Asia
Tras lento inicio, la vacunación se dispara en zonas de Asia
Camboya fue uno de los primeros países de la región en iniciar su campaña de vacunación, el 10 de febrero, dos meses más tarde que Estados Unidos y Gran Bretaña
(AP). Cuando Camboya empezó a vacunar contra el COVID-19, las filas se extendían por calles enteras y la gente dejaba los zapatos en su puesto para guardar el sitio mientras se cubrían del sol. Pero tres meses más tarde, apenas el 11% de la población había recibido al menos una dosis. En Japón, un país mucho más rico, hicieron falta dos semanas más para llegar a esa cifra.
Ahora los dos países tienen tasas de vacunación entre las mejores del mundo. Son dos de los países en la región de Asia-Pacífico que comenzaron despacio sus campañas de inmunización pero después han adelantado a Estados Unidos y muchos países europeos.
Entre los países con altas tasas hay estados ricos y pobres, algunos muy poblados y otros menos. Pero todos tienen experiencia con enfermedades infecciosas como el SARS y sólidos programas de vacunación, y muchos supieron diversificar los riesgos al hacer encargos a varios fabricantes.
La mayoría empezaron a vacunar relativamente tarde debido a un exceso de confianza por la baja tasa de contagio, problemas iniciales de suministro y otros factores. Pero cuando lo hicieron, las cifras disparadas de muertos en Estados Unidos, Gran Bretaña e India ayudaron a persuadir incluso a los escépticos para que se inmunizaran.
“Sí me preocupaba, pero en este momento vivimos bajo la amenaza del COVID-19. No hay más opción que vacunarse”, dijo Rath Sreymon, que se apresuró a llevar a su hija, Nuth Nyra, de 5 años, una vez Camboya abrió la vacunación a su grupo de edad este mes.
Camboya fue uno de los primeros países de la región en iniciar su campaña de vacunación, el 10 de febrero, dos meses más tarde que Estados Unidos y Gran Bretaña. Como en otros puntos de la región, la operación comenzó despacio, y para principios de mayo, cuando la variante delta empezó a extenderse con rapidez, apenas el 11% de sus 16 millones de personas habían recibido al menos una inyección, según Our World in Data. Es en torno a la mitad de lo que había conseguido Estados Unidos en ese tiempo y un tercio del avance en Gran Bretaña.
Camboya ha vacunado ahora al 78% de su población, frente al 58% de Estados Unidos. Ahora ofrece dosis de refuerzo y estudia ampliar su programa a los niños de tres y cuatro años.
Desde el principio, ha tenido una fuerte demanda de la vacuna. La apertura de la campaña a la población general, en abril, coincidió con un enorme pico de contagios en India, acompañado de macabras imágenes de piras de cuerpos ante crematorios abarrotados.
El primer ministro, Hun Sen, aprovechó sus estrechos lazos con Beijing para conseguir casi 37 millones de dosis de China, algunas de las cuales fueron donadas. La semana pasada declaró que la “victoria de vacunación” de Camboya no habría sido posible sin ellas. El país también recibió grandes donaciones de Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña y del programa internacional COVAX.
Aun así, hizo falta un tiempo para conseguir suministros suficientes, y muchos países de la región que comenzaron más tarde sus campañas tuvieron aún más problemas, especialmente cuando el principal productor de la región, India, suspendió las exportaciones de vacunas durante su ola de primavera.
“Desde luego, conseguir el suministro fue muy importante para los países a los que les ha ido especialmente bien”, dijo John Fleming, director de salud en Asia Pacífico para Cruz Roja. “Después está el aspecto de la creación de demanda, claramente esto consiste en conseguir el interés de la población y de llegar a grupos marginalizados”.
Al principio de la pandemia, muchos países de Asia impusieron estrictas normas de cuarentena y viaje que mantuvieron el virus a raya. Mientras las vacunas se distribuían a buen ritmo en otros lugares, esas cifras en ocasiones se volvían en su contra porque daban a algunas personas la impresión de que vacunarse no era urgente.
Pero cuando la virulenta variante delta empezó a castigar la región, los contagios subieron y más gente se animó a pedir cita.
Algunos países, como Malasia, hicieron esfuerzos adicionales para asegurarse de que se ofrecía la vacuna incluso a los grupos más difíciles de alcanzar. El gobierno recurrió a Cruz Roja para vacunar a personas que viven en el país sin permiso de residencia y otros grupos que podrían haber temido acudir a un centro gubernamental de vacunación.
“Hicimos la vacuna accesible para todos, sin preguntas”, dijo el profesor Sazaly Abu Bakar, director del Centro Educativo y de Investigación sobre Enfermedades Infecciosas Tropicales.
Como en Camboya y Japón, Malasia avanzó despacio en sus tres primeros meses y dio su primera dosis a menos del 5% de sus 33 millones de habitantes en ese periodo, según Our World in Data.
Pero cuando los casos subieron, Malasia compró más dosis y estableció cientos de centros de vacunación, incluidos grandes espacios que podían administrar hasta 10.000 dosis al día. El país tiene ahora al 76% de su población totalmente vacunada.
Hasta la fecha, una docena de países del Asia-Pacífico han vacunado a más del 70% de su población o están a punto de hacerlo, como Australia, China, Japón y Bután. El 92% de la gente está vacunada en Singapur.
Sin embargo, algunos países en Asia han seguido teniendo problemas. India celebró en octubre que había puesto mil millones de dosis, pero con una población de casi 1.400 millones de personas, eso supone que apenas el 29% de la gente tiene la pauta completa. Indonesia comenzó antes que la mayoría, pero también ha perdido velocidad, en parte por el desafío de llevar su campaña a las miles de islas que forman su archipiélago.
El programa de vacunación de Japón ha sido especialmente lento, que avanzaba a duras penas mientras el mundo se preguntaba si podría acoger los Juegos Olímpicos. No comenzó hasta mediados de febrero porque requería ensayos clínicos adicionales sobre personas japonesas antes de comenzar, algo muy criticado como innecesario. También tuvo problemas de suministro al principio.
Pero después dio un salto. El entonces primer ministro Yoshihide Suga recurrió al personal médico militar para gestionar centros de vacunación en Tokio y Osaka y forzó resquicios legales para permitir que dentistas, paramédicos y técnicos de laboratorio vacunaran junto a médicos y enfermeras.
El número de dosis administradas subió a unas 1,5 millones en julio, y el país ha vacunado ahora en torno al 76% de su población. Buena parte del éxito de Japón se debe a la respuesta del público, dijo Makoto Shimoaraiso, alto funcionario responsable de la respuesta de Japón al COVID-19.
En Japón, muchas personas son escépticas hacia las vacunas en general. Pero tras ver cómo se disparaban las muertes en todo el mundo, eso no ha sido un problema.
De hecho, Kiyoshi Goto, un japonés retirado, ya pide su siguiente dosis mientras mira con aprensión al aumento de los casos en Europa.
“Quiero ponerme una dosis de refuerzo porque nuestros niveles de anticuerpos están bajando”, dijo el hombre, de 75 años.
En Phnom Penh, Nuth Nyra estaba feliz de recibir su primera dosis, y dijo que antes tenía miedo del COVID-19, pero ya no.
“Sentí un poco de dolor cuando me pusieron la vacuna”, dijo la niña en un centro de vacunación a las afueras de la capital de Camboya. “Pero no lloré”.
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