El trípode del miércoles

El Gobierno sanchista ante un callejón sin salida

Para compensar esa auténtica claudicación de la soberanía nacional, esa proyección intentaba reivindicar para el PSOE una españolidad que, aunque sigue figurando en sus siglas, su actuación política la niega absolutamente

Una gran bandera de España proyectaban en Ferraz detrás de la portavoz del PSOE cuando intentaba justificar la reciente concesión a Puigdemont de su última (de momento) exigencia. Nada menos que la transferencia de la gestión de una competencia exclusiva del Estado y de especial sensibilidad e importancia como es la gestión del control de las fronteras y de la inmigración. Para compensar esa auténtica claudicación de la soberanía nacional, esa proyección intentaba reivindicar para el PSOE una españolidad que, aunque sigue figurando en sus siglas, su actuación política la niega absolutamente. «Obras son amores y no buenas razones», dice el refranero, y tener como «socios y aliados» a los separatistas indultados y amnistiados por él y que proclaman que «lo volverán a hacer», basta y sobra como ejemplo. Esos socios están aprovechando la inimaginable oportunidad que les proporciona el que Sánchez necesite de sus votos para poder seguir en el Gobierno tras haber perdido las elecciones el 23J. Que además fueron convocadas anticipadamente ante el descalabro recibido en las previas autonómicas del 28M.

Ese es el patético papel que desempeña el actual PSOE convertido en una mera plataforma política al servicio de Sánchez, cual agencia de colocación pública de sus aplaudidores oficiales, en un espectáculo más propio de la China de Xi Jinping o de la Venezuela de Maduro que de una España democrática. Y de la UE, que plantea como una imperiosa necesidad un rearme militar ante la situación creada por Trump de no considerar a Putin como un potencial peligro para Europa. Y que exige que sea ella misma la que garantice su defensa, y no como hasta ahora con una OTAN liderada y financiada sobre todo por EE UU. Este nuevo escenario geopolítico tiene una especial incidencia para España que, además de estar en la cola del presupuesto destinado a la Defensa de todos los países de la Alianza Atlántica, tiene un Gobierno que depende de unos socios antimilitaristas. Ayer, tras el Consejo de Ministros, Sánchez se reunió con su vicepresidenta de Sumar para conciliar una posición común al respecto, lo cual resulta imposible. Sin perjuicio de lo que opine Díaz −cuyo liderazgo interno en su «plurinacional» coalición es «manifiestamente mejorable»−, ya sus socios se han pronunciado rotundamente contrarios a dicha pretensión. Esta situación en cualquier país democrático significaría una convocatoria de elecciones anticipadas, cuyo último ejemplo en la UE ha sido Scholz en Alemania. Y al parecer, el sanchismo cree que es la oposición –ganadora de las últimas elecciones−, quien tiene que salvar al Gobierno.