Cantabria
«¿Por qué se llevan ese coche? ¿por qué han ido a buscarlo ahí?»
El pederasta de Ciudad Lineal se puso nervioso al enterarse de que la Policía había localizado la Picasso de las agresiones.
«¿Te acuerdas de la Picasso? ¿la Picasso esa tuya, la que te cogió la Policía que te llevó a declarar y todo el rollo? Pues el otro día se presentaron en la campa y se la llevan». El pederasta ya llevaba 20 días recluido en su guarida de Santander cuando escuchó estas palabras al otro lado del teléfono. Hacía exactamente un mes de su última agresión y no había tenido noticias de la Policía. Tras pedirle el DNI por la calle hasta en dos ocasiones a últimos de agosto (motivo por el que se puso nervioso y huyó a casa de sus tíos en Cantabria), no había vuelto a tener noticias de quienes sabía llevaban meses intentando dar con él. Se creía a salvo y respiraba aliviado hasta que tuvo esta conversación con su socio Conrado. Llevaban un negocio de compraventa de vehículos y la Picasso «gris Fulminator» en la que subió al menos a la última víctima, tenía una orden de embargo supuestamente ya pagada pero que les había dado problemas y por ese motivo Antonio Ortiz había ido a declarar.
Pero en cuanto escuchó esas palabras volvió a ponerse en alerta máxima. Eran las 14:15 horas del 22 de septiembre: no le quedaban ni 48 horas en libertad. Ortiz tragó saliva y trató de aparentar extrañeza ante su colega, pero sin mostrarse nervioso: «Pero si los papeles...los papeles estaban ahí». «Claro, pero que se llevan el coche, por cojones», le contesta su socio. «¿Y eso? Pero con que justificación se lo llevan?», Insiste el presunto pederasta. Llevaba seis días con el móvil pinchado. Durante la conversación de casi diez minutos, Conrado le explica que la Policía ya les ha llamado y que tienen que ir a buscarlo, que no se lo llevan de vuelta. Para mostrar trivialidad en el asunto Ortiz critica entonces el procedimiento: «Es que estos son unos hijos de puta. Se llevan el coche, se llevan el ese de la grúa y te cobran la grúa luego». Después hablaron de otro asunto y colgaron. Pero el presunto pederasta de Ciudad Lineal se quedó, lógicamente, dándole vueltas a la primera parte de la conversación así que volvió a llamar a su socio para intentar sacar más información. Según se desprende del sumario del caso, a las 14:40 llama a Conrado y le dice: «Oye una pregunta. Es que me he quedado así pensando lo que me has dicho y... ¿Y el coche ese por qué? ¿Por qué han ido a buscarlo allí?». Su socio, sin embargo, no le da importancia y le da una explicación que a Ortiz le inquieta aún más: «No, no han ido a buscarlo allí. Dicen que es un control rutinario porque la Policía Judicial de la Policía Nacional ha creado un grupo específico para eso y está visitando, al parecer, a todo el mundo». Evidentemente, Ortiz no se tragó esa excusa para llevarse un coche hasta dependencias policiales, pero poco podía hacer. Conrado prosigue: «Han ido allí, vieron diez coches...». En ese momento. Ortiz le interrumpe: «Y entre ellos ese?». «Claro, y a ellos les sale embargo y precinto y entonces dicen “oye, que estáis vendiendo un coche embargado” pero no. No lo estamos vendiendo, eso para empezar. Segundo, hemos hecho dos transferencias antes...». A Conrado le cuadraba el tema porque la Picasso les había dado todos estos problemas pero bien sabía el presunto pederasta que ese vehículo tenía más sospecha encima que un embargo. Pero justifica su interés: «Sí claro, si es que me he quedado así diciendo bueno si eso ya no está a nombre de la empresa, como coño lo van a buscar allí?». Y es que puede que el imputado escogiera precisamente este vehículo para actuar precisamente porque sabía que ya no estaba a nombre de la empresa. Pero le salió mal al jugada. Los investigadores ya tenía todo prácticamente «abrochado». Dos días después tanto Ortiz (ya engrilletado) como Conrado se enteraron de la verdad de aquella visita de la Policía.
La cocina a la izquierda, un plato de ducha y toda la casa en obras
No sólo se quedó con los elementos «periféricos» que, según los expertos, son los que es lógico que hayan retenido mejor al no provocarles estrés. La menor agredida en abril recordaba los exteriores e interiores del conocido como «piso de los horrores», propiedad de la madre del presunto pederasta y situado en el número 3 de la calle Santa Virgilia. Además de detallar cómo era la entrada al edificio: dijo que el aparcamiento hacía forma de herradura y se acordaba del gálibo del garaje («como porterías rojo y blanco»), de los barrotes negros de la puerta del portal, los ascensores, el número de pisos («ocho»)... la niña, de nueve años de edad, se acordaba también del interior de la vivienda donde pasó los minutos más horribles de su vida.
Según explicó a su madre y ésta trasladó a los agentes, la niña creía que la casa la estaban arreglando. «A la izquierda había una cocina y luego vio sofás y una mesa rota. Dos camas sin colchón con cajas encima». La menor dijo que parecía que la casa «la estaban arreglando». También describió un sillón viejo de flores y que tenía un plástico transparente por encima.
Su agresor la condujo hasta el dormitorio principal. La menor asegura que tenía un plástico pero que el señor puso una manta. La obligó a tumbarse. Ella cree que se quedó dormida unos segundos. Incluso en su estado, con el efecto de los somníferos que apunto estuvieron de causarle graves secuelas en su organismo (de hecho vomitó hasta el dos ocasiones) se quedó con la imagen en su retina: una estantería baja y poco más. También describió el baño: no había bañera sino un plato de ducha con una puerta transparente donde el señor le mandó ducharse. Él la secó con una toalla después y se marcharon. La menor no recordaba que hubiera bidé pero sí el color de las puertas y la situación de cada estancia en aquel piso del infierno.
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