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Sermones

Ahora, cualquiera puede tener acceso al púlpito global de las redes sociales. Hay incluso asesinos en serie desdentados famosos en Tiktok

Henry Ward Beecher fue un clérigo congregacionista, orador y conferenciante célebre. Se opuso a la esclavitud con igual ímpetu con que condenó el adulterio, pese a hacerse famoso por los cuernos cuasi vikingos con que coronaba a su sufrida esposa en cuanto se le presentaba la ocasión. Era un tipo optimista, de energía incontenible, que gustaba de abroncar a sus feligreses dándoles unas lecciones de moralidad que, indudablemente, no se aplicaba con el mismo rigor a sí mismo. También disfrutaba editando revistas agrícolas y, en cuanto tenía la oportunidad, poniendo a las gallinas como ejemplo de elegancia y perfección. Además, no dudaba en trajinarse a alguna que otra parroquiana, admiradora suya y de alma sensible, para espanto de su santa esposa, a la que, en aquel último cuarto del siglo XIX, parecía que no le quedase otro remedio que aguantar las infidelidades y las infecciones venéreas con que su marido le alegraba los cumpleaños. Asimismo, no despreció la posibilidad de liarse con la mujer de su mejor amigo, y disfrutó del «affaire» hasta que su amante, quizás atormentada por la culpa, se lo confesó a su marido, que a su vez se lo contó a una sufragista, que no tragaba al señor Beecher y aprovechó para narrar su historia de pasión, engaños y traiciones en un periódico, donde puso al clérigo a escurrir. Porque, según ella, era muy reprochable ir por ahí condenando el amor libre, como hacía Henry Ward Beecher, y luego acostarse con una dama casada con su amigo (o con cualquiera a quien pillase en un día tonto, en realidad…). El escándalo fue de concurso. No solo los católicos: está visto que los protestantes también tienen lo suyo con sus párrocos y la «rectitud» de costumbres íntimas. Hoy, sin embargo, las cosas han mejorado mucho en cuestión de difamación, de desenmascaramiento de conductas bochornosas, etc. Ahora, cualquiera puede tener acceso al púlpito global de las redes sociales. Hay incluso asesinos en serie desdentados famosos en Tiktok. ¡Los sermones por fin son democráticos! (Beecher diría que gracias a Dios).