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La situación

Gobernar, pactar o ceder

«La fórmula para ganar un día más en el cargo funciona, siempre que se tengan las espaldas anchas y se pongan límites al orgullo, como es el caso»

Gobernar es una tarea compleja. Lo es aún más cuando hay que acometerla en minoría absoluta parlamentaria, como le ocurre a Pedro Sánchez. Y la complejidad aumenta en proporción al grado de lealtad que manifiestan los socios parlamentarios de Moncloa. Como esa lealtad se ha demostrado discontinua, el volumen de cesiones se multiplica en número y en gravedad.

El sociólogo francés Gustave Le Bon dejó dicho que «gobernar es pactar; pero pactar no es ceder». De haber vivido en la España de nuestro tiempo, Le Bon nunca habría sido contratado en Moncloa, donde gobernar es un ejercicio intensivo de cesión, regate corto y normalización de las humillaciones, que se asumen como un mal menor, con tal de sostener el bien mayor, que es el poder.

Cuando en febrero de 2022 Vladimir Putin dio a su ejército la orden de invadir Ucrania, las ministras de Podemos calificaron al PSOE como «partido de la guerra», por mostrar su disposición a sostener el esfuerzo ucraniano de resistencia, en lugar de animar al gobierno de Kiev a rendirse ante el invasor. Ahora, ese mismo partido de herencia prosoviética y efluvios bolcheviques, con sus exiguos pero muy valiosos cuatro diputados, sube un escalón para personalizar esa descripción denigrante en el presidente y calificarlo como «el señor de la guerra», al mostrarse comprometido con la determinación europea de disuadir a Putin del único modo que Putin entiende la disuasión: mostrar nuestra fuerza defensiva para que no se atreva a utilizar su fuerza ofensiva.

Pero el presidente manifiesta una virtuosa capacidad de encaje. Recibe los insultos de sus socios parlamentarios con una bondadosa deportividad, dispuesto a soportar cualquier desprecio de quienes le hicieron presidente, por si eso sigue siendo útil para sostener su posición.

Este episodio no dista mucho de otros anteriores, como la negociación con Puigdemont para aprobar la amnistía, o la más reciente para evitar que el Congreso discutiera y votara si instaba a Sánchez a someterse a una cuestión de confianza.

La fórmula para ganar un día más en el cargo funciona, siempre que se tengan las espaldas anchas y se pongan límites al orgullo, como es el caso.