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La Barcelona daliniana
Un libro recoge la muy peculiar relación del pintor Salvador Dalí con la capital catalana aportando numerosa documentación poco conocida
Cuando nos referimos a la geografía humana y artística de Salvador Dalí, limitamos el paisaje al Empordà, concretamente a Figueres, Cadaqués e, incluso, Púbol.
Cuando nos referimos a la geografía humana y artística de Salvador Dalí, limitamos el paisaje al Empordà, concretamente a Figueres, Cadaqués e, incluso, Púbol. Si queremos ir un poco más allá, las ciudades que aparecen en ese mapa son París y Nueva York, en las que vivió de manera regular. Y ahí acaba todo, como si no hubiera nada más, aunque eso no es cierto porque ese panorama queda incompleto por la ausencia de Barcelona.
Tal vez la capital catalana no ha sido justa con el genio surrealista. Pocas son las obras firmadas por él en los museos de la ciudad y parece que se sigue resistiendo que dé nombre a un espacio público barcelonés. Por eso, la aparición del libro de Ricard Mas es un paso de gigante para normalizar la relación del padre de los relojes blandos y la gran ciudad, «Dalí i Barcelona», editado por el Ayuntamiento de Barcelona, es el fruto de una larga y laboriosa investigación por numerosos archivos, hecho que ha permitido numerosa documentación, en gran parte inédita.
Ricard Mas nos recuerda en su libro que la sangre de Dalí es barcelonesa. En efecto, Felipa Domènech, quien sería la madre del pintor, había nacido en la calle del Call de Barcelona. Por otra parte, Salvador Dalí i Cusí, su padre, hizo su carrera de notario en esta ciudad. Y fue aquí donde protagonizó su primer –e infantil– escándalo en la calle Ferran. Por lo que no puede existir un mejor punto de partida para dibujar todas estas sugerentes conexiones y vínculos dalinianos.
La ciudad también representó el gran salto de Dalí al ruedo artístico. Lo hizo en uno de los espacios más emblemáticos de los años 20 para exponer todo lo que tuviera algo que ver con la nueva manera de entender los lenguajes plásticos. Se trata de un espacio situado en el Paseo de Gràcia y que dirige un destacado marchante llamado Josep Dalmau. Son las Galeries Dalmau y fue allí donde un joven Salvador Dalí su primera exposición individual en 1926. Ricard Mas reproduce el balance de aquella muestra y podemos ver que las ventas supusieron 2.400 pesetas, aunque a consecuencia de los gastos, Dalí acabó ganado 1.735,80 pesetas.
No sería la única exposición en Barcelona en la vida de Dalí. El libro recorre las presentaciones que el surrealista hizo de algunas de sus obras en la ciudad, siendo especialmente significativa de la tela «La batalla de Tetuan», un muy personal homenaje al cuadro homónimo de Marià Fortuny. Fue en 1962, en el Saló del Tinell quedando los dos cuadros enfrentados en la misma sala.
Si bien aquel acto fue un éxito que se tradujo en visitantes y no pocos artículos en Prensa, sí fue menor el impacto que tuvo, también en 1962, su participación en una subasta realizada para ayudar a las víctimas de las riadas en el Vallès. Picasso y Miró fueron dos de los grandes nombres que se prestaron a ayudar. Dalí no quiso ser menos y aportó un cuadro pintado expresamente, «El Cristo del Vallès» que fue vendido finalmente por un millón y medio de pesetas por los Albaretto, unos muy peculiares y controvertidos coleccionistas del maestro de Figueres.
Barcelona es también la ciudad en la que podemos encontrar la obra de una de las grandes obsesiones dalinianas: Antoni Gaudí. No fueron pocas las veces que lo reivindicó, como nos recuerda Mas al reproducir las páginas de la revista «Minotaure» donde Dalí publicó su artículo «De la beauté terrifiante et comestible, de l’architecture Modern Style» que acompañado de fotografías de Man Ray presentaba la Casa Milà y la Casa Batlló a los lectores.
En una carta a Jaume Miravitlles, uno de sus confidentes desde su infancia y juventud en Figueres, fue el receptor de una muy curiosa carta escrita probablemente en 1936, cuando la Guerra Civil ya era una dramática realidad. Miravitlles es el comisario de propaganda de la Generalitat y recibe una misiva que lo dejará asombrado. Dice así: «Estimat Miravitlles: Voldria que la teva manca de temps no et faci subestimar el valor històric d’aquesta carta. Espero ocupar a Barcelona el càrrec de “comissari general de la Imaginació Pública”. Així que estigui restablert d’un fortíssim “surmenage” (degut al gran esforç de la meva última exposició i a l’acabament de tres nous llibres) vindré a Barcelona per posar això en peu. Reserveu-me si és possible el gran edifici d’En Gaudí del passeig de Gràcia (Casa Milà). Es tracta de fer quelcom sensacionalment revolucionari i sense antecedents en la història de la cultura».
Uno de los apartados más interesantes den este voluminoso ensayo es el dedicado a los espacios barceloneses en los que podemos ver en la actualidad obras de Dalí. No son muchos, pero nos pueden servir para conocer de cerca el talento del pintor. El primero de ellos es el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) donde se guardan el fantástico retrato del padre del artista, así como el dedicado a Josep Maria Torres, una pieza que en su reverso contiene un paisaje de Cala Nans pintado a la manera impresionista. El mismo museo es también propietario de un delicioso dibujo a la manera de Ingres, donde Dalí captura a su padre y a su hermana Anna Maria. Cierra la pequeña colección el gran cuadro de 1960 «Nacimiento de una diosa», también llamado «Diosa apoyada en un codo, Continuo de las cuatro nalgas y Cinco cuernos de rinoceronte formando una virgen».
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