Historia

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Puntos de soldadura

La Razón
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Si hablase en términos médicos quizás sería mejor hablar de «puntos de sutura». Una herida profunda o un desgarro muscular, suelen precisar de un meticuloso y preciso cosido, punto tras punto, sin aumentar el desgarro, sin afectar a otras zonas del cuerpo de un ser humano. Pero me arropo en un ejemplo más amplio, que no afecte sólo a una persona sino a una comunidad. Una enorme vía de agua se ha abierto en el costado de nuestro crucero, con cientos, miles, de personas a bordo. No hay puertos cercanos, los apoyos recibidos son insuficientes y se decide taponar la vía con el doble trabajo de las bombas de achique y de unos bien definidos puntos de soldadura en los que se apoyen planchas y otros elementos que coadyuven al cierre de la brecha. El lector bien sabe por dónde van los tiros.

Desde 2004, un entusiasta grupo trabaja por dar a conocer el importante papel de aquel Real y Militar Colegio de Matemáticas de Barcelona (siglo XVIII), tanto en aspectos de ingeniería civil –Canal de Urgell, por ejemplo–, como militar, con obras significativas no sólo en España sino con estas joyas que dejamos en América. Los títulos de las cuatro obras publicadas son significativos: «La Ilustración en Cataluña», «Estrategia de defensa en el Siglo XVIII», «El arte abaluartado en Cataluña» y, el último, «Proyección en América de los Ingenieros Militares». Constatar cómo han trabajado juntos ingenieros, arquitectos, historiadores, militares, sociólogos, hombres y mujeres de distintas ideas y procedencias, pero imbuidos en un común espíritu de servicio a su comunidad, es alentador. Cada uno de ellos –brillante en sus campos específicos– ha sabido renunciar a parte de su saber en beneficio de la coordinación y de la disciplina de grupo. Han marcado sus puntos de soldadura donde más beneficiaban al esfuerzo común. Lo mismo citando los Canales de Castilla o Imperial de Aragón, que tratando sobre Hostalrich, el Palamós de Miguel Marín o la Ciudadela de Roses, como del Morro de La Habana, el San Juan de Ulúa veracruzano, el San Telmo de Collioure o San Agustín de la Florida. Y se pueden encontrar referencias a aquella Real Compañía de Comercio de Barcelona de 1756 o de la Junta de Comercio que la continuó en 1758, así como del Real Decreto de Carlos III de 2 de febrero de 1778 que abría los puertos de Barcelona y Los Alfaques al comercio con América.

¡Difícil encontrar un equipo tan abierto y multidisciplinar! Soy testigo de su enorme trabajo, bien apoyado por la Capitanía General de Barcelona.

Recientemente, el grupo que pilota el ingeniero Manuel Novoa ha recuperado una vieja iniciativa no exenta de «honrada ambición» como rezan nuestras ordenanzas. La idea languidecía porque la situación de la Cataluña de hoy es la que es. Pero el tiempo pasa y las sociedades se reordenan especialmente cuando los técnicos influyen con más fuerza en las decisiones políticas. Me refiero a un proyecto ilusionante como es el de reconstruir la puerta principal del Castillo de San Fernando en Figueres una de las piezas arquitectónicas más importantes de Europa. El fuerte sigue perteneciendo al Ministerio de Defensa y gestionado por un Consorcio en el que participan , junto a representantes militares, autoridades y estamentos locales, provinciales y autonómicos.

La bellísima y monumental puerta fue dinamitada junto a sótanos y dependencias inmediatas a comienzos de febrero de 1939. No se quería que el material de ayuda extranjera que almacenaban cayera en manos de las vanguardias del ejército del general Franco que se dirigían a la frontera de Port Bou. Hay que decir que un coronel responsable y honesto «facilitó» la fuga previa de prisioneros que se encontraban en aquel campo. Un buen ejercicio de mando que ahorró muchas vidas.

Toda la larga documentación trabajada, todos los informes de la Dirección General de Bellas Artes y del Departamento de Cultura de la Generalitat coinciden: «La puerta es el elemento articulador de los diferentes usos del recinto», como siempre resalta el arquitecto autor de los proyectos, Rafael Vila. Bien sé que, a día de hoy, la idea tiene pocas trazas de avanzar.

Pero los tiempos pasan y nuestra historia es extraordinariamente paciente, tanto si la interpretamos a conveniencia de parte o la borramos a conveniencia de otra; en que construimos y destruimos; cambiamos nombres y homenajes sin respetar siquiera el obligado silencio de quienes no pueden defenderse.

Pero si buscamos puntos de soldadura que cierren vías de agua, un trabajo como el del Grupo de Trabajo del Colegio de Matemáticas de Barcelona es un buen ejemplo a seguir. A falta de un gran astillero cercano que repare el barco, buenos serían cientos, miles, de puntos de soldadura de la sociedad civil que permitiesen cerrar una brecha que amenaza con ahogarnos a todos.

¡Fue imposible distinguir en el Titanic a los ahogados de primera clase, de los que viajaban en bodega!