Opinión
Laporta
Laporta, en su infinita catalanidad, resulta un personaje muy español, émulo de «La escopeta nacional».
Podrían hacer una parodia de Joan Laporta, a lo Virgen del Rocío, pero como la Moreneta, no por su santidad sino por el tono de piel. Además de lo que (no) dijo resultó un espectáculo ver al antaño caballero andante de los yates varado tal que una ballena en un campo de fútbol, tan bronceado que, en comparación, Julio Iglesias es Nicole Kidman o Michael Jackson, que en paz descanse. La opereta merecía una escena tan dislocada y cañí que habrían bordado los que fueron Els Joglars, sobre todo en su regusto pujoliano.
Laporta, en su infinita catalanidad, resulta un personaje muy español, émulo de «La escopeta nacional», es ese hombre que ven allí, el que prefiere el Rolex al Casio y hará todo lo que su cabeza perpetre para conseguirlo. En la película de Berlanga, José Sazatornil hacía de un empresario catalán que paga de extrangis una cacería para agasajar a unos nobles arruinados. Monica Randall era su secretaria y amante; tal fue la que se armó que años después la propia actriz aseguró al periódico «Ara» que no fueron pocos los catalanes que le afearon aceptar ese papel. Sazatornil fue la Virgen del Rocío de la época solo que el personaje a criticar no era andaluz sino catalán. Al cabo, todo puede parodiarse, que nos ponemos tiquismiquis y no se puede abrir la boca.
Laporta se parodia a sí mismo. Tiene un airecillo a nuevo rico que un burgués de toda la vida no acepta de buen grado. Se lleva vestir a lo «Sucession» pero el presidente del club se quedó en «Falcon Crest», y eso, los que tienen dinero de verdad, no lo perdonan.
Laporta querría ser un catalán orgulloso, alguien por el que merecería comprarse una camiseta del Barça y llevarla hasta que el sudor la corroa, pero resulta lastimoso y quejica, víctima de nuevo del centralismo y del Real Madrid, el equipo facha. Al fnal, nadie sabe por qué se pagaron casi ¡ocho millones! en unos informes a un jefe de los árbritros, pero sí cuánto de Pujol tiene Laporta. Solo que Pujol parecía que ahorraba en vez de acariciar el botín.
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