Investigación
Descubren por qué es prácticamente imposible hacer dieta
Un estudio explica por qué tienes antojo de azúcar y grasas (sobre todo cuando comes ambos a la vez) tras escudriñar el sistema de recompensa
Comprender por qué comemos en exceso alimentos no saludables es todavía un misterio. Si bien sabemos que el fuerte poder de los alimentos influye en nuestras elecciones, los circuitos cerebrales que indican cuándo hay que dejar de comer no están tan claros.
Se sabe que el nervio vago envía información sensorial interna desde el intestino al cerebro sobre el valor nutricional de los alimentos. Pero la base molecular de la recompensa en el cerebro asociada con lo que comemos no se ha entendido completamente.
Con el fin de arrojar algo de luz al respecto, un nuevo estudio publicado en la revista "Cell Metabolism" por un equipo del Monell Chemical Senses Center, en Filadelfia, desentraña el cableado neuronal interno, revelando que hay vías separadas para el ansia de grasa y azúcar.
Y no solo... También han descubierto que la combinación excesiva de estas vías desencadena nuestro deseo de comer más que de costumbre, un resultado preocupante.
Es decir, que cuando se combina grasa y azúcar (un bollo de chocolate, por ejemplo) se desencadena una mayor liberación de dopamina en los circuitos de recompensa.
"Por qué las grasas y los azúcares son particularmente atractivos siempre ha sido un enigma. Ahora hemos identificado células nerviosas en el intestino en lugar de células del gusto", afirma en un comunicado el científico Guillaume de Lartigue, autor principal del estudio.
Pues bien, "las células de la boca son un factor clave. Descubrimos que las grasas y los azúcares reclutan distintas vías entre el intestino y el cerebro, lo que explica por qué ese donut puede ser tan irresistible".
En última instancia, esta investigación proporciona información sobre qué controla la conducta alimentaria "motivada", lo que sugiere que un deseo interno subconsciente de consumir una dieta rica en grasas y azúcar tiene el potencial de contrarrestar los esfuerzos por hacer dieta.
Esto explica, en parte, por qué la obesidad se ha prácticamente triplicado en todo el mundo desde 1975. Y es una tendencia que se espera, de no poner remedio, que siga en aumento.
Este estudio podría, precisamente, revertir esta situación.
Así, el equipo utilizó tecnología de vanguardia para manipular directamente las neuronas de grasa o azúcar en el sistema nervioso vago y demostró que ambos tipos de neuronas provocan una liberación de dopamina en el centro de recompensa del cerebro en ratones.
Y descubrieron dos vías del nervio vago dedicadas: una para las grasas y otra para los azúcares.
Estos circuitos, que se originan en el intestino, transmiten información sobre lo que hemos comido al cerebro, preparando el terreno para los antojos.
Para determinar cómo las grasas y los azúcares afectan al cerebro, el equipo estimuló los nervios vagos intestinales con luz. Esto, a su vez, indujo a los ratones a buscar activamente estímulos, en este caso comida, que activaran estos circuitos.
Los resultados indicaron que el azúcar y la grasa son detectados por neuronas discretas del nervio vago y activan circuitos de recompensa paralelos pero distintos para controlar el refuerzo de nutrientes específicos.
El equipo también descubrió que la activación simultánea de los circuitos de grasas y azúcares crea una poderosa sinergia. "Es como un doble golpe al sistema de recompensa del cerebro", sentencia De Lartigue.
"Incluso si el total de calorías consumidas en azúcar y grasas sigue siendo el mismo, la combinación de grasas y azúcares conduce a una liberación significativamente mayor de dopamina y, en última instancia, a comer en exceso en los ratones", explica.
Este hallazgo arroja luz sobre por qué hacer dieta puede ser tan desafiante. Los cerebros humanos pueden estar sutilmente programados para buscar combinaciones ricas en grasas y azúcares, independientemente de los esfuerzos conscientes por resistirse.
"La comunicación entre nuestro intestino y nuestro cerebro ocurre por debajo del nivel de conciencia", dice De Lartigue. "Es posible que tengamos antojos de este tipo de alimentos sin siquiera darnos cuenta", añade.
El equipo predice que esta línea de investigación ofrece esperanzas para el desarrollo futuro de estrategias y tratamientos contra la obesidad. Dirigirse y regular los circuitos de recompensa intestino-cerebro podría ofrecer un enfoque novedoso para frenar los hábitos alimentarios poco saludables.
"Comprender el diagrama de cableado de nuestra motivación innata para consumir grasas y azúcares es el primer paso para reconfigurarlo", dice De Lartigue.
"Esta investigación -prosigue- abre posibilidades interesantes para intervenciones personalizadas que podrían ayudar a las personas a tomar decisiones más saludables, incluso cuando se enfrentan a golosinas tentadoras".
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