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Macron neutraliza la cólera de los «chalecos amarillos»

El «Acto V» de los «chalecos amarillos» escenifica un movimiento a la baja tras las medidas sociales anunciadas por el presidente francés para aplacar la rabia de los olvidados

Un chaleco amarillo protesta hoy en París ante la Policía/Reuters larazon

El «Acto V» de los «chalecos amarillos» escenifica un movimiento a la baja tras las medidas sociales anunciadas por el presidente francés para aplacar la rabia de los olvidados.

Más policías que chalecos, casi todo abierto y pocos incidentes. Es el retrato que presentaba París en el quinto fin de semana de movilizaciones de los denominados chalecos amarillos que ha vuelto a llenar las calles de la capital gala con 8.000 agentes de seguridad en una jornada en la que la participación ha sido más baja, y sobre todo, mucho menos virulenta, que en los fines de semana anteriores. Al cierre de esta edición se habían practicado más de cien detenciones, una cifra reducida si se compara con la cifra récord de alrededor de 2.000 arrestos de hace siete días.

A mediodía, según cifras de Interior, la participación rondaba los 33.500 chalecos en toda Francia, menos de la mitad que el pasado sábado. Una cifra que no ha dejado de caer desde hace tres semanas. Pese al ambiente de más tranquilidad, la Policía tuvo que usar gases lacrimógenos en algunos puntos como la plaza de la Ópera, donde ayer se concentraron centenares de chalecos amarillos, y la ciudad de Nantes, con 1.200 manifestantes. También se produjeron concentraciones en Burdeos, Toulouse y Saint Etienne. Apenas se registraron incidentes de importancia, más allá de algunos bloqueos en carreteras y en ciudades como Lyon, donde varios centenares de personas que se manifestaban quedaron bloqueados unas horas por la gendarmería junto al puente de la Guillotière, en el centro de la ciudad.

La lectura política que hizo el Gobierno francés de la jornada es la de un movimiento a la baja que ha sabido apreciar el tono social del discurso presidencial del lunes, en el que anunció entre otras medidas, un aumento de 100 euros en el salario mínimo y un rebaja en los impuestos que pagan los pensionistas más precarios que reciben menos de 2.000 euros al mes.

Durante la semana se visualizaron más que nunca las tres almas de los chalecos amarillos. Por un lado, los moderados, que han reconocido las concesiones de Macron y que el viernes llamaban a la calma y al diálogo con el Gobierno. En el otro extremo, el ala más radical que llega a justificar el uso de cierto nivel de violencia para cumplir objetivos políticos y que pretende seguir movilizado hasta conseguir una de sus reivindicaciones de peso: la dimisión de Macron, la disolución de la Asamblea Nacional y convocatoria de legislativas anticipadas o bien directamente la refundación de la VI República francesa.

El modelo del 15-M

Con el ala moderada atemperada, era este último grupo el que ayer sábado exponía su músculo en las protestas. Y entre ambas almas circula una especie de tercera vía que comienza a tener algo de fuerza en los últimos días. La de todos aquellos que quieren que los chalecos amarillos cristalicen en un movimiento político presentando su propia lista a las próximas elecciones europeas. Una transformación similar a la que ocurrió en España tras el 15-M y que derivó en el surgimiento de Podemos. Varios de sus partidarios ya se reagrupan autodenominándose «Movimiento chalecos amarillos».

Pese a la baja participación en las protestas de este sábado, aún es pronto para concluir que Macron ha neutralizado el movimiento por completo. Francia ha vivido una semana excepcional con el atentado del pasado martes en el mercadillo de Navidad de Estrasburgo –en el que murieron cuatro personas y doce resultaron heridas– tras varios meses en los que el terrorismo parecía haber dado una larga tregua al país. Tras el atentado, varias voces de distintos estamentos de la sociedad francesa han llamado a la unidad del país. El efecto que este hecho haya podido tener en las movilizaciones de ayer es difícil de calibrar.

Pero existe otra gran incógnita que se plantea a largo plazo y que incluso trasciende a las movilizaciones de estas semanas. ¿Qué legitimidad tiene Macron –el presidente que se vanagloriaba de no cometer el error de sus antecesores de ceder ante la presión de la calle– para seguir acometiendo su gran programa de reformas? Una pregunta a la que nadie sabe hoy por hoy responder en Francia. Tras la reforma laboral y la de la compañía pública de ferrocarriles, en 2019 deberían llegar las de las pensiones y las ayudas a los desempleados.

Las sucesivas concesiones del presidente durante estas semanas han marcado algo inédito. Macron ha cedido y esto abre una nueva etapa en su quinquenio cargada de incertidumbre que se expande más allá de las fronteras francesas. El gran abanderado del europeísmo que se había conjurado contra los populismos se ha visto acorralado y obligado a hacer concesiones a escasos seis meses de la cita crucial de las elecciones europeas. Algo que según el profesor de sociología de la Universidad París Nanterre, Pedro José Sánchez, sus enemigos han sabido detectar de inmediato. «Los chalecos nace como un movimiento contra la injusticia fiscal pero a él se han ido adhiriendo populismos que lo quieren capitalizar como Le Pen o Mélenchon y otros actores de fuera que no comulgan con las posiciones francesas y ven una forma de debilitar al país», afirma para LA RAZÓN.

«Migajas», denunciaron ayer los manifestantes, que en sus panfletos subrayaron que «quien siembra miseria cosecha cólera». «Seguimos por nosotros y por el futuro de las próximas generaciones», resumía a Efe Jérôme Jumeaux, llegado del departamento de Seine et Marne, en las afueras de la capital, que prevé participar en la sexta, el próximo sábado, cuya convocatoria ya circula por las redes sociales. «Debido al ataque de Estrasburgo, el movimiento está hoy más calmado pero regresará el próximo sábado... y el siguiente», aseguró a Reuters Loic Bollay, un francés de 44 años que ayer sí se manifestó en los Campos Elíseos.

En la protesta de ayer también hubo que lamentar la muerte de un conductor que se convirtió en la séptima víctima mortal desde el inicio de las movilizaciones. El individuo falleció al estrellar su vehículo contra un camión detenido por un retén de manifestantes en la localidad belga de Erquelinnes, en la frontera con Francia.

La Policía no ha dejado en los últimos días de llamar la atención sobre la proliferación de «fake news» que alentaban a movilizaciones violentas en el marco de los chalecos amarillos. A casi nadie en Francia le queda duda que actores externos, en concreto Rusia, está detrás de su circulación y que el tiempo lo demostrará. Según algunas investigaciones, trolls rusos nutrieron la red de noticias sobre los chalecos, un hecho que el Kremlin se apresuró a negar. La única evidencia de todo ello es que aunque el movimiento de los chalecos se termine, el rastro que deje tras él va a marcar la agenda política de los próximos meses en Francia y en Europa.