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Cuartel emocional

Monstruos

No se deben explicar con detalle las barbaries cometidas, exhibir lo inconcebible, como es dar muerte con crueldad, con frialdad a niños pequeñitos

Es difícil aclarar ideas cuando el horror es infinito. La libertad de expresión es sagrada pero también lo es el respeto por las personas que padecen el drama de la agresión a los seres más indefensos. Hay que llamar a las cosas por su nombre, es cierto, pero no se deben explicar con detalle las barbaries cometidas, exhibir lo inconcebible, como es dar muerte con crueldad, con frialdad a niños pequeñitos, como Emile, el francesito asesinado por sus abuelos, o los hijos de José Bretón, cuyo nombre repugna pronunciar. Se ha detenido la publicación del libro donde el parricida narraba a un periodista cómo había llevado a cabo la ejecución. Hay que ser muy monstruo también para ser lector de semejante texto donde se detalla la acción bárbara y también hay que serlo para escribirlo. El periodismo es crónica, es levantamiento de acta, es relato, es comentario, es literatura también. Como en ocurre siempre hay de todo en la profesión y el fomento del morbo y el del odio hacen parte de la deshonestidad de la persona que lo provoca.

Mientras tanto la vida sigue y entre el kit de supervivencia y las peleas de vicepresidentas vamos echando el rato en medio de una nueva polémica con el registro de gallinas para el autoconsumo en tiempos de crisis de huevos. Pero este reglamento viene dado por la ley de cuidado animal que todos respetamos, pero que se aplica en general con exceso de celo, teniendo en ocasiones que rectificar, como por ejemplo en el caso de los lobos, que destrozan el ganado, llegando en distintas zonas de España a situaciones límite a las que ahora hay que poner remedio. Esto del registro de las gallinas no sé si consiste en ponerles nombre y apellido e inscribirlas al salir de huevo como se hace con los humanos, pero muchos, que tienen un pequeño corralito con media docenita de aves más el gallo, se encuentran con ciertas dificultados que se les aplica, fiscalizando hasta el extremo al aprendiz de granjero, que sólo las tiene con la idea de comer huevos frescos cada día, como muchos soñamos también, y ahora más en tiempos de crisis y de los famosos “kits”. Todo tiene que estar regulado, registrado, custodiado, al igual que se estudia fiscalizar también a quienes compren, por ejemplo, dos botellas de aceite el mismo día, o seis de vino o artículos considerados de lujo, como el jamón de bellota. Todo siempre controlado por Hacienda en su afán inquisidor y recaudador, no permitiendo unos mínimos ahorros o un discreto patrimonio con el que asegurar un futuro digno y una vejez sin apreturas ni miserias, cuando, en realidad, lo que debería ser es que esta práctica se premiara con ventajas fiscales.

Quisiera evitar a los presuntos lectores algún comentario sobre el rearme, el gasto militar y todas esas palabras que tanto miedo dan a Sánchez, y volviendo a los periodistas, aquí sí tenemos que ser implacables con la exposición de la verdad, llamando a las cosas por su nombre como antídoto contra la tiranía en la que pretende envolvernos y recuperar el carácter democrático que se imprimió al país a partir de la Constitución del 78.

CODA. En ocasiones es preferible escribir que hablar y esto viene derivado de la inquietud y la querencia por las humanidades, si bien un informe asegura que la Filosofía, la Antropología y la Historia del Arte son las carreras que menos salida tienen y las que más están dejando de lado los jóvenes. Lástima que hoy día se hayan reemplazado el papel y el lápiz por las pantallas y el teclado.