Estreno

"Ladrones de drogas": Es lo que tiene suplantar a la DEA...

Apple TV+ estrenó un nuevo thriller criminal donde Brian Tyree Henry y Wagner Moura se sumergen en una espiral de violencia tras un robo que no debía salir mal

"Ladrones de drogas": Es lo que tiene suplantar a la DEA...
"Ladrones de drogas": Es lo que tiene suplantar a la DEA...Apple TV+

Ray Driscoll y Manny Carvalho tienen un plan simple: hacerse pasar por agentes de la DEA, irrumpir en los escondites de traficantes de poca monta y llevarse su dinero y su mercancía. Sin investigaciones complicadas, sin testigos incómodos y, sobre todo, sin consecuencias. Pero todo cambia cuando un golpe mal calculado los deja expuestos ante un cartel de drogas, una banda de motociclistas y una agente federal que no piensa soltar la presa. A partir de ahí, la huida se convierte en supervivencia y la amistad en una prueba de fuego.

Así arranca “Ladrones de drogas”, la nueva serie de Apple TV+, se estrenó ayer, basada en la novela de Dennis Tafoya y creada por Peter Craig, guionista de “The Batman” y “Top Gun: Maverick”. Con ocho episodios, la producción mezcla acción, tensión y drama, mostrando el mundo del crimen con un enfoque más humano que espectacular. La historia se apoya en un reparto potente liderado por Brian Tyree Henry y Wagner Moura, quienes convierten a Ray y Manny en algo más que simples delincuentes en apuros: dos hombres atrapados en una espiral de errores, lealtades rotas y decisiones sin vuelta atrás.

El episodio piloto cuenta con la dirección de Ridley Scott, quien impone su sello desde el primer minuto. Sus encuadres calculados y su sentido del ritmo elevan el primer capítulo por encima del estándar televisivo. La acción es cruda, rápida y sin adornos innecesarios. A diferencia de otras producciones que romantizan la violencia,Scott la muestra como un golpe seco, sin heroísmo ni gloria. Lo que podría haber sido una serie de tiroteos sin alma adquiere una densidad dramática que se mantiene a lo largo de toda la temporada.

El trabajo de los directores que toman el relevo (Marcela Said, Tanya Hamilton y Jonathan Van Tulleken) mantiene el tono, aunque con diferencias sutiles en la narrativa. La tensión no siempre se traduce en persecuciones o balaceras; a veces, el verdadero peligro está en las conversaciones cargadas de sospecha o en los momentos de aparente calma donde la amenaza sigue latente.

El reparto es, sin duda, uno de los mayores aciertos de la serie. Brian Tyree Henry y Wagner Moura tienen una química que hace creíble la relación de Ray y Manny, una amistad forjada en la adversidad y puesta a prueba en cada episodio. Henry, con su capacidad para combinar vulnerabilidad y dureza, entrega una de sus actuaciones más complejas hasta la fecha. Moura, por su parte, se aleja del narcotraficante calculador que interpretó en “Narcos” para dar vida a un personaje mucho más frágil y autodestructivo.

Los secundarios aportan capas adicionales a la historia. Kate Mulgrew brilla como la madre adoptiva de Ray, una mujer curtida en la dureza de Filadelfia. Ving Rhames, en un papel breve pero contundente, interpreta a su padre biológico, un hombre cuya presencia es más un lastre que una guía. Marin Ireland, como la agente de la DEA que sigue la pista de los protagonistas, evita los estereotipos del policía incorruptible y dota a su personaje de una ambigüedad moral que la hace aún más interesante.

La ambientación es otro de los puntos fuertes de la serie. Filadelfia se retrata como un espacio duro y despiadado, donde la pobreza y la criminalidad conviven con la vida cotidiana sin aspavientos. Los contrastes entre la ciudad y los paisajes rurales donde Ray y Manny intentan esconderse refuerzan la sensación de que no hay salida posible.

Sin embargo, la serie no está exenta de problemas. A lo largo de sus ocho episodios, la trama en ocasiones parece estirarse innecesariamente. Algunos conflictos se reiteran más de lo necesario y ciertas escenas pierden impacto por la insistencia en subrayar temas ya establecidos. Esto no afecta gravemente el ritmo general, pero sí genera momentos en los que la historia avanza más lento de lo que debería.

Por otra parte, aunque la relación entre Ray y Manny es el corazón de la serie, los flashbacks que intentan profundizar en su pasado se sienten dispersos, dejando la sensación de que había más por explorar en el guion.

Pese a estos detalles, “Ladrones de drogas” se sostiene por la solidez de sus interpretaciones y su atmósfera tensa e inmersiva. No es una serie que glorifique el crimen ni que busque héroes en lugares donde no los hay. Su mayor acierto es mostrar que, en el mundo del crimen, no hay escapatoria real. Es una historia sobre sobrevivientes que lidian con las consecuencias de sus actos, sin redenciones fáciles ni moralejas forzadas.

Ridley Scott y su toque épico al servicio del thriller

Cada vez que Ridley Scott pone su sello en una producción, la dota de una intensidad que trasciende el género. En «Ladrones de drogas», dirige el episodio inaugural con la maestría de quien ha hecho de la épica una marca de fábrica. Conocido por construir mundos visualmente impactantes, «Gladiador» en el recuerdo, aquí convierte a Filadelfia en un campo de batalla donde la tensión se palpa en cada encuadre. Su forma de rodar la acción es implacable: el caos de los tiroteos nunca es gratuito, sino una coreografía de brutalidad y precisión. Su influencia en el resto de la serie es innegable, estableciendo un tono que equilibra lo espectacular con lo íntimo.