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No lo llames amor, llámalo tecnología

En los años ochenta cantábamos «el amor está en el aire» y, efectivamente, hoy vive en la conexión wifi y ha modificado nuestra forma de enamorarnos, mantener la pasión y hasta divorciarnos. San Valentín se acerca

No lo llames amor, llámalo tecnología
No lo llames amor, llámalo tecnologíalarazon

En los años ochenta cantábamos «el amor está en el aire» y, efectivamente, hoy vive en la conexión wifi y ha modificado nuestra forma de enamorarnos, mantener la pasión y hasta divorciarnos. San Valentín se acerca

Criarse en una gran familia, con 13 primos, tiene enormes ventajas, pero ser uno de los más pequeños, trae consigo algunos quebrantos. Uno de ellos era el popular juego en el que los mayores te atosigaban haciendo de la oreja (en el mejor de los casos) un tirabuzón mientras te gritaban que digas diez marcas de leche o diez programas de dibujos infantiles. Si hoy tuviera que decir diez apps para ligar, seguramente no tendría las orejas de soplillo y hasta guardaría un cariñoso recuerdo de mis primos (es broma José Carlos!).

Y es que hoy Meetic, match.com y hasta Tinder, han quedado casi obsoletas teniendo en cuenta la versatilidad de las aplicaciones que permiten encontrar el amor. Ahí está Bristlr, una opción para quienes busquen un hombre con barba o 3nder, básicamente Tinder para tríos, Sizzl es la app para quienes quieran encontrar su alma gemela...en cuanto a amor al bacon, Gluten-Free Singles, un sitio para celíacos o Wingman, para conocer el amor en el aeropuerto de turno. También hay para personas altas (TallFriends), amantes de Star Trek (Trek Passions), de la cultura vampírica (o solteros que quieren alinear su chakra con otros (Soul singers), lo que sea que signifique eso. Se pueden dividir por religión, edad, color de pelo, ingreso mensual o gentilicio, cualquier fantasía de hallar la media naranja perfecta, está disponible en la red. Por dios, ¡si hasta hay uno para solteros que votaron a Trump! (para interesados, subir perfil a TrumpSingles.com).

Así hoy parece más fácil que nunca enamorarse. Pero enamorarse, ese estado de enajenación temporal que tanto se parece químicamente a la enajenación temporal es muy distinto al amor. Y ahí es donde la tecnología ya no nos ayuda.

De acuerdo con la última encuesta de Durex (Look up for love, un juego de palabras que significa Busca el amor y también mira hacia arriba para el amor), analiza el rol de la tecnología en la pareja. Y los datos dan mucho que pensar. Una vez que encontramos pareja gracias a la tecnología, seguimos centrados en ella, según los datos. El 71,4% de las personas encuestadas admite seguir usando el móvil aún cuando están con su «mejor yo» al lado. Y el 61% señala que su pareja hace lo mismo (las diferencias entre ambas pueden deberse a que muchos no se dan cuenta de que su pareja está conectada al móvil debido a que no le prestan atención).

La tecnología ha hecho que sea más fácil que nunca entrar en un bar y etiquetar o geolocalizar a alguien por los gustos compartidos. Nos facilita el proceso de ligoteo, pero no hay ninguna app que nos enseñe a lidiar con la monotonía de los siete años (para algunos siete meses) de pareja... Bueno en realidad sí las hay: Truth or Dare, propone desafíos para que ambos miembros se atrevan con picantes propuestas. Partner Quiz o Desire Apps son otras que buscan devolver la chispa.

Pero la realidad es que ninguna aplicación nos enseña a tomarnos un tiempo de «zona sin wifi» para hablar y escuchar al otro (sí, aquella forma de comunicación que se ejercía antiguamente con los órganos fonadores y requería un alto grado de concentración). Y es que Tinder, por citar un ejemplo, nos ha hecho creer que el amor es cosa de deslizar los dedos (¡sobre la pantalla!) para encontrar pareja. Y claro, cuando pasado el tiempo, la convivencia, los hijos, la familia política, las mascotas, los platos sucios y la tapa del váter se cobran su peaje, intentamos deslizar el dedo y no hay caso (lo digo por experiencia).

