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La Razón
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En política, prácticamente todo es susceptible de debate y el elenco de argumentos que puede esgrimirse en un conflicto llega a cansar a cualquier espectador. La razón estriba en que se suele debatir en el terreno de hipótesis de imposible confirmación. Por eso, cuando algunos miembros del Partido Socialista defienden que hubiese sido mejor elegir a la Sra. Carmen Chacón que al Sr. Alfredo Pérez Rubalcaba o que la peor opción para el PSOE era la elección del Sr. Pedro Sánchez al frente de la dirección, son afirmaciones tan veraces como la de los que defienden lo contrario, porque es imposible comprobar lo que hubiese ocurrido en otra circunstancia.

Por tanto, para analizar con cierto rigor es conveniente acudir a hechos y realidades indiscutibles. Es incuestionable que el Sr. Sánchez sólo ha cosechado derrotas electorales, empeorando notablemente los resultados anteriores de los socialistas. Basta un mero repaso a las citas electorales celebradas bajo su dirección. En las elecciones municipales de mayo de 2015 el PSOE obtuvo tres puntos menos y 1.000 concejales menos que en el 2011, a pesar de que en ese momento el desgaste del Gobierno estaba en la balanza del Partido Popular, a diferencia de lo que ocurría cuatro años antes, en plena crisis económica. En septiembre del mismo año se celebraron elecciones en Cataluña. El resultado para los socialistas fue catastrófico, perdiendo la quinta parte de los escaños, quedándose en sólo 16. En diciembre los españoles votamos la nueva configuración del Congreso de los Diputados. El PSOE bajó de 110 diputados a 90, nuevo mínimo histórico. Y seis meses después se produce la consabida pérdida de otros cinco escaños en la repetición de las elecciones.

Este domingo los gallegos y los vascos van a pronunciarse votando y las expectativas de los socialistas son peor que malas, augurando importantes descensos en ambos territorios.

La historia del Sr. Sánchez es la de la concatenación de derrotas y la imposibilidad de frenar, por un lado, a Podemos, que en los dos años de dirección del Sr. Sánchez ha multiplicado casi por tres sus votos y, por el otro, al PP, que pese a la gestión al frente del Gobierno y sus problemas judiciales no sólo ha vencido en todos los procesos electorales, sino que en los últimos ha mejorado sustancialmente sus resultados.

La cuestión de fondo radica en que la dirección actual tiene como objetivo prioritario su supervivencia al frente del PSOE, no la victoria electoral ni el liderazgo social de España. Sólo en esa clave tiene explicación todo lo que está sucediendo desde las elecciones generales. La investidura fallida nunca tuvo como misión formar gobierno, sino que fue un instrumento para preservar la inmunidad orgánica del Sr. Sánchez ante aquellos que cuestionaban su liderazgo.

El retraso del congreso que el PSOE tiene pendiente, debería haber sido en febrero, fue dirigido a repetir como cabeza de lista en las elecciones de junio. De la misma manera que la intención, ahora, de celebrarlo el mes que viene, sin previo aviso, sólo responde a la necesidad de eliminar competidores por la secretaría general del Partido Socialista y consolidarse los próximos cuatro años.

El Sr. Sánchez intenta construir un relato detrás del que refugiarse para mantener su despacho de la calle Ferraz. Por ello, levanta la sospecha sobre todo aquel que cuestiona su liderazgo, identificándole como que quiere mantener al Sr. Rajoy al frente de la presidencia del Gobierno. Concentrarse en eso es como buscar el garbanzo debajo del cubilete de un trilero. La realidad es que quienes quieren sustituir al Sr. Sánchez al frente del PSOE son aquellos que saben que con él sólo habrá derrotas, división interna y un futuro incierto para el proyecto socialista. Son los que se han dado cuenta de que el mayor garante del Sr. Rajoy es el propio Sr. Sánchez. Si el presidente en funciones se ha presentado a la investidura y sigue liderando el PP es porque es lo que más conviene a los intereses del líder socialista, que no a los del PSOE.

En realidad, la táctica del Sr. Sánchez para mantenerse al frente del partido se resume en dos ideas: dejar al Sr. Rajoy como líder del PP, si cae el uno cae el otro, y que se celebren nuevas elecciones para volver a ser el candidato. Los 137 años de historia del PSOE merecen algo más.