Pedro Almodóvar
Pedro Almodóvar tardó bastante tiempo en encontrar la casa de Agustina para el rodaje de Volver. El personaje que interpretó Blanca Portillo necesitaba un corrala abierta al pueblo que mostrase el verdadero carácter manchego de su dueña. Paredes encaladas, ventanas cerradas y grandes espacios. Tenía que mostrar grandiosidad al mismo tiempo que soledad, algo que finalmente localizó en una de las viviendas típicas de Almagro. En frente de su playa mayor se abría a las cámaras el que sería el misterioso mundo de la vecina de Penélope Cruz. Al menos, en la ficción. “Adoro la austeridad de estas calles, el suelo empedrado, las ventanas de hierro negro, sin macetas, limpias de cualquier tipo de adorno. El zócalo oscuro. La luz intensa del día”, señaló el director el día que rodó la última secuencia. Y no le faltaba razón. El toque que le proporcionó este pequeño rincón a la película fue rompedor tanto como sutil. Dos características que, en la realidad, ensalzan aun más la imagen de este turístico destino.
Con una población de aproximadamente 9.000 habitantes, Almagro atesora un importante conjunto histórico-artístico formado por múltiples palacios, iglesias, conventos y casas solariegas con patios interiores de gran belleza. Una ciudad que fue desarrollándose bajo la tutela de los grandes maestres de la Orden militar de Calatrava y que tuvo diferentes papeles a lo largo del tiempo, ganando relevancia especialmente en el siglo XVI, cuando por diversas cuestiones fueron los banqueros alemanes y flamencos quienes se alojaron en ella. En nuestra historia reciente, a partir de 1978, con el desarrollo del Festival Internacional de Teatro Clásico, unido al esfuerzo por mantener y recuperar la identidad del municipio, esta localidad se ha vuelto especialmente reconocida. Poco a poco, se ha convertido en la tercera ciudad más visitada de Castilla La Mancha gracias a su Plaza Mayor, el Museo Nacional de Teatro, el Almacén de los Fúcares, el Museo del Encaje, la Iglesia de San Agustín, la Iglesia de Madre de Dios o el Convento de la Encarnación.
Sin embargo, si por algo destaca este enclave es por su importante tradición teatral. Al ser cabecera de la Orden de Calatrava, era un importante foco artístico y cultural, como testimonia el Corral de Comedias y la presencia de la Universidad fundada por el Clavero de la Orden, Fernando Fernández de Córdoba.
Siglo de Oro
La villa resulta un fiel reflejo de la evolución del teatro desde el siglo de Oro hasta la actualidad gracias a su Corral de Comedias. Fue construido en 1628 por Leonardo de Oviedo a partir de una remodelación del antiguo Mesón del Toro. La reforma consistió en la construcción de un tablado, mientras que en las crujías restantes, donde se ubicaría el público, se imitó el esquema compositivo de la Plaza Mayor. El patio era utilizado como lugar de acceso al resto de las dependencias que rodeaban su entramado de madera, tanto cuando se utilizó como espacio escénico como cuando fue mesón. Después, al convertirse en Posada de las Comedias, las diferentes estructuras fueron cubiertas para el mejor aprovechamiento de un espacio que fue segregado horizontalmente por las propiedades colindantes. En 1954, fue descubierto y comprado su patio por el Ayuntamiento del pueblo. Tras sucesivas restauraciones, en la actualidad funciona como teatro y acoge una intensa actividad, durante el Festival Internacional de Teatro Clásico y también el resto del año.
Cerca de esta localización se encuentra la famosa casa de Agustina, separada por pocos pasos de otra vivienda en la que se rodó La flor de mi secreto. ¿Otra curiosidad? La calle Federico Relimpio corresponde a una escena por donde discurre un cortejo fúnebre en Volver. Todo un conglomerado de escenarios que hacen las historias de Almodóvar un poquito más humanas. Y rocambolescas.