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Ferias taurinas

Un «Aldeano» en pleno sofoco

Miguel Ángel León ejecutando lances con el capote en los medios larazon

Las Ventas (Madrid). Se lidiaron novillos de El Montecillo, bien presentados. El 1º, sin fuerzas; el 2º, buen novillo, con codicia, transmisión, por abajo y recorrido; el 3º, agarrado al piso; el 4º y 6º, desrazados; y el 5º, noble. Un cuarto de entrada.

Javier Castro, de marfil y oro, bajonazo (silencio); bajonazo, aviso (silencio).

Miguel Ángel León, de malva y oro, metisaca, media trasera y tendida, aviso, descabello (saludos); media atravesada, aviso, dos descabellos (saludos).

Mario Sotos, de marino y oro, dos pinchazos, estocada trasera (silencio); cinco pinchazos, estocada (silencio).

«Aldeano» salió de toriles al rescate. De la tarde y de nosotros. A sacarnos del sofoco. Extenuante. De primera semana de julio. Y en septiembre, andamos. Bien entrados. La piedra ardía. El aire, puro fuego. Difícil concentrar la vista. Logró que lo hiciéramos el novillo de El Montecillo. Tuvo fijeza, codicia, profundidad y colocó siempre la cara abajo. Entregada embestida. Miguel Ángel León, que salvó con apuros el saludo a portagayola, lo toreó con gusto, destacando dos series al natural. Limpias. Muy de verdad los pases de pecho, largos. Falló a espadas y todo quedó en ovación con saludos. Repitió balance en el quinto, si bien más por cuenta propia que por deseo del público. Suyo fue el lote de la tarde, porque este castaño salpicado también se dejó. Nobleza y calidad que el sevillano no terminó de aprovechar. Muletazos de buen trazo, pero faltó nervio y la mecha nunca terminó de prenderse.

Años de espera para pechar con un lote imposible. Se presentó en Madrid el azteca Javier Castro con un novillo que barbeó mucho de salida. Aquerenciado. No tuvo un ápice de fuerza y fue muy protestado. En el límite de la invalidez. Lo intentó el mexicano, asentado y con buena colocación, pero delante tuvo un marmolillo. Parado y sin fuerzas, se vino cada vez a menos. Lo mejor, su quite por navarras, desempolvadas del olvido y rematadas con un buen farol. El serio cuarto, que brindó a su paisano Joselito Adame, fue un mulo sin opciones, que soltó siempre la cara por las nubes. Desrazado y parado, Castro puso tesón y oficio para cumplir el trámite, porque el lucimiento era una utopía. Inédito.

Regresó Mario Sotos como premio a su aceptable debut en verano. Poco pudo hacer el conquense esta vez, que sorteó un lote muy descastado. El tercero fue un colorado agarrado al piso, sin clase, que se dejó sin transmitir nada. Se repitió la película en el sexto, áspero y protestón, que lanzó siempre un molesto cabezazo. Silencio en ambos.