Moda
Tamara Falcó podría diseñar para Pronovias
Este buen tiempo y las altas temperaturas casi veraniegas –nada que ver con la tormenta política que arrecia día a día– propician el desahogo de desfiles cálidos como buen adelanto estival. Acaba de hacerlo El Cortés Inglés convirtiendo en pasarela el nada playero patio del Hotel Wellington de Madrid, que tanto sabe de glorias y miedos toreros. Lanza «Énfasis», una colección de bañadores cinco estrellas a 400 euros cada prenda.
Sorprendentemente no lucieron esas propuestas Nieves Álvarez, Judit Mascó ni Ariadne Artiles, el trío, físicamente tan dispar, que amadrinó el bautizo de «Enfásis». Como tampoco Ana Boyer, tan alejada de la moda. Lo hará el viernes en la «Bridal Fashion Week» barcelonesa para Pronovias, donde igual coloca a su hermana Tamarita si ésta sigue en su empeño de convertirse finalmente en diseñadora nupcial, ya que estaría barajando la idea de diseñar el traje de su madre para ese sueño imposible que será casarse con Mario Vargas Llosa. Andan en tratos con Palatchi, que tiene buen ojo publicitario. Qué tiemble Hervé Moreau.
Madurez superada
Fue un atardecer de viento y lluvia amenazadora, aunque finalmente lució el sol y el verano llegó a El Corte Inglés. Era lo más repetido ante una piscina que ninguna de las modelos –son más que eso– ni siquiera olió. Quizá se contagiaron y amedrentaron observadas y repasadas desde las muchas ventanas traseras de los edificios vecinos. Falló el marco y no lucirlas con poca ropa más allá de las fotos publicitarias.
El sistema no les favoreció porque Ariadne Artiles lució una falda larga verdosa «con los colores emblemáticos de la marca», ironizó sonriente Judith Mascó. Es la mayor del trío, con 47 años, mientras que Nieves Alvárez, de imponente madurez superada ya la cortedad de sus primeros tiempos, contaba que días atrás hizo en la capital londinense una campaña. Fue entonces cuando descubría su edad: «Allí cumplí los 43», confesó a la canaria Artiles, que estaba más preocupada de su ensortijado melenón –y eso que sus islas son ventosas– que de las cámaras. «Pasé la Semana Santa cuidando de mi abuela, que se encuentra malita», comentó Ariadne, siempre inexpresiva, aunque en su mejor forma física.
Fue una ocasión de repaso y contraste, ni un pero ni un descuido. La barcelonesa Judith era la más locuaz de todas. Los años soltaron lo que antes era reserva: «Estoy en lo mejor de la vida y con el físico como nunca. Ahora resulto mucho más fotogénica porque los años me han dado una madurez que refleja la cara. Muchas mujeres ven en mi una imagen a seguir. Es mi “target”», subrayó, y le comento: «Curioso el retorno, tanto en cine como en moda, de nombres de toda la vida. Ahí tienes a Lauren Hutton y a tantas otras recuperadas. Ya no digamos de tu paisana Alicia Borrás, que con 70 todavía impresiona cada vez que aparece después de ser rescatada por Alex Stiles hace tres años para Andrés Sardá».Tiempo de moda; así, el martes Rosa Clará trae a Mariana Downing, novia, o lo que sea, del inestable Marc Anthony.
Por su parte, Manuela Carmena evitó los desfiles en el pasillo municipal con los diseñadores Hannibal y Juanjo Oliva. Descuidada, la alcaldesa no dedica tiempo al diseño. Hay que verla y compararla con su colega parisiense Anne Hidalgo, que todavía nos visita. Dos mundos y dos maneras de vestir el cargo con muy diferente estilo, mientras que Cristina Cifuentes resalta personalísima y sin aderezos.
Liberación estética
El cargo hay que revestirlo –sin llegar a la exageración del «Rey Sol»– al menos con luminosas y atrevidas corbatas, con las que Felipe VI continúa el patrón de Don Juan Carlos. Todavía conservo, enmarcada, una pintada a mano por un artista rumano que me regaló Su Majestad más de mérito que emérito. Lo de ahora es pan comido. Ojalá Doña Letizia siguiera el ejemplo marital alegrando sus atuendos no tan personales, como la típica vestimenta germana de Doña Sofía, rejuvenecida con colores claros al dejar el trono. Fue una liberación estética.
Como ejemplo a seguir, al menos en guardarropa colorido, ahí tenemos con 90 años a Isabel II de Inglaterra, inseparable de su pequeño y cuadrado bolsito negro Launer, creado y repetido incesantemente por Gerald Bomer. Cuesta 3.000 euros o acaso libras. Siempre lo lleva colgado del antebrazo izquierdo, otro hábito, y es raro que lo sujete por las asas. Para ella supone apoyo, seguridad y salvavidas. La soberana posee más de doscientos, todos iguales y sencillos. Ya es tan representativo como el cetro y la corona. En la foto oficial debería reemplazarlos, marcando estilo como ya todo un símbolo de tan eterna realeza.
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