Aziz Ansari, el comediante estadounidense, más conocido por su papel de guionista, protagonista y productor de la serie Master of None, ha escrito el libro Modern Romance, junto al sociólogo Eric Klinenberg, de la Universidad de Nueva York. En él entrevistan a cientos de personas que buscan o han encontrado el amor en la red. Y uno de los puntos que destaca el libro es que «el problema es que esta búsqueda de la persona perfecta puede generar mucho estrés – escribe Ansari–. Las generaciones más jóvenes se enfrentan a una inmensa presión para encontrar a la persona perfecta, algo que simplemente no existía en el pasado cuando ‘‘suficientemente bueno’’ era exactamente eso. La desventaja de esta riqueza de oportunidades es que hace que la gente tienda a precipitarse a un juicio basado en información superficial y a cuestionarse constantemente si, al salir con alguien, pueden estar estableciendo demasiado pronto un vínculo y perderse a la pareja perfecta».

Llevamos un superordenador en el bolsillo que nos permite, en un reunión de desconocidos, identificar a aquella persona que prefiere el roscón de Reyes con nata, igual que nosotros y así es más fácil iniciar una conversación. Tenemos más información que nunca sobre potenciales conocidos, pero menos conocimiento que siempre sobre qué hacer una vez empezados los primeros trámites.

Pero no todo son apps o webs, allí están las almohadas que recrean la temperatura y hasta el latido del corazón amado cuando se encuentra lejos (Pillow Talk), Taion Heart, un dispositivo en forma de órgano cardíaco que permite recordar cómo es ir de la mano de alguien o la tostadora Toast Messenger que imprime, en el pan, mensajes de amor.

Eso sí, afortunadamente Google ha creado una opción que podría salvar millones de relaciones: existe la posibilidad de anular cualquier correo enviado hasta treinta segundos después de haber pulsado el botón de Send.

Ésa es la mejor herramienta tecnológica para el amor actual: cierra la boca, piensa antes de hablar y mira a los ojos. ¡A los ojos!

Durante la primera cita

Poco tiempo atrás, se puso de moda en muchos bares el cóctel salvavidas. Se trataba de un chupito de ayuda, por llamarlo de algún modo, que permitía que el encargado de copas se diera cuenta que la mujer que lo solicitaba no lo estaba pasando nada bien en su cita. Esto es reflejo de una app llamada Bad Date Rescue, que finge una llamada de emergencia para huir de esa cita desastrosa.

Pero antes de eso ya había opciones menos necesarias y más sorprendentes. Una de ellas es CrowdPilot, básicamente una red social para ayudar a quienes iban a su primera cita. La persona en cuestión recibe consejos sobre cómo actuar si lleva una rama de tomillo entre los dientes, si hay un ex en la mesa de al lado y los participantes votan si la cita debe seguir en casa o no. Lo que no se sabe es cómo resulta el encuentro si ambos la usan al mismo tiempo... «No me gustó, estaba todo el tiempo pendiente del móvil».

Lo más adecuado, en estos casos, siempre que ninguno se sienta incómodo, es dejar a un lado la tecnología e intentar conocer a la otra persona...Y eso no significa mostrar fotos de Facebook.

Cuando se acaba el amor

Sea porque haya motivos o por inseguridades personales, el amor comienza a enterrar su fosa el día que nace la desconfianza. Y en eso la tecnología puede ayudar mucho (para bien o para mal, lo decide cada uno). Hoy es más fácil que nunca rastrear la ubicación de una persona. Si bien existen aplicaciones que lo hacen de modo oculto (las menos recomendadas si pretendemos mantener un poco la confianza) sí hay otras como FriendFinder, que facilita la geolocalización de un miembro de la familia, amigo, pareja, amante o todas las anteriores y algunas de sus combinaciones. También existen opciones como Life360 y GeoZilla, que no solo ubican a quienes queramos (previa autorización de las partes), sino que no consumen mucha batería. Pero la realidad es que las mentiras en la red tienen la conexión corta. Y si no preguntele al francés que ha demandado a Uber por su divorcio:usó el móvil de su mujer para pedir un vehículo a través de esta aplicación y al hacerlo con su cuenta y no salir de ella, la dama siguió recibiendo notificaciones de los Uber que pedía... cuando decía que estaba trabajando. Y no, la culpa no la tiene la tecnología, sino la mentira.