Rodaje
Martin Scorsese
En 1988 Martin Scorsese fue vilipendiado por «La última tentación de Cristo». Aunque contó con la aprobación del obispo anglicano de Nueva York, Paul Moore, muchos hablaron de herejía. Hubo piquetes a las puertas de los cines, actos de desagravio y amenazas. El calentón fue producto de una escena onírica en la que Jesucristo sueña que hace el amor con María Magdalena. A Scorsese, que empleó seis años para sacar adelante la película, casi le cuesta su carrera. Sus enemigos nunca entendieron hasta qué punto el cristianismo, y más concretamente el metal católico, late en su filmografía. Literalmente, sus mejores cintas son combates entre lo sacro y lo profano, y muchos de sus héroes (Harvey Keitel en «Malas calles», Robert de Niro en «Taxi driver»), bulímicos de redención y consuelo, pelean entre el crucifijo y el Mágnum 357.
Criado en Little Italy, rodeado de abuelos que lloraban al merendar «zeppole» el día de San José, soñaba con ser misionero, ejerció de monaguillo en la vieja catedral de San Patricio, en el 263 de Mullberry, y estuvo a punto de estudiar para sacerdote. Su primer mentor, en la vida y el cine, fue Francis Principe, un joven cura del barrio que, según le explica el propio Scorsese a Paul Elie en la revista del «New York Times», llevaba a los chavales al cine una vez al año y «nos abrió los ojos. Nos dijo: “No tienes porque vivir así”. “No tienes por qué limitarte a estos parámetros culturales”. “No tienes por qué casarte a los 21”». La entrevista entre el director de cine y el escritor que mejor ha capturado el pulso del catolicismo en EE UU durante los últimos años tuvo lugar a cuenta de «Silence», su última película, que se estrena hoy, en un pase especial, en El Vaticano, y llegará a los cines el 23 de diciembre. Cuenta la historia de dos jesuitas que viajaron a Japón en el siglo XVII y sufrieron el martirio de elegir entre la vida de sus feligreses y su fe.
Basada en una novela de Shusaku Endo, al decir de Elie comparte una naturaleza atormentada con «La última tentación de Cristo»: «Al representar la vida de Cristo como una lucha entre su doble naturaleza humana y divina, Scorsese tenía la intención de hacer una película que era a la vez un acto de duda y un acto de fe. En la novela, el sacerdote (...) profana un imagen de Cristo y, sin embargo, es un acto de fe». Scorsese leyó la novela de Endo mientras viajaba en tren para participar en la antepenúltima película de Akira Kurosawa.
El maestro japonés fue uno de los directores que más influyeron en el italoamericano, que cierra el círculo mediante la combinación de dos sus fuentes, la cinematografía de Kurosawa, Ozu y Shindo, y la espoleta religiosa que colea incluso en sus historias de gánsters. Y tras su proyecto fetiche anuncia reencuentro con Robert de Niro, Joe Pesci y Harvey Keitel, a los que podría sumarse Al Pacino. A sus 74 años, el pequeño gran hombre sigue imparable.
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