Cine
Una zarzuela a prueba de puristas
El Liceo acoge el montaje de «Doña Francisquita» de Lluís Pasqual que fue recibida con abucheos e interrupciones por una parte de los aficionados en su estreno en Madrid
El Liceo acoge el montaje de «Doña Francisquita» de Lluís Pasqual que fue recibida con abucheos e interrupciones por una parte de los aficionados en su estreno en Madrid
Ricardo Negrote fue a ver «Doña Francisquita», de Amadeu Vives, con su padre al Teatro de la Zarzuela de Madrid. Su padre le había puesto la grabación de la obra dos mil veces desde que tenía seis años y a Ricardo le pareció un bonito gesto invitar a su padre al teatro y verlo en directo. En su imaginación, lo veía como una forma de cerrar el círculo, como una feliz oportunidad de recuperar la infancia y dar las gracias a su padre por todo lo que había hecho por él y lo mucho que le había enseñado.
Los dos vivían en Zaragoza, así que tuvieron que hacer un largo viaje en un viejo e incómodo Citroën C3 sin aire acondicionado. No les importaba, pusieron el viejo cassette de «Doña Francisquita» y a Ricardo le encantó ver cómo su padre todavía la cantaba entera por dentro, moviendo los labios con vergüenza. «¿Deberíamos haber invitado también a mamá?», preguntó Ricardo a medio camino. «Quieres que te diga la verdad, ella siempre ha odiado la zarzuela. Qué le vamos hacer. Nadie dirá que no he intentado hacerle cambiar de opinión», afirmó su padre.
Llegaron con el tiempo justo para aparcar y correr a sus asientos en platea. Cuando se apagaron las luces, un estremecimiento en la piel les reanimó el espíritu y con el sonido de los primeros acordes orquestrales fue como iniciar un viaje en el tiempo. Sin embargo, pronto empezó a quedar claro que aquello no era lo mismo que habían escuchado toda su vida, sino que habían deconstruído el libreto y la partitura para hacer una especie de collage esencialista. Para Ricardo fue como si una mano peluda de demonio mata tigres le arrancara del túnel del tiempo y le hundiese en el fango.
Cuando empezaron los primeros silbidos del público, Ricardo no sólo los secundó, sino que dobló la apuesta y empezó a gritar como un energúmeno hasta conseguir que se interrumpiese el montaje durante un minuto y medio. Su padre quería buscar un agujero y esconder la cabeza, pero no había agujeros, sólo un bolso enorme de la mujer de la butaca de al lado. Lo miró. No cabía. Tenía que decir algo. «Se puede saber qué haces. Cállate, me estás poniendo en ridículo», dijo a Ricardo, que no entendía cómo su padre no estaba tan indignado como él. «No lo entiendes. Escucha la música. Deja a los artistas hacer su trabajo. Luego quéjate lo que quieras», dijo y Ricardo no pudo más que cerrar la boca y ver cómo se enrojecía su rostro. «Pero Papá, esto no tiene nada que ver con lo que escuchábamos juntos», dijo triste. «¿Acaso no lo estamos escuchando juntos? Debería haber venido con tu madre», contestó su padre.
En Barcelona no
El Gran Teatro del Liceo acoge ahora la polémica adaptación que Lluís Pasqual hizo de «Doña Francisquita» de Amadeu Vives. y en cuyo estreno recibió silbidos y abucheos que obligaron a detener la producción durante minuto y medio. Del 10 al 17 de noviembre se acogerá una apuesta que sus responsables califican de «acto de amor» al género con voces que incluyen a Celso Albelo, María José Moreno, Elena Sancho Pereg y Antonio Lozano. «No nos esperábamos la reacción que tuvimos en Madrid, una reacción bastante fuerte por una parte del público, sobre todo tras acoger bien la propuesta de ‘Château Margaux’ y ‘La viejecita’», señaló Leo Castaldi, responsable de esta reposición.
Para la producción, los abucheos por parte de los puristas de la zarzuela demuestran que el género todavía está muy vivo y provoca fuertes emociones. «En los números musicales aplaudían a rabiar, pero en los diálogos sí se enfadaban», recordó la soprano María José Moreno. «Cuando vine aquí intenté hacerlo sin prejuicios y me encontré un trabajo bien pensado y muy bien hecho», dijo Celso Albelo, que se incorpora a la producción. «Al acabar pueden hacer lo que quieran, pero es intolerable interrumpir un espectáculo», concluyó el actor Gonzalo Castro que interpreta a los personajes creados específicamente para la producción.
La gran novedad del montaje es su puesta en escena, dividiendo la narración en tres épocas históricas diferentes. Primero, en los años 30, en una grabación de un disco de «Doña Francisquita». Segunda, en los años 60, en la grabación de un programa de televisión. Y tercera, en la actualidad, en un ensayo abierto de la obra. Esto no significa que no se pueda seguir la historia tradicional, sino que crea un juego de ecos que ayuda a entender la importancia de la obra y la zarzuela en general.
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