Cargando...

Letras líquidas

El riesgo de una España memoriosa

La muerte de Franco, que no la del franquismo, arrancó el efecto dominó que llevó más de tres años después a la Constitución, sí, pero no fue algo automático

Después de sufrir un accidente, Ireneo Funes desarrolla una capacidad excepcional para recordar todos los detalles de su vida y de cuanto le rodea. No logra olvidar ni una sola circunstancia y ese hecho que, «a priori», puede parecer una bendición, en realidad, genera tal distorsión en su percepción de la realidad que destruye las habilidades reales de entendimiento y pensamiento. Y así es como Borges reflexiona sobre la memoria en uno de sus cuentos. «Funes el memorioso» se ha convertido en una de esas obras que termina convertida en nexo entre la literatura y la ciencia, o sea, la vida misma expandiéndose sin límites académicos. De hecho, el relato se ha llegado a utilizar en el ámbito médico para explicar lo que es el proceso memorístico: la suma de unos hechos objetivos, sí, pero que requieren de un contexto, de un entorno, de algo más para adquirir verdadero sentido.

Y estos días la actualidad se empeña en mostrarnos la importancia de determinar bien lo que es la memoria y sus características para no confundir los recuerdos y reinterpretarlos bajo luces distintas a aquellas en las que se produjeron. Si miramos hacia Estados Unidos, indulto mediante, Trump se dispone a eximir de responsabilidad a quienes asaltaron el Capitolio hace cuatro años. El peligro que lo acompaña, más allá de perdones puntuales, es la revisión de lo que ocurrió, la recreación posterior que vuelve a escribir la historia y toma aquel ataque como una especie de «performance» inocua, una broma inofensiva, eliminando por completo la carga real de ataque a lo más irrenunciable de una democracia.

Y, en estos tiempos de memorias fluidas que distorsionan los recuerdos y adaptan el pasado a los relatos actuales más convenientes, encaramos 2025 con «España en libertad», los cien actos previstos por el Gobierno para conmemorar el fallecimiento de Franco. Un hecho biológico e indubitado que sucedió el 20 de noviembre de 1975 y que, para el Ejecutivo de Sánchez marca el inicio de una democracia que, realmente, no llegó hasta las primeras elecciones libres en junio de 1977. La muerte de Franco, que no la del franquismo, arrancó el efecto dominó que llevó más de tres años después a la Constitución, sí, pero no fue algo automático sino un proceso impulsado por el acuerdo social de cambio que convinimos en llamar consenso y que muchos denuestan ahora. Sin ese contexto, sin todo lo que rodea la asepsia de las fechas, se corre el riesgo de dar por ciertas realidades desajustadas, como aquellas de las que alertaba Borges.