Investigación

¿Sirven las inyecciones de bótox para reducir la ansiedad?

Según un nuevo estudio sí y este beneficio puede mantenerse sin importar dónde se inyecte la toxina botulínica

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Si en los últimos tiempos cada vez es más común poner bótox como tratamiento frente a la migraña crónica, ahora un nuevo estudio concluye que inyectar la toxina botulínica -un medicamento derivado de una toxina bacteriana que se inyecta comúnmente para reducir las arrugas, los espasmos musculares, la sudoración excesiva y la incontinencia- también sirve para reducir la ansiedad.

En concreto, investigadores de la Facultad de Farmacia y Ciencias Farmacéuticas Skaggs de la Universidad de California en San Diego, en colaboración con dos médicos de Alemania, pueden haber encontrado este nuevo uso gracias al Sistema de Notificación de Efectos Adversos de la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA); una base de datos a la que casi 40.000 personas informaron de lo que les sucedió después del tratamiento con bótox por diferentes motivos.

El estudio, publicado hoy en la revista “Scientific Reports”, encontró que las personas que recibieron inyecciones de toxina botulínica en cuatro sitios diferentes, no solo en la frente, informaron de que sufrían una ansiedad significativamente menos frecuente que los pacientes que se sometieron a diferentes tratamientos para las mismas afecciones.

“Se está informando a la FDA de una gran cantidad de efectos adversos diversos y el objetivo principal generalmente es encontrar aquellos efectos secundarios dañinos que no se habían identificado durante los ensayos clínicos”, afirma Ruben Abagyan, profesor de Farmacia. “Sin embargo, nuestra idea era diferente. ¿Por qué no hacemos lo contrario? ¿Por qué no encontramos efectos beneficiosos?”, relata.

Él y su equipo buscaron en la base de datos la ausencia o una reducción de la frecuencia de ansiedad y de los trastornos relacionados con ella, en comparación con un grupo de control, al recibir las inyecciones de bótox. Luego, el equipo aplicó un algoritmo matemático para buscar diferencias estadísticamente significativas entre los usuarios de la toxina botulínica y los pacientes que recibieron otros tratamientos para las mismas afecciones.

Y lo que encontraron fue que el riesgo de ansiedad reportado fue de 22 a 72% más bajo en pacientes tratados con bótox en cuatro de los ocho motivos y sitios de inyección: músculos faciales para uso cosmético; músculos faciales y de la cabeza para la migraña; miembros superiores e inferiores para espasmos y espasticidad, y músculos del cuello para tortícolis. Para los otros cuatro sitios de inyección, no hubo datos suficientes, según Abagyan.

Los trastornos de ansiedad son la clase más común de trastornos psiquiátricos, según la Replicación de la Encuesta Nacional de Comorbilidad, una encuesta sobre la prevalencia de los trastornos mentales en los EE UU realizada entre 2001 y 2003 y según la cual el 32% de la población de EE UU se ve afectada negativamente por la ansiedad en algún momento de su vida y los tratamientos son ineficaces para casi un tercio de ellos. Es por eso que los médicos y los investigadores buscan otras opciones terapéuticas.

Los datos utilizados en este estudio no se recopilaron con el propósito de explorar la asociación entre el uso de bótox y la ansiedad exclusivamente, inciden los autores. Si bien el equipo excluyó los informes en los que una persona también estaba tomando antidepresivos (que se usan a menudo para tratar la ansiedad) o medicamentos ansiolíticos, el uso de otros medicamentos recetados y de venta libre podría no haberse informado en algunos casos.

Abagyan y su equipo publicaron un estudio similar, en la misma revista en julio de 2020, en el que, utilizando la misma base de datos, encontraron que las personas que recibieron inyecciones de bótox informaron de depresión significativamente con menos frecuencia que los pacientes que se sometieron a diferentes tratamientos para las mismas afecciones. Ambos estudios encontraron una disminución en los síntomas informados independientemente del lugar de la inyección, lo que arroja dudas sobre la especulación de que los pacientes pueden haberse sentido más felices porque tenían menos arrugas o porque la toxina botulínica previene el ceño fruncido. Pero los investigadores creen que los mecanismos moleculares específicos mediante los cuales el bótox reduce la depresión y la ansiedad, aunque no se conocen, pueden ser diferentes.

“Pueden estar relacionados, pero hay diferentes vías responsables de los ataques de ansiedad frente a la depresión”, afirma Abagyan.

Este experto y sus colaboradores plantean la hipótesis de algunos posibles mecanismos que vale la pena investigar: Las toxinas botulínicas podrían transportarse a las regiones del sistema nervioso central involucradas en el estado de ánimo y las emociones. Alternativamente, las uniones neuromusculares afectadas por el bótox pueden comunicarse directamente con el cerebro. Finalmente, dado que el bótox se usa comúnmente para tratar afecciones crónicas que pueden contribuir a la ansiedad, su éxito para aliviar el problema subyacente también puede aliviar indirectamente la ansiedad.

En todo caso, lo cierto es que se necesita más investigación para determinar el mecanismo por el cual el bótox reduce la ansiedad, reconoce Abagyan, y serán necesarios ensayos clínicos para determinar el mejor sitio y el número de dosis para administrar la toxina botulínica específicamente frente la ansiedad.

Abagyan dirigió el estudio con Tigran Makunts, ex investigador de la FDA que se unió a UC San Diego como científico investigador, y los psiquiatras alemanes Marc Axel Wollmer y Tillman Kruger.