Entrevista

Margarita del Val: "Uno de los virus más peligrosos que se conocen es el VIH”

En el ámbito de la virología, hay muchas diversidades de amenazas que pueden venir y hay que estar atentos a todas ellas. Para conocer más sobre esta cuestión, entrevistamos a Margarita del Val, química, investigadora científica, viróloga e inmunóloga en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa en Madrid.

A menudo, subestimamos el poder del fracaso, ignorando su capacidad para moldear destinos y forjar caminos inesperados hacia el éxito como le ocurrió a Margarita del Val. Cuando comenzó a trabajar con los virus, trató de desarrollar una vacuna para una enfermedad que se consideraba una amenaza mundial: la peste porcina africana. Y lo sigue siendo porque ni sus investigaciones ni las de ningún investigador del mundo han funcionado. Tras este infausto episodio, su excepcional trayectoria ha alcanzado metas como entender el modo en que se defienden los virus en nuestro sistema inmunitario. Sus aportaciones no solo se limitan al ámbito de la investigación científica. La doctora del Val es un referente de opinión pública que permite conocer y concienciar sobre la prevención de enfermedades o el comportamiento y tendencia de los virus.

¿Cuáles son los virus más peligrosos que se conocen actualmente?

Sigue siendo muy peligroso el virus de la inmunodeficiencia humana. Parece que ya está amortizado y no. Sigue habiendo bastantes nuevas infecciones, precisamente porque hay gente que ha olvidado el riesgo que conlleva. Es un virus silencioso que tarda mucho tiempo en manifestar los síntomas peores. Se puede vivir de una manera muy sana con el virus de la inmunodeficiencia humana, pero hay que recordar que el tratamiento frente al VIH supone un tratamiento de por vida con los antirretrovirales. En el otro extremo, están aquellos virus que se transmiten más llamativamente. Por ejemplo, están los virus de las fiebres hemorrágicas. No se transmiten con tanta eficacia entre las personas y, a veces, incluso en zonas rurales con poco conocimiento sobre las infecciones, logran aislarlas. Es, por ejemplo, el caso del virus del ébola. Son fiebres hemorrágicas muy intensas, con una mortalidad muy alta y sin embargo se pueden controlar en pocos casos. Hay muchas diversidades de amenazas que pueden venir y hay que estar atentos a todas ellas.

¿Cuáles son las estrategias más efectivas para controlar la propagación de un virus?

Más vale prevenir que curar. Aunque tenemos antivirales para tratar, lo mejor es vacunarse para evitar tener que tratar a una persona enferma. Sin embargo, para controlarlos también es importante respirar un aire renovado, un aire de mayor calidad microbiológica, un aire más limpio que nos permita confiar que en nuestros sitios de trabajo, de ocio o domicilios no nos vamos a contagiar cuando estemos muchas personas, igual que no nos contagiamos ya por un agua no potable o por una comida en mal estado. Precisamente, con el coronavirus hemos redescubierto la transmisión de agentes infecciosos por los aerosoles, por un aire muy saturado por haber sido respirada por otras personas. Pero así también se transmiten otros virus: la tuberculosis, el sarampión y otros agentes infecciosos como la gripe o el virus respiratorio sincitial en mayor o menor grado.

¿Cómo afecta la variabilidad genética de un virus a la eficacia de las vacunas?

La variabilidad genética está en la naturaleza de la vida. Todos variamos las personas también vamos variando cuando transmitimos nuestro material genético a nuestros hijos o cuando lo recibimos de nuestros padres. La variabilidad genética es la base de la diversidad, permite adaptarse a las especies. Sin embargo, en los virus por debajo de un cierto umbral, limita muy fuertemente la preparación de vacunas.

El coronavirus tiene una variabilidad genética suficientemente limitada como para que podamos hacer vacunas estables. El virus de la gripe es más variable y dificulta más el tener una vacuna estable es necesario imprescindible cambiarlas todos los años. El virus del VIH varía todavía más que estos dos. No hemos logrado hacer ninguna vacuna frente. Pero el que varía más es el virus de la hepatitis C, para el cual tampoco hemos logrado y casi ni intentado hacer vacunas frente a él.

La COVID-19 nos dio una lección sobre la importancia de los virus. Fue el catalizador del cambio exponencial en el ámbito digital. ¿También lo fue en el desarrollo de las vacunas?

