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Y volvieron cantando

Sindicalismo desnortado

Que el líder de UGT viaje a Waterloo a pedir a Puigdemiont su apoyo a la reducción de la jornada laboral, explica muchas cosas sobre cómo se encuentran las centrales sindicales en los tiempos que corren

Esta el prófugo Puigdemont tan activo estos días, entre reuniones en Waterloo y Suiza o entrevistas en la televisión pública catalana, que también tiene tiempo para reunirse como buen «hombre de estado» con el sindicalismo nacional español, ya saben, ese que se moviliza cuando gobierna la derecha y que se muestra dúctil y maleable cuando gobierna la izquierda, el mismo que confunde en muchos momentos su misión de defensa de los trabajadores –y a ser posible de los parados– con la condición de correa de transmisión política de un partido enarbolando banderas reivindicativas que en poco o nada se corresponden con los intereses de una clase trabajadora que por cierto, también vota a la derecha.

A Pepe Álvarez recientemente reelegido primer secretario –y ya lleva unos cuantos años– de la Unión General de Trabajadores no se le ocurría otra cosa en el arranque de esta semana que agarrar la maleta y viajar a Bélgica para entrevistarse en el mismísimo Waterloo con el prófugo de la justicia Carles Puigdemont en un alarde de despiste y desnorte realmente preocupante, que explica muchas cosas sobre cómo se encuentran las centrales sindicales en los tiempos que corren. Resulta que Álvarez, arrogándose las funciones de portavoz parlamentario socialista o del grupo Sumar, cuando no de portavoz del propio Gobierno o más específicamente del Ministerio de Trabajo dirigido por Yolanda Díaz, se planta en la mismísima caverna de un declarado enemigo de España para pedirle todo el apoyo hacia la propuesta por la reducción de la jornada laboral, tal vez dando por hecho que la generalidad de los trabajadores del país habrán de estarle todavía agradecidos a Puigdemont y su «generosidad» de darse un apoyo parlamentario hacia la iniciativa por parte de los siete diputados de Junts en el congreso.

Que Sánchez para perpetuarse en La Moncloa ponga a disposición del prófugo los designios de toda una nación ya es lamentable, pero que el líder de un sindicato de «clase» pretenda tomar el pelo a los trabajadores haciéndoles deudores de quienes se jactan de importarles un comino los intereses de los ciudadanos españoles ya raya en lo poco tolerable. Los sindicatos llevan demasiado tiempo anclados en la irrealidad social y en el adocenamiento de la subvención pública y ahora visto lo visto solo les falta mención especial a Puigdemont el próximo 1 de mayo. Desnortados y cada día más irrelevantes.