Casas reales
Un vestido blanco y un espiritual negro
Meghan apostó por el mismo color, además de en el modelo, en todos sus complementos
Meghan apostó por el mismo color, además de en el modelo, en todos sus complementos.
Ha sido, seguramente, la boda del año. El beso que han compartido con sus fans lo ha visto en directo medio mundo. Uno de los últimos cuentos de princesas, ahora que los roqueros insisten en que las chicas prefieren un dentista, se ha hecho realidad con puntualidad británica, y hasta la bofetada más elegante que ha recibido Donald Trump se la ha dado una mujer divorciada, feminista desde los 11 años y demócrata hasta la médula, que hoy se ha convertido en duquesa de Sussex.
Solo hay una cosa que el dinero no puede comprar, la suerte. Y Ms. Markle la tiene. De no ser así, no habría llegado sola hasta la capilla, no habría sido llevada hasta el altar por el futuro rey de Inglaterra y no se habría casado con su hijo pequeño, entre un espiritual negro cantado por negros y un «Ave María» interpretada al cello por un joven negro, tras un sermón arrebatador sobre el amor de un obispo negro. Todo lo nuevo era negro. Había allí tantos símbolos negros que quién iba a negarle su derecho a casarse vestida de blanco. Estaba ya casada, pero su primera boda era de otro mundo. Cómo iba a renunciar esa mujer, que nació en un matrimonio roto, que se educó siendo una niña negra, a que un príncipe le levantase el velo antes de morirse de placer conforme le decía «te quiero».
El traje era inmaculadamente blanco, ella no tenía que disimular como Kate. Sencillo, sobrio, impecable y de Givenchy. Un capricho a su medida firmado por Clare Waight Keller, su reciente directora creativa, después de pasar por Calvin Klein, Ralph Lauren, Gucci, Chloé y Pringle of Scotland. Los pendientes de Cartier, la diadema de filigrana de la reina Mary de Teck, el velo con los escudos bordados de la Commonwealth y el ramo de nomeolvides y mirto –imprescindibles en las bodas reales inglesas– eran también blancos. Todo lo antiguo era blanco. Van a comer muchas perdices, su madre y su abuela iban de verde. Nos han convencido.
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