Sí ha significado una revolución. Los organismos reguladores han aprobado más vacunas frente a nuevos agentes infecciosos. En Europa, por ejemplo, hay una nueva vacuna frente al dengue, que es una enfermedad que se está empezando a establecer en el Mediterráneo y que típicamente era tropical. Hay vacunas frente a un virus que llevamos décadas buscando una buena vacuna como el
virus respiratorio sincitial.

Pero hay otros retos que todavía nos quedan por resolver, como vacunas que tengan una inmunidad a largo plazo. Para lo cual, es muy importante que tengamos una gran batería de tecnologías para producir vacunas. Necesitamos también hacer vacunas estables para que lleguen a cualquier país con pocos recursos, al último rincón, a los últimos niños que incluso no están registrados. Vacunas que sean fáciles de transportar. Necesitamos también vacunas que sean esterilizantes o cercanas con las que podamos ir arrinconando los virus porque las personas vacunadas prácticamente no contagian a sus contactos. Necesitamos avanzar en ello. Se está avanzando bastante, pero todavía hace falta bastante más investigación en ella.

¿Cree que las enseñanzas adquiridas durante la pandemia perduran?

Después de la pandemia, hemos tenido el brote de encefalitis en Sevilla por el virus del Nilo occidental. Muchos españoles no lo conocen porque se controló in situ. Hubo encefalitis que afectaban a todas las edades. En 2020, cuando estábamos en la fase de la desescalada y no queríamos otra pandemia, se controló con la colaboración de ciudadanos, científicos y autoridades. Y eso queda. No ha vuelto a haber un brote tan fuerte como hubo en aquel momento. Se conserva la reacción rápida frente a las infecciones y lo vimos con la epidemia mundial de la viruela MPox. Se logró colaboración muy intensa por parte de los ciudadanos que se han vacunado en cuanto se les ha ofrecido una vacuna y se ha evitado que haya, incluso, una segunda ola.

Sí se conserva parte del aprendizaje, pero tenemos que incidir más en estar más preparado para la siguiente porque puede ser muy dura. Y tenemos que lograr que no haya pandemias que se extienda a todo el mundo, sino que se quede en algo más local, en epidemias locales o incluso solo en brotes.

¿Qué recomendación daría para gestionar estas futuras amenazas?

Para gestionar futuras amenazas, lo primero es conocerlas y esto será sencillo porque gay muchísima más vigilancia que antes. Cualquier enfermedad que nos venga de fuera, bien sea por contaminantes químicos o biológicos por agentes infecciosos, cuanto más la evitemos en su origen, mejor prepararos estaremos. En ese sentido, conocer las distintas familias del virus, su idiosincrasia, nos ayuda mucho a preparar vacunas y antivirales que sean un poco de más amplio espectro y que nos permitan combatir más infecciones a la vez. Lo segundo es colaborar y lo tercero es actuar muy temprano.

En su opinión, ¿cuáles son hoy en día las deficiencias más graves de nuestro sistema sanitario?

Tenemos un Sistema Nacional de Salud espectacular, público. Además de atender al ciudadano, tiene técnicas punteras en medicina personalizada y está aplicando lo más novedoso en el campo. No tenemos que olvidar nunca la base de la pirámide de este, que es la atención primaria. La tenemos que cuidar muchísimo y, además, previo a ello, la salud pública y la prevención tanto en infecciones como en modos de vida (buena alimentación, ejercicio, etcétera). Creo que es muy importante que se invierta en ello.

¿A qué panorama nos acercan todos estos avances en virología?

La investigación y el desarrollo en virología nos acerca a que sea verdad que, infecciones que con las que convivimos y que casi damos por descontadas, que nos hacen sufrir cada invierno o en cada viaje, puedan casi prácticamente desaparecer de nuestra vida. Que las infecciones que asolan el Tercer Mundo, sobre todo a los a los niños pequeños, desaparezcan. Que podamos contar con esos medios para la educación y para el desarrollo de esos países.

Los científicos somos muy útiles para la sociedad. Cuando estamos calentando motores y no hay una emergencia, estamos generando conocimiento continuamente. Cuando surge esta emergencia, saltamos inmediatamente para aplicar todos nuestros conocimientos en la sociedad. Contribuimos a que una sociedad más informada tome las decisiones con una opinión propia. Somos comunicadores de la ciencia en colaboración, por supuesto, con los medios de comunicación que nos traen las inquietudes de la sociedad.