
Mar en calma
Stop bullying
Que los responsables hayan abandonado el instituto «voluntariamente» denota la vergüenza que deben sentir por el rechazo unánime hacia sus deplorables actos.
Desde que se hizo público el abuso y maltrato a un chico con parálisis cerebral del instituto Leonardo Torres Quevedo de Santander, cuando la Fiscalía de Menores de Cantabria inició una investigación sobre el caso, somos muchos los que no dejamos de pensar en la víctima y en su familia.
He sido testigo del deseado avance hacia la normalización de la discapacidad. Sin embargo, este caso nos ha helado el corazón.
Acabamos de volver del Trofeo de Esquí Adaptado de la Fundación También en Sierra Nevada, y he podido comprobar con orgullo y felicidad que otros niños (entre ellos mis hijos) no veían ninguna diferencia con niños con extremidades diferentes y/o movilidad reducida. Esto es un gran avance y un éxito en la inclusión soñada.
Sin embargo, la agresión a un compañero con parálisis cerebral es un acto gravísimo con consecuencias físicas y emocionales para la víctima. Que los responsables hayan abandonado el instituto «voluntariamente» denota la vergüenza que deben sentir por el rechazo unánime hacia sus deplorables actos. Se habla de la «angustia generada en agresores» y de la necesidad de «asimilación psicológica» para ellos. Cierto que posiblemente son adolescentes que necesitan orientación, pero más angustia, más desprotección y más indefensión es la que ha debido sentir el agredido.
Que se haya viralizado el cruel ataque en redes sociales, aumentando la presión sobre los agresores, demuestra cómo la exposición mueve a la opinión pública a denunciar todo tipo de violencia. Ojalá que esto sea un paso importante hacia la erradicación de la violencia entre jóvenes y adolescentes.
Los congresos de educación en valores, los testimonios de personas con discapacidad, la inclusión en el mundo laboral y deportivo… cobran más protagonismo que nunca.
Tenemos que seguir trabajando en la promoción de valores humanos, en protocolos de prevención de la violencia tanto intrafamiliar como en las aulas, y en sanciones que sirvan para concienciar a los agresores y prevenir futuros casos.
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