Las ministras de Hacienda y Sanidad no dejan indiferente a nadie en el sector: o se las odia o se las quiere

La llegada de Carmen Montón al Ministerio de Sanidad y la de María Jesús Montero a Hacienda ha desatado un temblor sísmico en el sector sanitario. Los autodenominados defensores del sistema público aplauden el desembarco de la valenciana y la andaluza en Madrid. También se encuentran esperanzadas las enfermeras, pues el PSOE apoyó darles un mayor rol en la prescripción de determinados productos, y los fabricantes de algunos fármacos, como los biosimilares, para los que han llovido elogios desde el PSOE. Los médicos se encuentran a la expectativa, aunque tienen la mosca detrás de la oreja ante posibles límites adicionales a la hora de recetar. Menos eufóricos se muestran los laboratorios de fármacos innovadores y los representantes de la Sanidad privada. Los primeros temen que Hacienda impulse una renegociación del pacto suscrito con Montoro para que sus aportaciones al sistema sanitario no queden sólo supeditadas a la evolución del PIB nominal, y puedan llegar a más. Esto y la extensión de las subastas andaluzas causan verdaderos dolores de cabeza a los directivos de más de una compañía. Para los segundos, lo ocurrido con el modelo Alcira en Valencia provoca auténtico pavor. Los conciertos pueden saltar por los aires, pero no parece probable que haya un cambio legislativo para vetar las nuevas fórmulas de gestión, pues el Gobierno carece de mayorías suficientes para ello.