Invasión rusa
Guerra en Ucrania: El zarpazo de Putin a la demografía ucraniana
«Casi no quedan hombres en los pueblos de Mikolaiv», lamenta una obstetra de la ciudad del sur. El país invadido teme perder un tercio de su población por la guerra
En los pueblos de Mikolaiv apenas hay varones. Se ven niños de la mano de sus madres en la capital, ancianos de camino al supermercado, pero resulta complicado observar grupos de ucranianos de entre 30 y 60 años y mucho menos en las zonas rurales. La mayor parte de la población masculina está en el frente. Una amplia línea de frente que recorre más de 1.000 km, pues comprende prácticamente desde el norte, de la frontera con Bielorrusia, hasta el sur, a 60 km de Mikolaiv.
En el Centro Perinatal del Hospital Clínico Regional de Mikolaiv, donde el Fondo de Población de Naciones Unidas ha abierto la sala de cirugía ginecológica sin barreras gracias a la financiación de la UE, la doctora Natalia Pushlenkova recuerda los «días felices» previos a la guerra, con muchas mujeres embarazadas, partos y bebés recién nacidos. «La vida era buena», confiesa.
No obstante, en los primeros días de la invasión rusa, varias localidades de este óblast fueron ocupadas por el Ejército de Rusia, cumpliéndose los peores temores de la población ucraniana. Las tropas rusas querían avanzar por la región entera, haciendo complicado residir bajo los continuos bombardeos.
«Antes de la guerra, cada año nacían en este hospital entre 500 y 600 niños», afirma la obstetra superior del centro. El año pasado, sólo nacieron 150 bebés. En los primeros nueve meses de 2023 ha habido 171 nacimientos.
«Muchos ciudadanos que tuvieron la oportunidad de salir se fueron. Daba mucho miedo estar aquí», confiesa. Es más, Pushlenkova reconoce que le preocupa la demografía de Mikolaiv y de Ucrania en general.
«La situación es muy complicada. La producción en fábricas se ha parado, hay mucho desempleo, y es lógico que muchas familias decidan no tener hijos» ante esta difícil tesitura y en plena invasión.
Como en la mayoría de países europeos, la tendencia demográfica en Ucrania era hacia el descenso de la natalidad. El índice de fecundidad en 2020 era de 1,22 hijos por mujer. Pero desde el inicio de la invasión rusa a gran escala, el 24 de febrero de 2022, 5,8 millones de ucranianos han abandonado su país, según datos de ACNUR. A eso hay que sumar que la población masculina en el país también ha menguado. Entre las bajas militares, aunque las Fuerzas Armadas no dan el dato concreto, se cree -según contó el anterior ministro de Defensa ucraniano a LA RAZÓN- que rondan los 50.000 fallecidos. Por lo que los nacimientos en suelo ucraniano en la actualidad se han reducido considerablemente.
Ante este caldo de cultivo, la tasa de natalidad de 2023 es de 0,8 hijos por mujer. Este retroceso unido a la migración y la mortalidad por la guerra, podría llevar al país a una grave reducción poblacional. De continuar la invasión, algunas métricas apuntan a un descenso de un tercio de los habitantes.
En el Instituto de Demografía e Investigación Social ucraniano barajan que, de continuar la guerra, Ucrania podría perder 11 millones de habitantes en los próximos diez años (de 37 a 26). Unas cifras que duelen a los ucranianos.
Pushlenkova ha seguido trabajando en el hospital a pesar del conflicto bélico. Primero protegieron las ventanas del edificio para evitar que durante los bombardeos hubiera cristales rotos volando por todas partes. También equiparon rápidamente el refugio antibombas del hospital para que pudieran bajar a las pacientes cuanto antes. La mayoría de las mujeres que estaban preparándose para dar a luz eran embarazos complicados. Una de ellas llevaba años sin poder quedarse embarazada, y ya era más mayor que la media en Ucrania, con el consiguiente riesgo.
Durante las dos primeras semanas de invasión, Pushlenkova y otros compañeros se quedaron a «vivir» en la maternidad. Las cirugías y los partos tenían lugar sin apenas luz, para no llamar la atención desde fuera.
«A finales de febrero y principios de marzo, el número de partos era aún relativamente alto. Pero después descendió significativamente: nuestras pacientes no eran capaces ni de acudir hasta el hospital».
Los días difíciles se agolpan en la memoria de Pushlenkova. Recuerda el caso de un parto de dos pares de gemelos. «Estaban en cuidados intensivos cuando el 3 de abril, los doctores decidieron darles de alta (a pesar de que seguían débiles). A la mañana siguiente, a las 7 am, el edificio fue bombardeado y la UCI completamente destruida».
