Julián Cabrera
Rajoy toca a rebato
No es lo que más entusiasma al actual presidente del gobierno, para qué nos vamos a engañar, pero Rajoy ha visto parpadear insistentemente esa luz roja que señala «alarma» en los cuadros demoscópicos de Génova-13 y la Moncloa y ha tenido que volver a echar mano de la mochila. En los últimos días el presidente del Gobierno ha comenzado a prodigarse de manera especialmente activa en no pocos actos, bien de gobierno o bien de partido por numerosos puntos de la geografía nacional y lo ha hecho recuperando –a la fuerza ahorcan– ese «modo elecciones» que tanta pereza da a los jefes de gobierno en sus segundas legislaturas y especialmente evidente en sus últimas intervenciones a la hora de destacar los logros en materia económica –todavía su gran aval– y de enseñar los dientes a Ciudadanos, ese fantasma en forma de sorpasso que visita cada noche a todo responsable del Partido Popular en el ámbito municipal o autonómico. Rajoy, a diferencia de González o Aznar y siempre que se mantenga –como le confesara a Alsina en onda cero– en primera línea y con ganas de repetir tendrá mucho más complicado eso de ofrecer el costado a la política más doméstica, para centrarse en las relaciones internacionales a las que tanto acaba cogiendo el gusto todo inquilino de la Moncloa. Tendrá que mirar a Soria más que a Siria. Hay demasiado en juego. El mal resultado de los comicios catalanes combinado con la eclosión de Arrimadas y unos sondeos a nivel nacional que empiezan a no marcarle techo a Ciudadanos han hecho que Rajoy, con todo el poder territorial en juego a la vuelta de poco más de un año –o antes si Susana Díaz acaba adelantando las elecciones andaluzas– preste oídos a quienes desde discretas entretelas venían sugiriendo movimientos para recuperar la iniciativa política. Habrá crujir de dientes a la hora de elaborar unas listas de candidatos a las municipales que tendrán que estar cerradas con mayor premura de lo que acostumbra la armonía «mariana». Habrá «ERES» para desbloquear y aliviar huecos y sobre todo ya se deja claro a quienes quieran ver y oír las señales de Génova, que habrá que alinear equipos de gala con los mejores para poder disputarle a la marea naranja algo tan esencial como es el poder territorial ya de por sí ampliamente mermado en 2015. Rajoy sabe que tal vez ya no sirva lo de no desvestir santos. Ahora la consigna es todos llamados a filas. Habrá sacrificios a la hora de no poder elegir y quien tenga dudas que pregunte al bueno de Alfonso Alonso. Toca quitarse el peto y a calentar en la banda.
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