"Méritos e infamias"
Las no zambombas de Jerez
"Lo que sucede estos días no es más que un sucedáneo, un refrito cateto de lo que en su momento se vivía en una ciudad íntima"
Como todo lo que toca la masa y acaricia el dinero, las zambombas de Jerez se han ido por el sumidero del éxito. Tal cuál y con ella el prestigio, una vez más, de una ciudad que aspira a convertirse en Capital Europea de la Cultura. «¡Nanay!», y menos con el espectáculo bochornoso de esta suerte de Sanfermines o Tomatina a la jerezana. Un espanto para cualquiera que haya conocido lo que quedaba de las viejas zambombas con solera de las casas de vecinos con una botellita de vino dulce, una bandeja de pestiños y se acabó. Durante años agradecí al patrón de los pamploneses que a Hemingway le dio por visitar los encierros y no la Semana Santa, ahorrándonos los millones de turistas borrachos que gracias a «Fiesta» se cargaron el 7 de julio. Pues mi gozo en el pozo, todo lo que no consiguió el escritor y periodista antes de pegarse un tiro lo lograron las redes sociales. Ahora todo el mundo quiere grabar y salir en la pantalla del móvil haciendo cualquier cosa y diciendo que estuvo en Sevilla, en Cádiz y ahora en Jerez haciendo el vaina. Lo consiguieron con los Carnavales de Cádiz y con la Semana Santa de Sevilla, ambas fiestas desbocadas, desmesuradas y tomadas por el «Síndrome de Albuñol» donde el éxito se mide en la capacidad para meter cuanta más gente en las calles suceda lo que suceda en ellas. No les llamen zambombas, porque ya dejaron de existir hace mucho tiempo, y sepan que lo que sucede estos días en Jerez no es más que un sucedáneo, un refrito cateto de lo que en su momento se vivía en una ciudad íntima, pero abierta a todos, donde la Navidad llegaba con unas fiestas medidas, con clase, sin ánimo de lucro donde lo importante era verle la cara a los amigos y familiares al son de unos villancicos. «No era esto», me lamento yo también, no eran esto.
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