La sanitaria se emociona al recordar cuando el hospital fue bombardeado y parcialmente destruido por las tropas rusas y cómo otra vez regresaron los bombardeos durante el invierno anterior. La situación era tan mala que, «hace tan solo un año, no sabíamos qué iba a pasar mañana o en una hora», por lo que comprende perfectamente que a los ucranianos no les dé por tener hijos.
La población en Mikolaiv ha variado mucho desde el 24-F. Mientras que algunos de sus habitantes continúan sin regresar, miles de habitantes de la vecina Jersón, que fue tomada por los rusos, se han desplazado hasta este óblast, y ahora también tienen hijos allí.
«La gente que viene ahora al hospital está en peores condiciones médicas que antes de la guerra. Han perdido mucho tiempo, no han recibido servicios médicos y tratamientos adecuados cuando aún era fácil de resolver», admite Pushlenkova.
«Antes no teníamos ningún paciente de Jersón», insiste. Además, en la mayoría de pueblos que fueron invadidos en Mikolaiv donde trabajan –gracias a un novedoso servicio de consulta en clínicas móviles–, «las condiciones de los pacientes son más complicadas debido a la falta de medicinas y tratamientos» durante la ocupación rusa. Se perdió un tiempo vital.
El jefe interino del Departamento de Cirugía, Dmitro Bachynski, de 39 años, se pasó los primeros seis meses de invasión residiendo en esta maternidad. Describe frente al lugar exacto cómo se libró por poco de la muerte cuando el hospital fue bombardeado con munición de racimo aquel 4 de abril. «Es un arma prohibida, un crimen de guerra, pero también lo es atacar un hospital», denuncia, ante el reto de no estar seguro ni en un centro médico. «Fue el día más duro de mi vida», reconoce, no sin antes criticar el «terrorismo ruso».
«Comparado con los primeros meses de guerra, hay más mujeres que están dando a luz, pues está directamente conectado con que al principio muchos ucranianos abandonaron Mikolaiv. Ahora algunos de ellos han retornado. Esto se une al hecho de que mucha gente de Jersón se haya desplazado hasta aquí, pues esa región básicamente se ha quedado sin servicios médicos y hospitales tras la ocupación rusa», relata el cirujano.
«Casi no quedan hombres en los pueblos de la región», explica Pushlenkova. «Esos pocos que se han quedado o son muy jóvenes o muy ancianos», asevera en relación al problema demográfico que sufre Mikolaiv. Con todo, cada nuevo nacimiento llena de optimismo este hospital.
«Ver a estos bebés nacer da esperanzas. Sientes que la gente volverá, los ucranianos volverán a Mikolaiv, y la vida continuará», augura Pushlenkova.
Otro desafío se une al día a día de los ucranianos y de este hospital en particular. Muchos médicos y enfermeros han dejado el centro médico para unirse a las filas del Ejército de Ucrania. «Incluso mujeres», añade Pushlenkova, a quien no le importa que haya habido que coordinarse aún mejor y aumentar los turnos.
«Ahora tenemos que trabajar más horas para cubrirles», asevera. En la misma línea, Bachynski describe cómo se han actualizado y acostumbrado a las operaciones en plena guerra.
«Mis colegas y yo aprendemos cada día. Hemos modificado nuestros métodos, nuestras cirugías, cómo tratamos una herida específica en ciertos pacientes. Hemos renovado la logística, los enfoques... Nos hemos sometido a un proceso constante de mejora», ante la demandante situación.
El jefe de cirugía aprovecha para mostrar su agradecimiento «a todos los países que nos estáis apoyando en el momento más difícil de la historia de Ucrania. Nos habéis ayudado para seguir de pie, para resistir y seguir luchando. Nuestra victoria será común. Juntos prevaleceremos y ganaremos», concluye Bachynski.
Escasez de trabajadores
El gobernador de Mikolaiv, Vitalii Kim, reconoce que a pesar de que el paro ronda el 20% en la región, «la mayoría de nuestros hombres están luchando en el Ejército. Todo el mundo busca gente para trabajar en la agricultura, aunque es difícil encontrar hombres». Además, 164 empresas han cerrado, muchas de ellas afectadas por los daños.
"Algunas personas no volverán y se quedarán en otros lugares. Eso no es bueno para hacer planes a largo plazo”, augura Kim, quien promete crear las condiciones para la inversión, y la transparencia.
“Algunas empresas ya han venido, pero necesitamos muchas para ganarnos la lealtad de los inversores. Tenemos materiales, buenos trabajadores, astilleros, agricultura, universidades... Hay mucho potencial. Pero los riesgos militares hacen que no podamos aprovechar ese potencial”.
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