"Negro sobre blanco"

Una justa reivindicación

“Hay un sorprendente paralelismo entre lo que debió vivir Amparo Muñoz en el rodaje de muchas de sus películas, en las que lo primordial era mostrarla desnuda pese a sus intentos por evitarlo, y lo que siente la magnífica Romy Schneider, que comparte con la malagueña más elementos personales y profesionales de lo que pueda pensarse, en una secuencia de “Lo importante es amar””

Amparo Muñoz en "Dedicatoria"
Amparo Muñoz en "Dedicatoria"La RazónLa Razón

Quien haya leído las memorias de la malagueña Amparo Muñoz, “La vida es el precio”, coescrita por el periodista granadino Miguel Fernández, pensará indefectiblemente que esta mujer, precisamente fallecida hace diez años, tuvo muy mala fortuna en la vida, pese a que algunos hechos (la obtención de Miss Universo, por ejemplo) apunten en la dirección contraria.

El gran director de fotografía andaluz Teo Escamilla consiguió en varias películas mostrar aún más hermosa a esta mujer que bien podría haber protagonizado una nueva versión del excelente documental “Juguetes rotos”, de Manolo Summers. Su particular descenso al infierno de las drogas, pésimas experiencias con sus parejas y la sistemática utilización de su cuerpo como reclamo en no pocas películas moldearon a una mujer que mereció mucha mejor suerte.

Para el firmante de estas líneas hay un sorprendente paralelismo entre lo que debió vivir Amparo Muñoz en el rodaje de muchas de sus películas, en las que lo primordial era mostrarla desnuda pese a sus intentos por evitarlo, y lo que siente la magnífica Romy Schneider, que comparte con la malagueña más elementos personales y profesionales de lo que pueda pensarse, en una secuencia de “Lo importante es amar”, de Andrzej Zulawski. Este fragmento, fácilmente localizable en una somera búsqueda en youtube, muestra el rodaje de una película, con Romy Schneider en la piel de una actriz en sus horas bajas, que no tiene más remedio que soportar los embates de una autoritaria directora; cuando la intérprete, al límite del derrumbe psicológico, dice que no puede hacer lo que le pide, la directora zanja la cuestión recordándole que firmó un contrato y que le pagan por hacerlo. No es en este momento donde se alcanza el clímax de la secuencia sino cuando entra en escena Fabio Testi (probablemente en su mejor papel) y comienza a fotografiarla; es entonces cuando Romy Schneider, consciente de que su desnudo emocional está siendo inmortalizado, estalla en lágrimas y justifica ese papel por la necesidad de sobrevivir mientras comienzan a sonar los acordes de la maravillosa música de Georges Delerue. Bastaría con cambiar pocas palabras de estos diálogos para que podamos llegar a entender qué pudo sentir Amparo Muñoz cada vez que era obligada contractualmente a desnudarse ante una cámara, tal como da a entender que sucedió en sus memorias. Éstas son siempre selectivas y no dejan de ser una versión subjetiva, pero en hay testigos de primera mano que confirman que, en al menos dos de sus películas, fue tal como ella lo relata.

Este décimo aniversario de su fallecimiento debería ser el punto de partida para la justísima reivindicación de una figura como la de Amparo Muñoz; de hecho, el citado Miguel Fernández ultima “La vida rota. La biografía definitiva de Amparo Muñoz” para Roca Editorial, que verá la luz en junio. Ella es poseedora de una filmografía al alcance de muy pocos, en la que no faltan algunos de los nombres más destacados del cine español, desde Carlos Saura hasta Fernando León, pasando por el recientemente fallecido Antonio Giménez Rico, muy elogioso con el trabajo de la malagueña, Pilar Miró y Vicente Aranda, entre otros muchos. Y para quienes aún duden de su valía como actriz, pese a los nombres citados, bastaría con que disfrutara de su gran trabajo en “Familia”, junto al gaditano Juan Luis Galiardo, para que la venda de los prejuicios, que tantos hemos portado, se cayera.