Cristianismo

Unidad y paz

La Razón
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Francisco regresa hoy a mediodía a Roma después de un viaje maratónico que le ha conducido a Chile y Perú. Las dos palabras del título son la síntesis de su predicación. Son dos países limítrofes pero con historias y culturas muy diferentes. Hoy les separa, además, un enorme desnivel en sus vivencias de la religión. Chile con Uruguay son las naciones con menor índice de católicos y mayor porcentaje de agnósticos o ateos. En Perú, a pesar de un descenso registrado los últimos años, se declaran católicos el 89,6 por ciento de sus treinta y un millón de habitantes.

El Papa ha repartido equitativamente los tiempos de su visita: en Chile ha permanecido los días 16,17 y 18 y en Perú los tres restantes; además de las respec- tivas capitales, Santiago y Lima, ha viajado a Temuco e Iquique en el primero y a Puerto Maldonado y Trujillo en el segundo. Ha habido puntos comunes; el primero y más destacado ha sido su preocupación por las poblaciones indígenas de origen amazónico víctimas de seculares explotaciones y violencias y amenazadas de desaparición con la consiguiente pérdida de sus ancestrales valores; si esto llegase a producirse se pondría en crisis la defensa de un medio ambiente esencial para la preservación de la bioesfera y de múltiples especies vivientes. El autor de la encíclica «Laudato Si» no podía no reaccionar ante semejante amenaza planetaria. Sobre todo en Chile pero también en Perú ha planeado el escándalo de los abusos sexuales de algunos sectores del clero. En su primer discurso en el Palacio de la Moneda dejó clara una vez más su condena de esos crímenes execrables y su compromiso para que, en lo que de él dependa, no vuelvan a repetirse. A los obispos les ha urgido a que vigilen con mayor ahínco estos desmanes y no duden en poner en manos de la justicia a esos criminales e impostores del mensaje cristiano.

Los viajes papales no son una varita mágica que resuelven de la noche a la mañana problemas enraizados en la iglesia y en la sociedad pero nadie pone en duda que sus palabras y sus gestos no caen nunca en vacío y producen sus frutos más tarde o más temprano.