Entrevista

Paloma Sánchez-Garnica: "Sin libertad de prensa la democracia se apaga"

La ganadora del premio Planeta reflexiona en su novela «Victoria» sobre el racismo, la discriminación ideológica, las guerras y la poderosa desinformación

La escritora Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del Premio Planeta
La escritora Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del Premio Planeta Miquel GonzalezShooting

Paloma Sánchez-Garnica firma el premio Planeta más comprometido de los últimos años. Una novela que alerta, denuncia y ofrece esperanzas sobre el racismo, la discriminación ideológica y las guerras, que hoy se juegan a fuego cruzado desde la trinchera de la desinformación. «Victoria» es el trabajo de una activista de la lectura como herramienta contra la manipulación. «Una sociedad leída es capaz de plantar cara a los intolerantes», dice convencida.

En una guerra solo algunos ganan, pero son mayoría los que pierden. Es el caso de los civiles alemanes: sin espíritu nacional, almas rotas, descorazonados. La vida divida en dos por un muro.

En una victoria siempre hay alguien que pierde, y en este caso son los civiles, mujeres, niños, ancianos y los soldados rasos, que volvían humillados y derrotados. Culpan a los alemanes de todos los males del mundo, les cae el peso de la desnazificación. Sin embargo, los que realmente tuvieron responsabilidades contaban con un salvoconducto: la información, que es mucho poder.

Berlín comenzaba entonces su particular crepúsculo de los dioses, su ocaso.

Se apagaron las llamas, se silenciaron las bombas y apareció la miseria, que llevaba ya tiempo instalada. Empieza a fraguarse la guerra fría y solo queda subsistir, sobrevivir a cualquier precio. En ese momento, al pueblo alemán no le quedó otra que guardarse en el bolsillo los valores morales, la dignidad y hacer lo que hubiera que hacer por aquellos a los que amas. Sea lo que sea.

Fue un gran laboratorio de la política de bloques, de guerra cultural. El gran núcleo de las conspiraciones mundiales.

Stalin quería quedarse por completo, nada de otras potencias mundiales como huéspedes. Por eso la convirtió en la ciudad más peligrosa del mundo. Contaba con el mayor número de espías por metro cuadrado. Se jugó un partido decisivo en la lucha entre el comunismo y el capitalismo, una forma de ver tan distinta la vida, la economía y la sociedad.

Al otro lado del Atlántico, no iban mejor las cosas. El racismo participaba en ese gran primer ensayo del «American first».

Era una democracia con fallas graves. Las leyes Jim Crow de segregación racial inspiraron las de Nuremberg en 1935 de los propios nazis en las que se legitimaba la discriminación contra los judíos. Consiguieron abolir la esclavitud, pero no se sacudieron la petición de los estados del sur que establecía que los negros eran iguales … pero separados. Eran culpables por el hecho de ser negros, no tenían derecho ni a ser defendidos.

Y luego la caza de brujas.

Todo el hostigamiento y acoso que se vio de los nazis contra los judíos, también se practicó en EEUU con negros y a quienes se le colgaba la etiqueta de comunista. Se señaló a mucha gente por un simple contacto con alguien que pudiera ser sospechoso de ser comunista, o que alguien delatara a otro por el hecho de evitar problemas. Se instaló el veneno del miedo en la sociedad norteamericana a una amenaza incierta, un enemigo que se inventaron. Había una psicosis nuclear y bajo esa supuesta amenaza del comunismo se cercenaron sin tapujos las libertades tanto civiles como individuales de muchos norteamericanos.

Asistimos a la época dorada de la mentira.

Exacto, donde el periodismo mostró las dos caras de la moneda. Sin libertad de prensa una democracia se apaga y se mantendría en la oscuridad. Pero es muy tentadora para el poder, que puede utilizarla, mediante filtraciones, para la publicación de noticias falsas en su beneficio. Ejercer una presión que suponía la muerte social del individuo, el estigma de un grupo. Por eso, es importante asumir la responsabilidad de no dejarse manipular por esa propaganda. Aprender a cribar, no creerte lo primero que entra en tu pantalla aunque esté en la armonía con tus principios o encaja en tu mentalidad.

De aquellos lodos, la máquina del fango de hoy.

El poder se esconde en este eslogan ahora recuperado para evitar dar explicaciones públicas. Cuando no tengo argumentos pues en vez de explicar dicen que todo es fango, mentira, que no es real. Pero para eso está el periodismo, para contar lo que otros quieren ocultar.