
Tribuna
Europa como solución
¿Y España? El prácticamente único gobierno de izquierdas que resta en Europa no tiene mayoría parlamentaria con los que permitieron su investidura, y dentro de la coalición de gobierno hay posiciones públicamente contrarias a cualquier iniciativa calificada como “belicista”
Estados Unidos jugó un papel crucial en la derrota del nazismo en Europa, en la reconstrucción de los países que participaron en la guerra, y en el proceso de creación de lo que hoy es la Unión Europea. Al contrario de lo manifestado por el Presidente Trump después de la primera reunión con su gabinete de gobierno, “la Unión Europea se creó para joder a los Estados Unidos”, la verdad es que los norteamericanos impulsaron la integración europea decisivamente para frenar el expansionismo ruso (entonces Unión Soviética).
Pasado el tiempo, algunas Presidencias norteamericanas, en particular las de signo republicano, han mostrado una cierta reticencia a considerar a la UE como un interlocutor válido. Ya Henry Kissinger, como Secretario de Estado, interpelado al respecto, se defendía diciendo “deme un número de teléfono al que llamar”. Pero jamás hasta ahora se ha puesto en duda la validez y vigencia del vínculo transatlántico, ni la fortaleza de los valores compartidos de libertad, democracia y Estado de Derecho.
El discurso del Vicepresidente J. D. Vance ante la Conferencia de Seguridad de Múnich, elogiado por el Presidente Trump, y las posteriores manifestaciones del propio Presidente de los Estados Unidos, suponen un giro de 180 grados en décadas de política exterior norteamericana hacia Europa. Se rompe con la denominada Doctrina Truman, por el entonces Presidente de los Estados Unidos, que ha venido rigiendo nuestras relaciones durante los últimos 80 años. Y con ello, la irrupción en el escenario de un problema muy preocupante para la seguridad de los países europeos.
Ciertamente que no era sostenible que la defensa de Europa fuera costeada en gran medida por los Estados Unidos, como ya venían poniendo de manifiesto Administraciones norteamericanas anteriores a Trump, mientras que la gran mayoría de los miembros europeos de la OTAN miraban a otro lado, aunque en los últimos meses, en especial después del nombramiento de Mark Rutte como Secretario General, se ha podido apreciar una sensibilización al respecto por parte de los europeos. En ese contexto se acordó, por ejemplo, el compromiso de alcanzar el 2% del gasto del PIB en Defensa, objetivo que ya parece haber quedado completamente obsoleto ante la meteórica evolución de los acontecimientos. De hecho, lo previsible es que la OTAN proponga elevar esa cifra al 3% en su próxima cumbre, convocada para junio de este año.
Hay que tener en cuenta que Estados Unidos dedica aproximadamente el 3.36% de su PIB a la Defensa, incluyendo claro está la de Europa, mientras que los Estados miembros de la UE, aproximadamente el 1.9% como media, siendo el esfuerzo de España, que no llega al 1.3%, el más bajo de sus miembros. Pensemos que Rusia dedica un 5.86% de su PIB, con la previsión de un aumento de cerca del 25% este año.
Para España, con parte del gobierno de coalición en contra y sin Presupuestos Generales del Estado, cumplir con el compromiso adquirido de elevar el gasto en defensa al 2% para 2029, y sin cambios relevantes en su inversión por el momento, ya de por sí supone un enorme esfuerzo presupuestario, no digamos si se tuviera la tentación de empujarlo para después de las próximas elecciones, es decir, si no se adelantan, para 2027. Ello supondría, para el nuevo gobierno que se conformara después de las elecciones tener que asumir una tarea gigantesca, en apenas dos años, que sólo podría afrontarse con recortes drásticos en políticas sociales, en políticas de desarrollo (como se dispone a hacer el gobierno británico) y en el tamaño de las administraciones públicas, con la impopularidad que ello conlleva.
El presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, ha convocado para mañana a los jefes de Estado y gobierno de la Unión Europea a una cumbre extraordinaria en Bruselas para analizar la situación creada en Ucrania con los movimientos de la Administración Trump, y debatir la Defensa de Europa.
Ayer, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, envió una carta a los jefes de gobierno y Estado de la UE con una serie de propuestas muy ambiciosas, cuyo coste supondría un incremento del gasto en Defensa de nada menos que 800.000 millones de euros, que incluyen eximir a los Estados Miembros de contabilizar el incremento en gastos de defensa a efectos del cumplimiento de las reglas de disciplina fiscal (“cláusula nacional de escape”), crear un “instrumento europeo” de apoyo para inversiones conjuntas (no definido por el momento), favorecer la aplicación de partidas de cohesión para defensa (en un país con desigualdades territoriales como Estaña no está claro que sea favorable) o presionar al Banco Europeo de Inversiones para que aumente su actividad en el sector (en estos momentos apenas del 2%).
Ahora bien, todas esas medidas, de ser aprobadas, en ningún caso eximen a que cada país haga el esfuerzo que le corresponde, sino que por el contrario el mayor esfuerzo inversor (650.000 millones de euros, estima la Comisión Europea), correspondería a los Estados miembros, en contra de lo demandado por el gobierno de España (eso sin contar con la previsión de que nuestro país pase a ser próximamente contribuyente neto, es decir, que aporte a los presupuestos comunitarios más de lo que recibe).
No hay, pues, dinero “fresco” en la propuesta de la Comisión Europea. Con un presupuesto que apenas alcanza el 1% del PIB común, no da para más, salvo trasvasando fondos de otras partidas, como la cohesión, en perjuicio de los intereses españoles.
En ese contexto, recobra actualidad el proyecto que Emmanuel Macron, Presidente de Francia, lanzó en 2017, de crear una “fuerza común de intervención europea ... para actuar en defensa de sus intereses”, “integrando a nuestros ejércitos a todos los niveles”, y lo que es acaso más significativo, aportando el arsenal nuclear francés como garantía de la seguridad de Europa. Lo que hace 7 años apenas suscitó interés, porque nos sentíamos protegidos por los Estados Unidos, hoy adquiere plena vigencia, y más desde el momento en que el vencedor de las recientes elecciones alemanas y probable próximo Canciller, Friedrich Merz, lo ha asumido como uno de los principales objetivos de su gobierno, de un renovado eje franco-alemán y, por ende, de la Unión Europea. Sin duda no se trataría de una tarea fácil. En sus propios países, Macron y Merz tienen en contra a sus extremos. En Francia, por un lado la derecha extrema de Rassemblement National de Marine Le Pen y por el otro, la extrema izquierda de La France Insoumise de Melenchon, mientras en Alemania, la crecida Alternativa por Alemania en la extrema derecha, y Die Linke (La Izquierda), en el polo opuesto.
Sea como fuere, ya sean medidas comunitarias o iniciativas como la francesa, previsiblemente con Alemania, no caben dudas de que tenemos que actuar, y rápido. Y ello a pesar de la previsible oposición de algunos gobiernos, como el húngaro y el eslovaco (en conjunto, menos del 3% de la población europea).
¿Y España? El prácticamente único gobierno de izquierdas que resta en Europa no tiene mayoría parlamentaria con los que permitieron su investidura, y dentro de la coalición de gobierno hay posiciones públicamente contrarias a cualquier iniciativa calificada como “belicista”, por lo que sólo le restaría al Presidente del gobierno buscar un acuerdo de Estado con el Partido Popular, a lo que siempre ha sido renuente.
Ante el grave riesgo para nuestra seguridad como naciones libres y soberanas que nos ha estallado, nadie puede dudar, en nuestra opinión, que la solución es Europa, más Europa.
Gerardo Galeote. Abogado ADCECIJA, fue miembro del Parlamento Europeo
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