Don Juan Carlos
La Reina que siempre hizo lo que se esperaba de ella
Doña Sofía ha sido durante las cinco últimas décadas el soporte fundamental del Rey Juan Carlos y de la Monarquía española, con una actitud sin tacha plena de amor a España.
El reinado y la vida misma del Rey Juan Carlos no hubiera sido igual si junto a él, durante más de 55 años, no hubiera estado la Reina Sofía, esa «gran profesional», como la definió su marido hace ya unos cuantos años, o su compañera, la que ha estado siempre a su lado, tal y como ella se ve a sí misma desde que unió su vida a la del entonces incierto heredero de la Corona española. Cuando se enamoró de Juanito, el mayor de los Barcelona, ella, que era entonces la primogénita de los Reyes de Grecia, estableció el más firme de los compromisos con el joven Príncipe al que había elegido para ser el compañero de su vida: ser siempre la persona que le ayudara a conseguir su meta, ayudarle en todos los momentos buenos, malos o peores, por los que tuvieran que pasar y no ser nunca un obstáculo en el camino de él para recuperar la Monarquía en España.
Al tener tan claro su objetivo, Doña Sofía se puso manos a la obra para alcanzarlo desde el minuto uno de su llegada a la capital española. Lo primero de todo que tuvo que hacer es conseguir convencer a su suegro, el Conde de Barcelona, de que era inútil irse a vivir a Estoril, lugar del exilio del Jefe de la Casa Real española y su familia. Tanto ella como su flamante marido, dos jóvenes recién casados de tan sólo 24 años, vieron claro que recluirse en la ciudad costera portuguesa a esperar acontecimientos no era una decisión acertada, sino que lo mejor era instalarse en Madrid para estar cerca del poder y pelear para ir haciéndose un hueco en la vida social patria. Don Juan Carlos y Doña Sofía consiguieron su propósito, lo que les costó un primer enfado serio por parte de Don Juan de Borbón. Viajaron a Madrid y se instalaron en el entonces destartalado Palacio de la Zarzuela, espiados y controlados desde el primer día por los esbirros de Franco.
La Princesa se dio cuenta pronto que ella debía trazar su propia hoja de ruta de actuación puesto que nada había escrito sobre el papel que tenía que desempeñar la cónyuge del aspirante a heredero del trono español, a quien el dictador tampoco le tenía asignada labor alguna. Doña Sofía intentó llevar a cabo alguna tarea relacionada con la puericultura, estudios que aprendió en la Escuela de Mitera de Atenas, pero desde el Palacio del Pardo se le mandó el mensaje de que era muy inadecuado que ella trabajara en ese o cualquier otro campo de tipo social. A partir de entonces y hasta ahora mismo, la cónyuge de Don Juan Carlos tuvo que ingeniárselas a lo largo de cinco décadas y media para que su función, de princesa primero y de reina después, no fuera meramente decorativa sino llena de unos contenidos que le permitieran ser útil a los demás, el eje en torno al cual han discurrido sus ocho décadas de vida.
SER ÚTIL A LA CORONA
Lo que ha perseguido con ahínco la Reina Sofía siempre es que su labor complementara siempre la del Rey, sin interferir jamás en su tarea política como Jefe del Estado. El campo en el que ella se ha movido como pez en el agua ha sido el de lo social, el de ayudar a la ciudadanía a mejorar su calidad de vida, a acudir de forma inmediata junto a las personas cuando había alguna catástrofe o desgracia. Su capacidad de empatizar con la gente en momentos duros, de dolor o infortunio aliviaba el sufrimiento y la desesperación de unas gentes heridas en lo más profundo de sus almas. Pronto creó con la ayuda del Rey Juan Carlos la Fundación Reina Sofía, que empezó dando pequeñas donaciones a personas que escribían a Zarzuela para pedir ayuda y que fue creciendo a lo largo de los años hasta llegar a la construcción del Centro Alzheimer que hoy es ejemplo de atención, formación e investigación del mal que borra los recuerdos de las personas y deja sus mentes en blanco.
VISIBILIDAD A LA COOPERACIÓN ESPAÑOLA
La Reina se convirtió a mediados de los años 90, a petición de la Agencia Española de Cooperación Internacional, en la cara visible de la ayuda de España a los países subdesarrollados y en vías de desarrollo. Gracias a sus viajes a Centroamérica, África, al Magreb y al Sureste asiático los ciudadanos de nuestro país conocieron cuáles eran los logros de la política de cooperación española y su contribución a que hombres y mujeres de países pobres aprendieran un oficio o montaran pequeños negocios que les permitieran vivir dignamente. Doña Sofía conoció el sistema de microcréditos y lo apadrinó con entusiasmo de la mano de Mohamed Yunus, el banquero de los pobres. Viajó a tierras tan desoladas como el interior de Mauritania, para apoyar los esfuerzos de sus habitantes para sacar frutos del árido desierto, ascendió al altiplano andino de Bolivia y Perú, donde mujeres de manos encallecidas estrechaban la de la Reina de España para agradecerle su presencia en lugares tan dejados de la mano de Dios. En todos estos sitios, quedó el recuerdo de la ayuda de España gracias a la presencia de su Reina. Eso ha contribuido a que en todas las encuestas siempre haya estado en los primeros puestos de valoración ciudadana de la institución de la monarquía.
COMPATIBILIDAD Y APOYO
La figura de la Reina siempre ha acompañado a la del Rey, en todo momento, en los viajes por España o el extranjero, en los actos solemnes de jura de personalidades en el Palacio de la Zarzuela, en los encuentros con mandatarios que visitaban nuestro país. Ella ha sido su fiel compañera, incluso en los momentos más difíciles de su relación matrimonial, cuando era un clamor que los sentimientos que les unieron durante los primeros años de vida en pareja se habían roto, cuando dejaron de aparecer juntos con frecuencia. A pesar del dolor que le causaban y le siguen causando algunas noticias pasadas y presentes acerca de otras relaciones de Don Juan Carlos, ella ha mantenido siempre y mantiene en la actualidad su lealtad sin fisuras a su marido y a toda su familia. Incluida, por su puesto, a su hija Cristina y a sus nietos, a los que ha apoyado en las horas más bajas a pesar de que era un clamor en la opinión pública que los abandonara a su suerte.
Ella, Doña Sofía, va a seguir siendo útil a los demás hasta el día que exhale su último suspiro. Es y ha sido su eje en la vida y no va a dejar de serlo por nada del mundo. Por eso, pasará a la historia como una Reina que siempre hizo lo que se esperaba de ella, en su sitio, de la forma adecuada y siempre al servicio de la Monarquía y de la ciudadanía española.
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