Entrevista
María Morales: «¿Planas? Quien debe defendernos en Bruselas parece ir contra nosotros»
Empoderar al agricultor, gran reto en el primer mandato de la nueva presidenta de Asaja-Sevilla, pasa por hacerse respetar en la UE; lamenta que los políticos hayan «dejado de pisar el campo»
«En el momento en el que la sociedad tiene cubiertas sus necesidades se olvida de todo». Los médicos y los agricultores fueron «los salvadores del mundo» durante la pandemia. «Mira cómo están unos y cómo estamos los otros». María Morales, nueva presidenta de Asaja-Sevilla, cree que ha llegado el momento de «empoderar de nuevo a la agricultura y a la ganadería». Con un mensaje sin ambages, esta licenciada en Económicas y especialista en Comercio Internacional conoce el campo de primera mano y es una defensora a ultranza del producto local: «La gente está convencida de que la comida es eterna, pero no lo es. Y nos tienen que ayudar».
Asumió hace solo unos días la «gran responsabilidad» de suplir a Ricardo Serra –tras tres décadas en el cargo–. Para ello cuenta con «un equipo envidiable». Su objetivo es seguir la línea marcada por su antecesor, aunque «con problemas distintos» en una agricultura y una ganadería condicionada por Bruselas y los muchos «agentes satélites» que giran alrededor del sector. En esa vuelta a los orígenes que propugna, Morales considera básico aprovechar la reacción que las tractoradas de febrero provocaron, por fin, en la Unión Europea. «Hay que seguir insistiendo. La UE se ha hecho tan grande y su estructura, tan complicada, que para llegar a conseguir algo se necesita mucho tiempo», admite. El problema, a su juicio, es que «quien debe defendernos en Bruselas parece ir contra nosotros». Se refiere al ministro Luis Planas y a una relación casi irreconducible: «Si te sientas con una persona y te miente, no te vuelves a sentar. No te apetece», admite. Hoy el Gobierno se ve como un enemigo del campo en vez de un aliado. Por ello pide «claridad, transparencia y voluntad» para solucionar los problemas. No se puede olvidar que Planas negó categóricamente las millonarias pérdidas que la Plan Estratégico de la nueva PAC ha generado, especialmente en la provincia de Sevilla –60 millones de euros al año.
Hacen falta cláusulas espejo en los países de origen de las importaciones, mayor flexibilidad en el cumplimiento de los retos medioambientales y no asfixiar más al empresario del campo con burocracia. Cuestiones conocidas pero que los políticos no atienden, en gran medida porque «han dejado de pisar el campo». Morales lamenta la pérdida de la «interlocución directa» con el sector. En la actualidad se escucha más lo que dicen del campo los «satélites» que «pivotan alrededor del agro» que a quienes de verdad «hacen campo». «Todo el mundo sabe de bienestar animal, de tal plaga, de la abeja de no se qué...», insiste Morales, que siente que «se demoniza» al sector en determinados círculos.
Esos «grupos de presión» dificultan más aún no ya el relevo generacional, sino la continuidad de grandes y pequeños agricultores en el campo en una situación complejísima de por sí, principalmente por la sequía y por los bajos precios. «Voy a ser un martillo pilón con el agua, las reservas vuelven a estar muy bajas, al 28,5%. Hay que estar 24 horas hablando del agua. En Sevilla hace falta y debajo de la tierra hay agua y se va al mar. ¿Por qué no se hacen balsas que se llenen de escorrentías? La Administración es consciente de la situación, pero no ejecuta lo aprobado. Entre Estepa y Écija hay 11.000 hectáreas aprobadas para que pasen a riego, igual que el recrecimiento del Agrio y siguen sin plantearse soluciones como microembalses. Todo eso daría mucha riqueza», expone Morales. En Sevilla, en particular, si no llueve no se podrá sembrar cereal. «Estamos como el año pasado antes de que lloviera», puntualiza.
«Han sido las hectáreas de riego las que han permitido que hayamos tenido aceite»
Y no le da miedo hablar de regadío, satanizado por muchos, porque permite la «seguridad alimentaria» y porque está demostrado que las comunidades de regantes hacen un uso escrupuloso del agua. «Somos los primeros que no queremos quedarnos sin agua», recuerda. De hecho, si no fuera porque el 40% de la superficie de olivar es ya de riego no se habría llegado a las 600.000 toneladas de aceite la pasada campaña. «Han sido las hectáreas de riego las que han permitido que hayamos tenido aceite», subraya.
Los bajos precios
El otro hándicap constante en el campo son los bajos precios. «La ley de la cadena alimentaria ha sido un fracaso absoluto», recuerda la nueva presidenta de Asaja, que considera que el Gobierno «ha intentado maquillar» la norma tras las reivindicaciones del sector, pero la consecuencia solo ha sido «más burocracia». «Se hartan de importar productos mucho más baratos y nos comparan, por lo que al final tienes que vender al precio de la importación», concluye Morales.
A su juicio, hay que analizar de verdad qué se está haciendo en la gran distribución porque hay ejemplos sangrantes, como que un agricultor venda a 2,80 euros el kilo de almendras y luego en el supermercado se compren a 12 euros. «Y en medio no hay tanta gente», insiste. La situación se repite en otros sectores como los cítricos. Y Morales apuesta por «defender el productor propio». Quien vende el producto en la cooperativa, en el comercio privado o en el supermercado «tiene que formar a la gente y decirle lo que cuesta» porque «los agricultores ya no podemos ser más eficientes». Los bajos precios se repiten en las liquidaciones de cereales o girasol, que se venden por debajo de los costes. Y en el sector del algodón, «Sevilla es una provincia algodonera», los empresarios permanecen «encorsetados» porque no pueden combatir las plagas o no se puede hacer un uso libre de las materias activas con lo que la campaña, después de años duros, ha seguido sin ser rentable para los agricultores.
Falta mano de obra
Otro de los grandes problemas es la falta de mano de obra. «Con la ley de la reforma laboral han querido aplicar en el campo una ley general, algo imposible: «Sobra personal o nos falta». Y es que si no hay agua, no hay necesidad de mano de obra. «¿Ahora qué hago con los fijos-discontinuos que me han dicho que haga?», se pregunta retóricamente. La eventualidad del campo implica «rotación» por las distintas campañas, pero la «rigidez implantada nos encorseta más aún».
El problema se agrava porque no hay especialización. Se han alcanzado acuerdos como el del sector de la aceituna de mesa con el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) y el Ministerio de Trabajo para que los trabajadores se inscriban en las ofertas directamente, pero es que, por ejemplo, «no hay tractoristas» y hace falta «formación».
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