Alfonso Ussía
Rodilla acosada
El ministro de Defensa del Reino Unido se ha visto obligado a dimitir por una acción de violento acoso sexual a una subordinada. Tuvo lugar hace muchos años. El ministro posó su mano derecha sobre la rodilla izquierda de la víctima, y ésta, ha optado por denunciar el terrible exceso de confianza con muchos años de retraso. Como la chica acosada por Dustin Hoffman cuando contaba 17 años de edad y ha denunciado la violenta acción al cumplir los 49, lo que demuestra su parsimonia en adoptar decisiones. En vista de ello, y con el fin de colaborar en el esclarecimiento de hechos del pasado con connotaciones de insoportables acosos sexuales me apresuro a narrar mi angustiosa experiencia personal. El 7 de agosto de 1972, en la terraza del Real Club de Tenis de San Sebastián, sito en la falda del Monte Igueldo, malecón occidental de la bahía, fui acosado por Esperanza Aguirre. No me apercibí de ello en aquellos momentos, en los que yo era un inocente muchacho que acababa de perder un partido de tenis del histórico torneo «Olegario Arbide», pero el caso del ministro de Defensa británico me ha abierto los ojos e inyectado la angustia en el otoño de mi vida.
Después de un trepidante partido con el gran tenista donostiarra Iñaqui Bengoechea, tuve una bola de partido a mi favor y con turno de saque. De mi raqueta «Maxply» salió disparada la bola hacia el cuadro receptor de Bengoechea. Éste, con un extraño movimiento, me devolvió la bola con un churro de dejada. Sentí harto dolor. Tres juegos más tarde Bengoechea me vencía en aquellos memorables treintaydosavos de final. Abochornado por mi derrota injusta, antes de acudir al vestuario, me tomé una bebida refrescante en la terraza. Me senté junto a Esperanza Aguirre que había asistido al gran encuentro y aplaudido todas mis intervenciones. Me adivinó tan apesadumbrado, que cariñosamente me palmeó con su mano izquierda mi rodilla derecha mientras me animaba. –Has jugado muy bien y aquí no se acaba el mundo. No te preocupes «Vipi» – así me llamaba -, sigue como hasta ahora, y un próximo verano serás el campeón del «Olegario Arbide»-. Dicho esto, que en aquellos momentos agradecí sin reservas, insistió en palmearme la rodilla.
Había olvidado completamente aquella escena de mi vida. Pero la dimisión del ministro británico de Defensa me ha devuelto la panorámica borrada de mi memoria. Y creo que fue acoso sexual. Lamento profundamente que su esposo, mi buen amigo Fernando Ramírez de Haro, y sus hijos, Fernando y Álvaro, conozcan el atroz comportamiento de su mujer y madre, respectivamente, con tantos años de retraso. Pero más vale ponerse una vez colorado que un centenar amarillo. Hasta aquí podíamos llegar.
Como, de existir delito, la prescripción es una realidad irrebatible, el único objetivo de este artículo-denuncia, de este artículo-reivindicativo social, de este artículo-antiacoso, no es otro que poner las cosas en su sitio, y si fuera posible, percibir la correspondiente indemnización por parte del Estado. Sí, ya lo sé, de acuerdo, que he tardado muchos años en hacer pública mi angustiosa experiencia, pero qué quieren que les diga, se me había olvidado.
Por otra parte, entra en lo posible que Esperanza cometiera el acoso involuntariamente, y que sus gestos y palabras correspondieran a un acto de auténtica amistad. Pero que ella tocó mi rodilla es tan cierto como que Mahoma veraneó un año en Irún. Con estos ojos lo vi en diferentes ocasiones pasando la frontera para adquirir en la «Rue Gambetta» de San Juan de luz alguna lata de «Paté de foie truffé». Pero esto merece otro artículo específico por su importancia histórica.
Lo siento «Hopy» –así le llamo yo a Esperanza-, pero se te va a caer el pelo.
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