El buen salvaje

Qué fue de Irene Montero

De haber escrito sola y borracha, el resultado sería otro, tal vez más apetecible

Encuentro uno de esos artículos dedicados a recuperar cadáveres mediáticos dedicado a Irene Montero (Qué fue de...) y caigo en la cuenta de que la eurodiputada estaba más muerta en lo político de lo que pensaba. Es una Encarnita Polo de la ultraizquierda. Pablo, Pablo, en lugar de Paco, Paco. Ahora va a participar en un programa de televisión, ya lo hacen Susana Díaz o Cristina Cifuentes, personajes que han devenido en personas, como Íñigo Errejón, pero por otras vías.

Irene Montero es un ejemplo de que el mal también se borra con facilidad. Basta con irte a Bruselas para que nadie recuerde que este alma en pena fue la autora de una ley abyecta a la que viene a reivindicar en un libro de supuestas memorias. Las memorias hay que escribirlas cuando se es joven, aunque haya poco que contar, luego todo recuerdo es invento y mentira. Unas memorias de Irene Montero, y presentarla en estas fechas, con el luto que se arrastra, es comer peladillas en marzo, algo fuera de lugar, aunque Montero siempre ha sido una destacada «outsider», nunca encontró su tiempo, es una mujer de otra época, no se cuál, pero, como el de María Jiménez, su mundo es otro.

Irene presentó una postdata en la postdana. Aprovecha que todo es fango para un ajuste de cuentas con sus colegas, Yolanda Díaz al frente. Resulta que Yolanda era mala e Irene actúa cual gata despechada en un trago de Chavela Vargas sin alcohol. De haber escrito sola y borracha, el resultado sería otro, tal vez más apetecible. Ahora viene a rematar a la Venus rubia cuando la diosa siente la herida de la espuma de los días, con tanto Errejón y tanto votante facha que no la entiende. Tampoco a Irene. La hemos olvidado tan pronto que ha venido a hacer bueno que la distancia es el olvido. Han bastado unos pocos meses para aparecer en las necrológicas de famosos y en los desechos de tienta. Estas memorias la han resucitado un momento. Ha notado la fugacidad de la fama y el olor a nada de los fantasmas.