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Pueblo
El pueblo de casas blancas con más encanto de Canarias tiene también el centro histórico mejor conservado
La villa se despliega como un espejismo encantado, donde su arquitectura se integra con suavidad en el paisaje
![Casco histórico de Teguise (Lanzarote).](https://fotografias.larazon.es/clipping/cmsimages02/2024/04/18/4EE2C516-A361-43CF-A551-BCD7C57457D9/casco-historico-teguise-lanzarote_98.jpg?crop=1024,576,x0,y30&width=1900&height=1069&optimize=low&format=webply)
Lanzarote, conocida como "la isla diferente", se presenta como un destino que va más allá del turismo tradicional de sol y playa, buscando conectar al viajero con su rica cultura, naturaleza y el singular paisaje volcánico que la define. Entre los numerosos rincones que permiten sumergirse en su esencia, resalta Villa de Teguise, un pueblo que fascina por su carácter único y su capacidad para transportar a quien lo recorre a través de un viaje en el tiempo, revelando la historia y las tradiciones que forman el alma de la isla.
La villa se despliega como un espejismo encantado, donde su arquitectura se integra con suavidad en el paisaje, formando un conjunto armónico que parece emerger de la tierra. Sus casas, de perfil bajo, se entrelazan con las torres y monumentos que puntúan el horizonte, todo envuelto en un blanco resplandeciente que resalta las puertas verdes, los balcones de madera y las calles empedradas, creando un escenario que parece sacado de otro tiempo.
Teguise, municipio de la provincia de Las Palmas, se extiende a lo largo de una franja de costa que va de oeste a este, abarcando 263 km² y consolidándose como el más grande de la isla. Este vasto territorio alberga diversas localidades, siendo la Real Villa de Teguise el núcleo central, erigiéndose en el corazón del municipio, en el interior de la isla.
Una historia ancestral
La historia de Teguise se remonta a sus orígenes como un asentamiento aborigen, que con el paso del tiempo fue transformándose en una aldea. Tras la conquista de los pueblos normandos, Maciot de Bethencourt, sobrino de Jean de Bethencourt, fue el encargado de fundar oficialmente la villa. De este modo, Teguise se convirtió en la tercera población europea establecida en las Islas Canarias, después de San Marcial del Rubicón y Betancuria, ambas en la isla de Fuerteventura.
Su ubicación estratégica, a los pies de una imponente atalaya que ofrece vistas panorámicas de los alrededores y resguardada de los vientos alisios, convirtió a Teguise en un lugar idóneo para el crecimiento y desarrollo, consolidándose como la principal urbe de la región, como finalmente ocurrió. Conocida como la Gran Aldea y nombrada en honor a la esposa de Maciot, hija del último rey indígena, Teguise fue la capital de Lanzarote hasta 1852, cuando la sede administrativa se trasladó a Arrecife.
Una villa que desafía el paso del tiempo
Desde la primera mitad del siglo XVI, Teguise experimentó un rápido crecimiento, favorecido por su capacidad para aprovechar los recursos hídricos y naturales de la isla, esenciales para los cultivos. Este auge estuvo estrechamente vinculado al florecimiento de una arquitectura única, que dio lugar a una serie de monumentos y edificaciones de incalculable valor, entre ellos conventos, templos y las majestuosas casas de los habitantes más adinerados, dejando un legado de belleza y riqueza histórica que perdura hasta el día de hoy.
La prosperidad de la villa la convirtió en un blanco atractivo para los saqueos piratas, lo que impulsó la construcción del imponente castillo de Santa Bárbara como medida defensiva. Durante siglos, Teguise desempeñó el rol de capital, actuando como una ciudad-estado desde la que se coordinaba la actividad de toda Lanzarote. Sin embargo, la pérdida de su estatus capitalino en el siglo XIX supuso un duro golpe que sumió a la villa en una grave crisis económica.
Curiosamente, esas décadas de precariedad y penurias contribuyeron a que Teguise se mantuviera casi inalterada, preservando su esencia y su patrimonio intactos. En medio de la evolución de los movimientos artísticos, urbanos y arquitectónicos de los siglos XIX y XX, la villa permaneció ajena a esos cambios, lo que nos ha dejado un pueblo lleno de encanto, en el que es posible viajar a través de la historia, explorando sus calles y descubriendo su carácter auténtico.
Un centro histórico único
La Villa de Teguise es, sin duda, una escapada imprescindible en cualquier época del año, ofreciendo una faceta deCanarias menos conocida pero igualmente fascinante. Su centro histórico, el mejor conservado de todo el archipiélago, despliega una autenticidad que se ha mantenido intacta a lo largo del tiempo. Declarado conjunto arquitectónico, histórico y artístico, Teguise invita a sumergirse en su esencia, revelando un legado único que cautiva a quienes buscan descubrir el alma verdadera de la isla.
Desde la Villa de Teguise, se abren numerosas rutas que permiten explorar otros pintorescos pueblos cercanos o simplemente disfrutar de la naturaleza y los paisajes volcánicos que caracterizan Lanzarote. Entre estas rutas, destaca especialmente la dedicada al renombrado artista César Manrique. Este recorrido incluye el encantador Pueblo Marinero, el impresionante Jardín de Cactus y, por supuesto, la visita imprescindible a la Fundación César Manrique, donde el legado del artista se fusiona perfectamente con la singularidad del paisaje, ofreciendo una experiencia cultural única.
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