo y que respira vida por los cuatro costados a pesar de su pequeño tamaño, que de la mano de la Asociación El Prao de Luyas no se resigna a despoblarse y mira con optimismo e ilusiones renovadas cada año en su afán por recuperar lo mucho y bueno que tiene desde una perspectiva comunitaria y social.
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