
Congreso Inlewy
Sin prueba diagnóstica para la demencia con cuerpos de Lewy no habrá tratamiento
El I Congreso Internacional en la enfermedad pone el foco en la importancia de hallar biomarcadores que puedan facilitar su detección y abordaje

La premisa es clara: «Si no podemos diagnosticar a los pacientes con demencia con cuerpos de Lewy (DCL) es muy difícil desarrollar un tratamiento». Quien lo dice es Katrin Beyer, investigadora del Hospital Germans Trias, de Barcelona, y una de las mayores expertas en la enfermedad, pues lleva estudiándola 24 años y desde 2010 lidera un grupo de investigación que trata de identificar biomarcadores para el diagnóstico diferencial de la DCL, de la que se estima que hay en España unas 120.000 personas afectadas.
A pesar de ser la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente (solo por detrás del alzhéimer), se desconoce casi todo sobre ella. Como prueba, Enrique Niza, presidente de la Asociación Nacional para la Investigación contra la DCL(Asinlewy), señala que en los últimos meses se han publicado apenas 600 artículos especializados en demencia con cuerpos de Lewy frente a los más de 18.000 dedicados al alzhéimer y los 12.000 al párkinson, «lo que pone en evidencia una falta de investigación en esta enfermedad», lamenta. Precisamente para tratar de revertir esta situación ha tenido lugar el I Congreso Internacional y Multidisciplinar sobre DCL (Inlewy), organizado por Asinlewy y celebrado esta semana en Albacete, en el que expertos como Beyer hablaron de su trabajo para desarrollar pruebas para detectar la enfermedad o hallar tratamientos para paliarla.
Investigaciones en marcha
La DCL se caracteriza por la acumulación de depósitos anormales de una proteína llamada alfasinucleína –que reciben el nombre cuerpos de Lewy– en las partes del cerebro que controlan la cognición, la conducta y el movimiento, si bien las causas que originan esta acumulación en las neuronas aún no están claras. «Hemos analizado los diferente ARNm del gen de la alfasinucleína y hemos encontrado que uno de ellos identifica a estos pacientes muy temprano, al principio de la enfermedad. Eso es muy importante, porque una vez que está establecida ya no se puede hacer nada y, cuanto antes se empiece a dar tratamientos que puedan enlentecer el ritmo de avance, mucho mejor», explica la experta. Porque es al principio de la enfermedad es cuando el paciente acude al neurólogo y este debe decir qué enfermedad es.
Ahora, lo que van a hacer es comprobar su efectividad: «Si se confirma tendríamos un biomarcador. Además, hemos encontrado correlación entre la expresión del ARNm y la duración de la enfermedad, ya que este está disminuido al principio de la enfermedad, pero con los años vuelve a niveles normales», continúa Beyer.
Porque la DCL empieza hasta 20 años antes de manifestarse. Consistente en la agregación de la alfasinucleína, hasta que se convierte en acúmulos definidos en las neuronas estos cuerpos de Lewy crecen durante seis meses y revientan la neurona. Y cuando hay muchas neuronas muertas es cuando aparecen los síntomas. Por eso la agregación de alfasinucleína aparece mucho antes de que la enfermedad dé síntomas. «Pensamos que nuestro biomarcador puede correlacionar inversamente con la tasa de su agregación en el cerebro. Esto puede ser muy interesante, porque se esta trabajando en el desarrollo de terapias de antiagregación de alfasinucleína, y este marcador podría indicar también si funciona el tratamiento», relata Beyer.
Lo que busca es validar el biomarcador encontrado, denominado Lewy-Dx. La prueba en sí es sencilla: un simple análisis de sangre (no una punción, como otros casos). De el trabajo, en fase de desarrollo temprana, aún no en ensayo clínico, confía en tener «resultados sólidos» dentro de unos años: «Espero que en dos o tres podamos tener la prueba en el mercado», calcula.
Tras cinco años de trabajo, actualmente están reclutando pacientes para probarlo: «Tenemos 50 ya y queremos llegar a 120. Aprovecho para decirlo, porque hay un problema muy grande en el reclutamiento son los pacientes ‘‘control’’ para saber que los resultados están bien». Los requisitos para participar como paciente control es ser mayor de 60-65 y no tener antecedentes de demencia o párkinson ni signos de deterioro cognitivo.
A parte de este biomarcador, están desarrollando otro que esperan se complemente con el primero. Se obtiene también en una simple extracción de sangre, pero lo que analizan aquí es el microARN plaquetario. «Parece que las plaquetas tienen mucho que ver con la DCL. Se sabe que interviene en la neurogénesis y se ha postulado que pueden ser el nexo entre la sangre y el cerebro porque este está muy protegido por la barrera hematocefálica y las plaquetas pueden atravesarlo. Creemos que este biomarcador de plaquetas ayuda a diferenciar la DCL del alzhéimer», explica, todo un logro pues ambas patologías se confunden en muchos casos.
«Hemos empezado hace un año, pero creemos que ambos biomarcadores se complementan y sería interesante utilizar los dos ya que el de ARN de sangre identifica a los pacientes en estadio temprano y monitoriza el tratamiento, y el de plaquetas sirve para distinguir alzhéimer y DCL», continúa.
El gran problema a día de hoy
Daniel Alcolea, neurólogo de la Unidad de Memoria del Hospital Sant Pau de Barcelona, ha sido otro de los especialistas en asistir a Inlewy. Él, como Beyer, busca biomarcadores que pueden mejorar el diagnóstico de la DCL y diferenciarla de otras demencias.
«La mayor parte de mi investigación se basa en la cohorte SPIN, un estudio longitudinal que iniciamos en 2009 en el hospital y que sigue a pacientes con diversas enfermedades neurodegenerativas, como alzhéimer, DCL y demencia frontotemporal, así como a voluntarios sin alteraciones cognitivas», cuenta. Sus hallazgos han contribuido a mejorar la comprensión de los mecanismos de la enfermedad, facilitando el desarrollo de herramientas para su detección temprana y seguimiento longitudinal. «Nuestros estudios también han permitido avanzar en la caracterización y estratificación de pacientes, lo que esperamos que pueda ayudar al diseño de ensayos clínicos dirigidos a subgrupos específicos de la enfermedad», prosigue.
Y es que hoy el diagnóstico de la demencia con cuerpos de Lewy se basa en una combinación de criterios clínicos y pruebas de apoyo, ya que no existe una prueba única y certera que dé la confirmación de manera definitiva. El proceso incluye una evaluación clínica minuciosa que abarca el historial médico, los síntomas cognitivos y motores, y la observación de características clave como alucinaciones visuales recurrentes, fluctuaciones en el estado cognitivo y síntomas parkinsonianos, como lentitud en los movimientos, temblor o rigidez, si bien el diagnóstico definitivo solo se puede confirmar mediante autopsia.
Por eso la identificación de biomarcadores para el diagnóstico diferencial de la DCL es tan importante. No solo «mejorará la toma de decisiones clínicas y el manejo de los pacientes. Además, facilitará la estratificación de pacientes, permitiendo identificar subgrupos dentro de la misma y personalizar los tratamientos. En el ámbito de la investigación, un biomarcador validado será clave para el desarrollo de nuevas terapias, ayudando a medir su eficacia y a seleccionar a los pacientes más adecuados para ensayos clínicos», asevera Alcolea.
Por no decir que los afectados y sus familias tienen derecho al diagnóstico: «La postura de muchos laboratorios es que como no tiene tratamiento no les interesa financiar un biomarcador. Pero los pacientes merecen saber a qué se enfrentan. Y este me parece un argumento más que adecuado», concluye Beyer.
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